FUTBOLERO SOY YO

El enviado especial que se entera de la noticia por la tele de la habitación y una llamada a la Redacción

Estatua de Jock Stein en Glasgow./Getty Images
Estatua de Jock Stein en Glasgow. Getty Images

Han pasado casi 38 años, pero recuerdo el pasaje como si lo hubiera vivido ayer. ¡Como para olvidarme! Pocas veces un enviado especial habrá quedado tan retratado como el firmante en la ocasión que nos ocupa. Gajes del oficio y de los tiempos que corrían. Retrocedamos en el túnel de esa memoria no siempre fiable. 10 de septiembre de 1985. Cardiff, capitán de Gales. Estadio Ninian Park, sede del Cardiff City. Partido clasificatorio para el Mundial de México 86, entre los anfitriones y Escocia. Las dos selecciones llegaban a esa última jornada empatados a seis puntos, los mismos que también tenía España. El cuarto equipo, Islandia, ya estaba sin posibilidades. Un empate entre ambos pondría en bandeja la clasificación a Miguel Muñoz y sus hombres. El día 25, les valdría con una victoria mínima para ser primeros de grupo y clasificarse directos para el Mundial.

Jornada larga, clásica de día de partido. Salvo error u omisión, tres enviados especiales de la Prensa española: José Ángel de la Casa, que por la trascendencia del mismo en relación a la Selección, iba a narrar el partido en directo para TVE; Eduardo Torrico, de Antena 3 Radio y un servidor, entonces en el diario Marca. Cerca de 15.000 escoceses tomaron la capital galesa. Muchas borracheras y pocos incidentes. En el estadio, dentro y fuera, un gran cordón de seguridad. Los visitantes totalmente aislados en una zona.

Como suele ser normal y más cuando estás fuera de casa, los tres españolitos nos fuimos al estadio con tres horas de adelanto. Primer contratiempo, clave a la hora de entender la conclusión de la película. La línea de teléfono con su correspondiente aparato solicitada a Telefónica España no estaba en el pupitre de Prensa donde en teoría tendría que estar. Localizado el propio de la Telefónica galesa, me dice que no tienen petición alguna, situación extraña, y que, si quería, me buscara la vida en la sala de fotógrafos, donde a veces quedaba algún teléfono libre. Efectivamente. La sala en cuestión era una jauría humana apiñada en los menos metros cuadrados que uno se pueda imaginar. Veo un aparato tirado en un rincón y me lo llevo al palco de Prensa, que, más o menos, tenía las mismas dimensiones que sala de abajo, pero, por lo menos, estaba al aire libre. Con dos docenas de 'sorrys" y tres docenas de "pleases" intento que el 'telefónico' galés me coloque la línea en mi puesto de trabajo. "Impossible" multiplicado por diez. Me resigno.

Como veo que va a ser imposible de verdad escribir en el cuarto de los fotógrafos, donde entonces los compañeros tenían que revelar los carretes sobre la marcha, para después enviar los contactos o ya las propios fotos impresas, intento convencerme a mi mismo de que tengo que buscar otra solución. Lo consigo. "El hotel está al lado, a cinco minutos andando. Me salgo un poco antes y escribo tranquilamente desde la habitación". Cojonudo, como Iribar. Entramos en modo-partido. País de Gales se adelanta en la primera parte con un gol de Hughes, el mismo que jugó en el Barça. A los escoceses, plagados de bajas de verdad, el Mundial de México se les comenzaba a poner en japonés. Si no lo remediaban al menos con un empate, tendrían que esperar que la eliminada Islandia ganara a España en Sevilla. El estadio rugía allá por dónde quisieras escuchar.

Desde la tribuna se veía moverse nervioso al técnico escocés, Jock Stein, 62 años. Unos días antes, preparando el partido, había leído sobre él que años atrás le había dado un amago de infarto y que también tenía problemas con los pulmones. Desde entonces estaba en tratamiento. Al parecer, tomaba diariamente un diurético, pero de forma unilateral y sin consultarlo con nadie, unos días antes de tal trascendental partido decidió que podía prescindir de él, para estar concentrado con toda la intensidad de los sentidos y que a veces las constantes visitas al baño impiden. 

Un Mundial era un Mundial. Nadie se había apercibido de tal decisión y de que pudiera estar enfermo. Ni siquiera Alex Ferguson, su hombre de confianza con el que pasaba más de 15 horas al día. A diez minutos del final, penalti en el área local. Lanza Cooper y gol. El banquillo escocés era una fiesta. El empate aseguraba, a falta de lo que hiciera España, el play-off final contra Australia. Rival asequible. El pase a México 86 estaba más cerca.

"Esto termina así", me dije a mí mismo. Fue el momento elegido por este entonces enviado especial para abandonar al estadio. Carrerita de rigor y entrada en tromba en la habitación. Lo primero que hice fue poner la televisión. En teoría el partido tenía que estar acabado. Se enciende el antiguo aparato por la ITV, el canal que transmitía el encuentro en directo. Las imágenes están fijas en el banquillo escocés. Entre el tiro largo de la cámara y el tumulto de cuerpos, poco se distingue. Los comentaristas también se muestran confusos. Se ve una imagen en la que Ferguson sujeta a Stein. Comentan que el bueno de Jock, pensaba que había pitado el final y se levantó precipitadamente tropezándose y no cayó al suelo por la intervención de su compañero. Ese fue el principio del fin.

La intuición, otros lo llaman olfato periodístico, me decía que algo grave había pasado o iba a pasar como para no ponerme a escribir la pura crónica del duelo. Llamada al periódico. La voz que me contesta parece angustiada. "¿Lo has visto, lo has visto? Le ha dado un infarto a Jock Stein... No se sabe qué pasa...". Informo al colega de cuál es mi posición real y que ya no estoy en el estadio y le pido ayuda. Tampoco sabía que hacer. No había sido lo suficientemente previsor como para quedarme con los números fijos del estadio de José de la Casa, ni de Torrico... ¿Volverme al estadio? Una locura. Me encontraría a 40.000 aficionados de frente.. Lo mismo tampoco me hubiera dejado entrar otra vez a pesar de la acreditación.

En ese mar de dudas, van sucediéndose los rumores hasta que 30 minutos después de haber concluido el encuentro el galeno de la Federación Escocesa confirma la muerte oficial de su técnico, "por un infarto fulminante complicado con un edema pulmonar". La inmediata reacción de los médicos que se llevaron a Stein en volandas por el túnel de vestuario, ni las inyecciones de rigor ni las pruebas de recuperación, habían dado su fruto. El cuerpo fue trasladado al hospital, pero ya había fallecido en los vestuarios.

La crónica del partido como tal y la cercana clasificación de España para el Mundial 86 si ganaba a Islandia... quedaban en un segundo plano. Por momentos, el suceso prevalecía sobre el fútbol. Mi cabeza seguía a lo suyo.

¡Tiene narices, estoy de enviado especial en un estadio y me entero de la noticia llamando a la Redacción y viendo la televisión del hotel!

Me maldecía a mi mismo. Jugando con que en Cardiff era una hora menos y el partido no había sido demasiado tarde, pedí tiempo a los compañeros de Madrid y me fui en busca del Director de la Policía Municipal de Sevilla que había estado presenciando el partido en directo con sus colegas galeses y escoceses y a quien había conocido unas horas antes. Precisamente, se había desplazado hasta Cardiff para saber de primera mano cómo se montaban los dispositivos de Seguridad en citas de alto riesgo como aquella. Tenía por delante, dos semanas después, en su ciudad el España-Islandia y, sobre todo, al año siguiente la final de la Copa de la Copa de Europa que finalmente disputaron el Barcelona y el Steaua.

Juraría que el responsable policial respondía al nombre de Romero, perdón si no era así, lo que sí recuerdo es me ayudó en todo lo que podía ayudarme. Tenía información de primera mano. Había vivido todo en directo. Incluso bajó a los vestuarios. Sus vivencias, sobre todo, desde el punto de vista de las reacciones de los entrenadores y jugadores que vivió 'ìn situ', me sirvieron para una improvisar una crónica un tanto lacrimógena, pero real como la vida misma.

Aquella noche galesa me juré a mi mismo que no me iría nunca jamás de un estadio hasta que el último de los futbolistas hubiera entrado en el vestuario. Con el tiempo, lo cumplí. Pero la llegada de los móviles me libero de mi promesa. Ahora si te vas cinco minutos antes te enteras de todo lo que te tienes de enterar.... y también de lo que no.