La final de Platini y la "injusticia" con Arconada, vista 40 años después: "Le dije al árbitro que subiera a recoger la Copa"
Jugadores y periodistas recuerdan la frustrante derrota de España: tras someter a la Francia de Platini, Tigana y Giresse, decidió el histórico error del portero.

La final de la Eurocopa de 1984 ha quedado en la memoria por una acción desgraciada -el gol del francés Michel Platini a Arconada-, un instante de eclipse para un portero fabuloso. Cualquier remembranza de aquel partido que hoy cumple 40 años exige reivindicar el fatal contraste entre ese fallo y el tamaño mayúsculo de quien fuera portero de la Real Sociedad: y no sólo por su extraordinaria carrera, también por sus decisivas intervenciones en aquel certamen francés: "El fútbol ha sido muy injusto con Arconada", afirma con rotundidad Manolo Sarabia, ex internacional del Athletic. "Sin Arconada, España nunca hubiera llegado a la final", confirma Enrique Ortego, enviado especial en aquella Eurocopa con Diario 16.
Y fue así, de manera literal. La delirante serie de paradas de su portero y capitán, sobre todo contra Alemania y en la semifinal frente a Dinamarca, sostuvieron al equipo español en los momentos cruciales. "Sus paradas fueron fundamentales, pero la desgracia del gol es lo que ha quedado de su carrera", lamenta Sarabia. Víctor Muñoz, centrocampista de varios pulmones primero en el Real Zaragoza y ya en ese momento en el Barcelona, lo recuerda bien: "Yo estaba en la barrera", precisa. En concreto, en el centro de un muro conformado, de derecha a izquierda, por Camacho, Santillana, el propio Víctor, Francisco y Ricardo Gallego: "Es muy injusto porque varios partidos los salvó él, pero un error así en una final te deja marcado: lo bueno ya no sirve para nada", explica el zaragozano.
Pero la historia de la final jugada hace hoy cuatro décadas va mucho más allá de aquel momento. Para empezar, conviene anticipar el contexto. Entonces jugaban la Eurocopa sólo ocho equipos: los primeros de cada uno de los siete grupos de la fase de clasificación, más la anfitriona: "Allí iban sólo los mejores: en realidad era como unos cuartos de final de ahora", explica Víctor Muñoz. Había sólo dos grupos y España se emparejó con Rumanía, Portugal y Alemania. Del grupo se pasaba directo a semifinales. "Estos detalles resumen la enorme dificultad de clasificarse para un gran torneo en aquellos años -amplía Manu Sarabia-. Meterse era una tarea muy exigente y complicada".
Hay una generación completa de aficionados españoles a quienes resulta complicado explicarles la frustración que en aquellos tiempos solía acompañar a España en las fases finales de cada torneo: "Para empezar no nos clasificábamos siempre y, cuando lo hacíamos, lo frecuente era no pasar de cuartos: eso provocaba que no hubiera una pasión tan unánime por la Selección como la de ahora. Hasta cierto punto es entendible", razona Manolo Sarabia, finísimo delantero de aquel rocoso Athletic bicampeón de Liga. Después de ganar la Eurocopa de 1964 y acudir al Mundial de 1966, la Selección se perdió sucesivamente dos Mundiales (1970 y 1974) y tres Eurocopas (1968, 1972 y 1976), estas últimas aún con sólo cuatro participantes. Regresó en 1980, cuando el torneo se abrió a ocho selecciones.
"El contexto era otro: jugaban la Euro sólo ocho equipos y a menudo España no se clasificaba para las fases finales. Y, si lo hacía, caía en cuartos: no había una pasión tan unánime por la Selección"
Ex internacional del AthleticEspaña llegó a la cita de 1984 en un momento de renovación y alimentados por el histórico 12-1 a Malta en el partido que dio el pase al torneo francés. Tras el fracaso del Mundial 82 sólo unos pocos jugadores hicieron la transición desde la convocatoria de José Emilio Santamaría a la de Miguel Muñoz: Arconada, Camacho, Gordillo, Urquiaga, Maceda, Gallego y Santillana eran los veteranos. Víctor Muñoz habría completado ese grupo, pero tuvo el infortunio de perderse la Copa del Mundo en España: "Me lesioné el quinto metatarsiano del pie en un partido contra el Real Madrid, en mayo, y me perdí el Mundial", recuerda el futbolista aragonés.
Sí estuvo en la Eurocopa, como titular indiscutido entre un grupo de futbolistas en el tramo central de sus carreras: Señor, Carrasco, Marcos Alonso, Julio Alberto, el propio Sarabia... Junto a ellos completaron el plantel varios jóvenes: Salva, formado en el Barça y cedido al Real Zaragoza; Roberto Fernández, del Valencia, quien también jugaría de azulgrana más tarde; el sevillista Francisco; el meta del Athletic Andoni Zubizarreta y el alevín del grupo: Emilio Butragueño. El ilusionista de la pausa y el acelerón en el área no llegó a jugar en Francia un solo minuto. Tenía 20 años pero su figura ya había adquirido la forma que lo distinguiría como la encarnación más singular del fútbol español en aquella década. Su momento icónico llegaría en México 86.
"Miguel Muñoz era un entrenador a la vieja usanza, que dejaba hacer a los futbolistas y procuraba no interferir demasiado. Había un grupo de veteranos con mucho carácter y buenos jugadores en un ambiente de renovación", recuerda Ortego. Sin embargo, la convivencia en la concentración en Versalles se deterioró por el choque entre los futbolistas y el preparador físico del equipo, Carlos Álvarez del Villar: "Venía del atletismo y la preparación física en el fútbol entonces no era lo de hoy: era muy metódico y los jugadores decían que al fútbol se jugaba con la pelota y se quejaban a Miguel Muñoz de que los hacía correr demasiado", recuerda Ortego.
Los resultados no ayudaron: el equipo arrancó con un empate ante Rumanía (1-1) y Carrasco habló de la falta de chispa en un bloque lánguido a la hora de competir. Muñoz vio laxitud y apatía. Ante semejante rendimiento Álvarez del Villar barajó su dimisión y lanzó un dardo envenenado: "Al futbolista español le falta capacidad de sufrimiento, sacrificio, sinceridad y mucha humildad, y no echar la culpa a los demás de su sufrimiento", reflejó Emilio Pérez de Rozas en El País.
Antes del encuentro frente a Portugal en Marsella, el malestar de los jugadores alcanzó el punto de ebullición. "En el hotel de concentración hubo lío", anota Ortego. Miguel Muñoz ensayó primero una defensa tibia, muy en su estilo: resolver de puertas adentro la cuestión de la autocrítica. Después tuvo que ceder, como le contó Maceda al propio Ortego en una entrevista en As: "A Muñoz y Miera no les quedaba otra que ponerse de nuestra parte. Si un entrenador no tiene a sus futbolistas con él, está muerto. Había detalles por los que comencé a darme cuenta de que el futbolista comenzaba a tener peso y el míster nos permitía tener ese peso".
"En el hotel en Marsella hubo lío por lo del preparador físico: Álvarez del Villar venía del atletismo y los jugadores se quejaban a Muñoz, decían que a esto se juega con la pelota"
Periodista en la Eurocopa 84"A partir de ese cambio, los jugadores empezaron a mandar más. A Muñoz le facilitaba la vida y el equipo digamos que se futbolizó", cuenta Enrique Ortego. El segundo empate a un gol contra Portugal mejoró un tanto la impresión general, pero dejaba la clasificación para semifinales pendiente del choque con una Alemania plenipotenciaria. El equipo dirigido por Jupp Derwall, campeón vigente de Europa y del mundo: Schumacher, Stielike, los hermanos Förster, Brehme, Briegel, Matthäus, Allofs, Litbarski, Völler y Rummenigge juntaban martillo y florete al tradicional estilo germánico. Y el tablón de acero de la historia: España nunca había ganado a Alemania. "Había tal convicción de la dificultad que los periodistas nos fuimos al partido en el autobús de la prensa con las maletas hechas, para no tener que regresar a Versalles", reconoce Ortego. En el Conexión Vintage de RTVE dedicado a la Eurocopa 84, el periodista José Ángel de la Casa recordaba: "Antes del partido, el avión que debía traer de vuelta a la Selección a España estaba ya preparado en el aeropuerto de Orly".
Y sin embargo, el destino del viaje sería muy distinto. Pese a la reticencia general por la estatura del contrario, "el equipo creía", como defiende Manolo Sarabia. En realidad, a España y a Alemania les bastaba el empate… siempre que Portugal (equipo fantástico impulsado por Chalana y Jordao) no le ganara a Rumanía en el otro partido del grupo. Pero Portugal se impuso con gol de Nené. El Lobo Carrasco falló un penalti con un disparo tan blando que a Schumacher le dio tiempo a adivinar la trayectoria de sobra, se pasó en la estirada a la izquierda y lo detuvo con las piernas. Sobre el alambre del último minuto llegó el milagroso cabezazo de Maceda, quien dudó hasta el último momento si subir a rematar la falta, por la incertidumbre del resultado de Portugal. La puso Juan Señor y Maceda entró a rematar como un tren con toda España a bordo. "Fue una reacción de raza, garra y hambre futbolística", define Manu Sarabia.
El portero mantuvo a la Selección con vida con varias intervenciones decisivas y la pizca de fortuna imprescindible en forma de rechaces de la madera. El triunfo estableció un punto dramático de giro en la trama. "A partir de la victoria ante Alemania hubo un cambio emocional y mental absoluto", reconoce Ortego. "Empezamos con muchas críticas pero acabamos haciendo una Eurocopa formidable", considera Víctor Muñoz. La clave estaba en un vestuario cohesionado y con mucho carácter: "Entre nosotros el ambiente era de confianza y seguridad: teníamos calidad y éramos un bloque con mucha personalidad y muy comprometido. Eso nos ayudó a aislarnos", analiza Manu Sarabia.
Aún quedaba el escollo de Dinamarca: "Tenían el mejor equipo de su historia", define Sarabia. Michael Laudrup, Lerby, Jesper Olsen, Elkjaer Larsen... Una escuadra aguerrida y vertical, afilada por la zancada de vallista de Larsen, delantero con un punto incontenible. El choque acabó con otro empate a uno, gracias a otro tanto decisivo de Maceda para contrarrestar el de Lerby. Goiko se había lesionado contra Alemania y en la defensa lo relevó Salva: "Tuvo que jugar en esos dos partidos y completó dos actuaciones extraordinarias", valora Enrique Ortego. Y tanto en ese encuentro como en la final apareció desde el banquillo el mejor Manu Sarabia, con su regate de hilo de oro y esa figura equívoca de estilista desgarbado que ocultaba a un orfebre de la pelota. "No jugué mucho pero aproveché bien esos minutos: era mi obligación y siempre me preparé para ello, jugase desde el principio o en el último minuto".
"Teníamos ausencias muy importantes, pero aparecieron jugadores como Salva y Francisco, que habían participado muy poco, y jugamos una gran final"
Ex internacional del FC BarcelonaDespués de una prórroga aplanada por la fatiga, la tanda de penaltis haría protagonista al delantero del Athletic, llamado a disparar la pena máxima decisiva tras el error de Elkjaer Larsen en su lanzamiento. Sarabia se dirigió al hoyo de los once metros con una mezcla tan acabada de nervios y determinación que el árbitro debió avisarle de un detalle: "Llevaba la chaqueta del chándal puesta y ni siquiera me la había quitado para tirar el penalti", recordaba en Conexión Vintage. Su disparo fue tan certero como de costumbre y España derribó a los daneses para presentarse en la final.
Allí, como ya se ha contado, la fortuna le dio la espalda al equipo de Miguel Muñoz. "Teníamos ausencias muy importantes: Goikoetxea por lesión, Gordillo y Maceda por las tarjetas -recuerda Víctor Muñoz-. Pero aparecieron jugadores que habían participado poco, como Salva y Francisco, y jugamos una gran final, marcada por la desgracia del gol". "Estábamos algo diezmados y ellos tenían futbolistas de mucho nivel", reconoce Manu Sarabia. Además de Platini, Alain Giresse, Jean Tigana, Lacombe, Bossis, Battiston, Luis Fernández: en el Mundial 82 había sido, junto con Brasil, el equipo con mejor fútbol. Su semifinal contra Portugal en la Euro 84 (3-2 para Francia) fue uno de los encuentros más vibrantes de la historia del torneo.
Pero el retablo de dificultades lo completó la actuación del colegiado, el checoslovaco Vojtech Christov. Marca titularía al día siguiente a toda página: "¡Bravo España! Atraco en París". "No lo recuerdo tan escandaloso. Entonces igual exagerábamos un poco", apunta Enrique Ortego, quien sí admite "un arbitraje sibilino, inteligente, de esos típicos de la UEFA en aquellos días: los jugadores se quejaron mucho de la actitud del colegiado, decían que les amenazaba con la mirada y pitaba faltas que los fueron minando". Hay caso para aquellas protestas. Nada más arrancar la final, Julio Alberto recibió la primera advertencia extemporánea por una falta menor, a los pocos segundos del saque inicial. La falta que dio origen al tiro libre ejecutado por Platini no existió: "El delantero se resbaló al girar, fue al suelo y el árbitro pitó. No había nada", ratifica Manolo Sarabia, quien confiesa: "Estaba tan enfadado al final del partido que le dije que subiera él a recoger la Copa, pero no me entendía nada, claro".
Miguel Muñoz había dejado expresa ya su preferencia por no medirse con los anfitriones: le preocupaba el ambiente y algo más. "El árbitro en la semifinal contra Dinamarca ya tuvo un comportamiento extraño, para los dos equipos: a los daneses les expulsó en la prórroga al jugador que había marcado y secado a Platini en la primera fase". Sarabia se refiere a la roja que el inglés Courtney le mostró a Berggreen, capital en el entramado defensivo danés. Además, en España vieron amarilla Arconada, Maceda, Salva, Gordillo y Víctor. Las tarjetas impidieron a Maceda y Gordillo disputar la final.
"El árbitro de nuestra semifinal contra Dinamarca ya tuvo un comportamiento extraño. Nosotros perdimos a Maceda y Gordillo y a ellos les expulsaron al defensa que había secado a Platini en la primera fase"
Ex internacional del AthleticMaceda no conoció su sanción hasta llegar al vestuario, cuando le explicaron que su cartulina se acumulaba con otra vista en el último partido de clasificación previo al torneo: el célebre 12-1 a Malta. "Un auténtico contrasentido, hoy sería impensable esto", lamenta Víctor. Contra Alemania se había lesionado también Goikoetxea. Pero a pesar de todo eso, el bloque había engrosado sus reservas de confianza: "Se sentían capaces de ganar a Francia en la final", explica Enrique Ortego.
Y pudieron hacerlo. Francia no pisó apenas el área española en la primera mitad. Platini no existió. Y España llegó al otro lado con frecuencia y peligro. Santillana reclamó un gol fantasma en un cabezazo restado por Luis Fernández sobre la misma línea de gol. En la segunda mitad también pediría un penalti no concedido. Y se perdieron remates prometedores. Con el Parque de los Príncipes silenciado por la constante amenaza española, la fatalidad del minuto 57 puso a Francia por delante. Creció Tigana en los bleus en medida proporcional a la frustración española. Bruno Bellone completaría el 2-0 en el descuento, en un mano a mano resuelto con mortal sutileza frente al portero.
Cuesta recordar el segundo gol. El partido había quedado para siempre definido por el infortunio de Arconada en el 1-0. "Aquel error se analizó en muchos sitios culpándole de la derrota, fue muy injusto", defiende Sarabia. "Arconada nunca digirió bien aquello, y es normal -cuenta Ortego-. Apenas ha hablado ya públicamente de ello". Unos meses más tarde ya había asomado su recambio, Andoni Zubizarreta: "El debut de Zubi fue en un amistoso contra Finlandia y fue el propio Arconada quien, en una conversación en el ascensor, le anunció que iba a jugar medio tiempo", relata Ortego, a quien se lo contó Zubi en una entrevista. Ocurrió el 22 de enero de 1985. Arconada siguió jugando como titular y capitán de España hasta abril. Su último partido con la Selección fue un 3-0 encajado en Gales, clasificatorio para la Copa del Mundo de México 86. En mayo, Zubizarreta entró como titular y ya no salió.
"La federación tenía enfilado a Arconada, tenía mucha personalidad, hubo la polémica de las medias blancas... Pablo Porta se lo cepilló"
Ex internacional del FC BarcelonaHubo quien vio una mano negra en aquel relevo de Arconada, a quien aún le quedaba carrera por delante en la Real Sociedad. Lo declaró Camacho en su día. Víctor piensa igual: "Lo tenían enfilado, aquello de que jugara con las medias blancas generó mucha polémica. Tenía una gran personalidad y Pablo Porta (presidente entonces de la RFEF) se lo cepilló", dice sin ambages el ex barcelonista. "Tengo buena memoria para el fútbol, pero tiendo a acordarme de lo mejor: si hubo algo de eso, no lo recuerdo, la verdad -aduce Manolo Sarabia-. En todo caso: la entrada de Zubizarreta era el cambio natural y hablamos de otro portero soberbio".
Enrique Ortego recuerda también la lesión de rodilla de Arconada en ese verano del 85: una rotura del ligamento cruzado anterior y el menisco externo en el primer encuentro de la campaña 85/86 que lo tuvo medio año de baja y lo alejó de manera definitiva de la Selección. "Me he enfrentado a muchísimos porteros en mi carrera y Luis fue uno de los mejores, sin lugar a dudas. Es muy injusto recordarle por aquello. Si España llegó tan lejos fue gracias a sus paradas", resume Sarabia.
En un reportaje con Michael Robinson en Canal+ Michel Platini contó su sensación agridulce en aquel gol, el último de los nueve que firmó en su prodigiosa Eurocopa. Lo ratifica aún con más claridad en una entrevista en el último número de la revista Panenka: "Como sentía un enorme respeto por Luis Arconada, que tenía una enorme carrera a sus espaldas, no lo celebré. No quería celebrar el error de un portero. (...) No iba a pasearme por todo el campo como si hubiera marcado el gol de mi vida".
Las palabras de Platini funcionan a modo de reivindicación definitiva, si hiciera falta, de Luis Arconada: uno de los porteros más asombrosos que jamás ha tenido España. Y el héroe perdurable de aquella frustrante, casi gloriosa Eurocopa de 1984.