OPINIÓN

No hace falta jugar: España ya ha ganado esta Eurocopa

Lamine Yamal y Nico Williams como bandera de la Selección española en esta Eurocopa. /GETTY
Lamine Yamal y Nico Williams como bandera de la Selección española en esta Eurocopa. GETTY

Con cualquier periodista que uno se encuentra en los campos alemanes, ya sea en Düsseldorf, en Hamburgo o la noche del miércoles en Dortmund, y surge una conversación futbolera, te recuerdan a Xavi, Iniesta, Ramos, Torres, Busquets... La Eurocopa de 2008 o de 2012, ese Mundial ganado en la extenuante prórroga en Sudáfrica, pero especialmente te insisten en esa manera de jugar, de sentir, de vivir el juego.

Lo mismo ocurre con Países Bajos, un territorio al que no le ha hecho falta levantar demasiado trofeos (dejando a un lado la Eurocopa de 1988) para dejar un legado, una huella que se ve en ocasiones en sus equipos, en aquel Ajax de los 90, en la Naranja Mecánica, o recientemente... Aunque sea una liga decadente, siempre quedan reminiscencias cuando Simons, Gakpo o Memphis cogen el balón o cuando una triangulación levantaba a los 'oranje' de sus asientos por mucho que tiempos pasados fueron mejores.

Pasó lo mismo en el Mundial de España de 1982. Lo ganó Italia pero se habla solo de los goles Rossi y las paradas de Zoff; cuando alguien se refiere al fútbol lo hace de Sócrates o Zico, de aquella Brasil que enamoró con su juego en Sarrià, pero que hincó la rodilla porque el fútbol es tan grande e imprevisible que no siempre gana el que mejor lo hace. ¿Se acuerdan de la Italia, vigente campeona de la Eurocopa, que ahora languidece? ¿O de esa Francia de Deschamps que fue campeona y subcampeona mundial pero al que, en cada rueda de prensa, le preguntan que por qué su equipo juega tan mal?

Con Inglaterra pasa algo parecido. El equipo de Southgate empezó jugando con un sistema de juego y con Foden en la izquierda y ha acabado con una línea de tres centrales y con el talento que pulió Guardiola en la posición en la que hace más daño, rescatado el equipo de su tercera prórroga seguida (las anteriores ante Eslovaquia y Suiza) por Witkins, al que Unai Emery, un español, ha impulsado en la Premier.

Lo hace con un seleccionador que ha cumplido la misión pero que no puede evitar que su prensa le interroge si piensa en divertir a la gente cuando plantea un partido. Pero que ahí está, de nuevo, en otra final, seguramente no sabe cómo después de aquella chilena de Bellingham ante Eslovaquia que los rescató en el minuto 94 de partido en los octavos cuando ya tenía preparado el finiquito.

De aquí a años, pase lo que pase el domingo, a España se la recordará por el estreno de Lamine, porque ha llegado a la final machacando en juego a Italia y Croacia en la fase de grupos, dejando en la cuneta a la anfitriona ante un estadio hostil (y con la fotografía de la mano de Cucurella como símbolo de la impotencia alemana) y tumbando a la Francia de Mbappé con un niño de 16 años que portó la bandera y con "oés" finales. Por lo que puede llegar, por lo que ya fue hace más de una década, y por lo mostrado en esta Eurocopa, solo Países Bajos podría disputarle el trono del legado a España. Pero ese título ya lo ha ganado. No hace falta ponerlo en juego el domingo, aunque el trofeo en las manos siempre queda mejor en la fotografía y sería la guinda que todos esperan. No es cierto que nadie nunca se acuerde de los perdedores. Ya lo decía el ciclista francés Raymond Poulidor, el eterno segundón: "Si hubiera ganado el Tour no hablarían tanto de mí". Gane o pierda España, esta Eurocopa ya es suya.