ITALIA

La innovadora idea de Spalletti para espolear a los italianos antes de la Eurocopa: ¡Convoca a los 'malditos' Totti, Del Piero y Baggio!

En Coverciano, con la selección italiana, participan cinco de los mejores dieces vivos de toda su historia. El elenco se completa con Gianni Rivera y Giancarlo Antognoni.

Roberto Baggio posa con Del Piero. /AP
Roberto Baggio posa con Del Piero. AP
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Italia, y esto es extrapolable a cualquier ámbito de vida, sufre tanto en el presente que en ocasiones desea que pase rápido para, mutado ya en pasado, arrojarse a él deliberadamente. Así se comprende mejor esta innovadora idea de Luciano Spalletti, la de convocar cinco históricos números 10 en la concentración azzurra de Coverciano, en Florencia.

Con el combinado nacional que defenderá cetro europeo en Alemania, este lunes (3 de junio) formarán parte del entrenamiento Alessandro Del Piero, Francesco Totti, Roberto Baggio, Giancarlo Antognoni y Gianni Rivera, los cinco magníficos. La idea de reunirles para arengar a los más jóvenes nació del propio seleccionador, cuando en una entrevista al Corriere dello Sport hace algo más de un mes argumentaba la necesidad de tenerles como reto, como ejemplo para ayudar a los chicos a mejorar el nivel y poder aumentar mucho más las prestaciones sobre el campo, principalmente en una fase de grupos complicada: Albania, España y Croacia.

El mensaje, que recogió inmediatamente el presidente federal -Gabriele Gravina- invitándoles oficialmente, era claro: los Scamacca, Fagioli, Barella, Bastoni o Chiesa deben sentirse dieces, y por ende importantes, capitales. De ahí esta icónica y vintage elección, la de convocar a cinco fantasistas del pasado que, juntos, suman 338 partidos y 84 goles en casi sesenta años de internacionalidades -algunas con asterisco- con su país.

No ha sido fácil ser un 'diez' en Italia. Del Piero, con trece años y seis meses como azzurro, es el más longevo. Le siguen Baggio con un mes menos, Rivera (más de doce años), el ídolo viola Antognoni (nueve años) y Totti, con casi ocho. Medio siglo de oro que comenzó el 13 de mayo de 1962 -debut de Rivera en Bruselas contra Bélgica- y puso fin el 10 de septiembre de 2008, cuando Pinturicchio disputó en Udine, ante Georgia, su último encuentro. Ahí dejó de pintar cuadros. Quizás antes, más bien. Desde entonces, y hasta el éxito en Wembley de Roberto Mancini (un diez siempre en entredicho), el desierto.

Sospechosos entre cadenas

Il belpaese es una tierra contradictoria y cargada de ironía, de simbolismos. Más allá de la inteligente manera de Spalletti para estimular un grupo que llega con más sombras que luces, resulta curioso que el número mágico escogido haya sido el diez y no el uno, el seis o incluso el nueve, por citar otros más costumbristas.

Aquí entra en juego la letra pequeña, porque no siempre las formas explican la sustancia. Es sabido que, salvo en México'86, hubo al menos uno de los cinco magos en un Mundial. También que Rivera disputó cuatro ediciones (1962, 66, 70 y 74) y Del Piero jugó la del 98 con Baggio y 2006 con Il Pupone. Es de dominio público que, entre todos, poseen dos Copas del Mundo y el Europeo del 68, pero sorprende -más allá que Italia es viuda del trequartista desde hace lustros- que el talento infinito de los cinco dieces escogidos siempre estuviera en cuarentena y fuera sospechoso. Solitarios en su anarquía en muchas ocasiones, era como leer un poema a través de una tabla periódica. En su periplo con Italia hubo caviar, pero también dolor. Mucho dolor físico y psicológico.

Todo comenzó con Gianni Rivera (Balón de Oro en 1969 como rossonero), quien sigue sin perdonar esa polémica absurda -política, en muchos casos- creada en torno a él y su némesis: el amigo interista Sandro Mazzola, a la postre el titular de la final contra el Brasil de Pelé en el Mundial'70. El entonces seleccionador se llamaba Ferruccio Valcareggi. Le dio solo seis minutos, pese a que un gol suyo en el partido del siglo contra Alemania en semis (4-3, Estadio Azteca) le llevó a optar por la gloria.

En época contemporánea, Del Piero -con 26 años- ya era suplente en la Italia de Dino Zoff, que cayó contra Francia en la Eurocopa con un gol de oro de David Trezeguet. En ese torneo destacó en su posición un soberbio e indómito Francesco Totti, quien le volvió a quitar el puesto en 2006, aunque ya muy lacerado por las lesiones. Si a eso se le suma las fricciones de Baggio con Giovanni Trapattoni ("Me dejó fuera del Mundial 2002. Fue una traición vergonzosa", llegó a decir a Esquire) o las veces en que Totti reconoció que para algunos su presencia en Nazionale era incómoda, solo queda la tonificante experiencia de Antognoni, que se perdió la final del 82 (3-1 frente a Alemania Oeste) por lesión. Parecía una premonición a lo que vendría: el ex 10 de la Fiorentina mostró su rabia y disconformidad con la federación años después, cuando fue Lele Oriali, y no él, elegido Team Manager.

Ha pasado tiempo. Hoy la puesta en escena en Coverciano es única, pero quizás era menester haber recuperado a Zoff, Baresi o incluso Vieri. No sólo como símbolos de carisma y personalidad, sino como representantes de tres posiciones que en pocas ocasiones se sintieron intrusas vistiendo estos colores ni caminaron solas cuando tocaba moverse en arenas movedizas, en ingentes vicisitudes. Sí, el uno, el seis y el nueve (Bearzot se encomendó a Paolo Rossi) han representado mejor que nada o que nadie el folclore, los arabescos químicos y matemáticos de un fútbol que desea convertir el ahora en el ayer para, con el tiempo, completar definitivamente su complejo proceso de idealización.

Puede que Totti, Baggio o Del Piero representen los últimos mohicanos del talento virgen, pero también simbolizan el dolor sufrido del proscrito en un fútbol, otrora tribal y anquilosado, que nunca les entendió en toda su plenitud. Puede que ese sea el motivo de su regreso. Para dejar de ser enemigos con un repertorio calcistico estéticamente bello.