EUROCOPA | PAÍSES BAJOS - INGLATERRA

El día que Koeman se limpió el culo con la camiseta de Alemania

En la Eurocopa de 1988, Países Bajos eliminó a la 'Mannschaft' y el '4' lo celebró con un gesto para la historia.

Koeman en el momento del desagradable gesto/IMAGO
Koeman en el momento del desagradable gesto IMAGO
Samuel Subiela

Samuel Subiela

Cae la tarde en Hamburgo, los gritos de júbilo de los neerlandeses se apoderan de los gestos de decepción alemán, eliminados de 'su' Euro. Más de dos tercios del estadio visten de naranja. Los jugadores de la 'Oranje' celebran un triunfo que les coloca a tan solo una victoria más de un primer título que ya se resiste demasiado, aunque aquella calurosa tarde del 21 de junio de 1988 se celebra algo mucho grande.

Tanto es así que casi nueve millones de neerlandeses, más de la mitad de la población de Países Bajos, salen a celebrar el triunfo en las calles del país. A nadie le importa que sea un martes. Porque el fútbol, a veces, también sirve para cerrar viejas heridas. En concreto, las derivadas de la II Guerra Mundial y de todo lo que sufrió el país tras la invasión nazi. La revancha que no pudo tomarse la Naranja Mecánica de Cruyff en el 74 sí se la tomó la de Van Basten, Gullit y Rijkaard. Por eso, tras aquel festejo multitudinario un antiguo combatiente de la resistencia llegó a declarar: "Parece que al final hemos ganado la guerra".

Porque aquella generación, a la postre campeona de esa Euro, pudo con la invencible Alemania. El ogro dejó por fin de serlo. Un alivio histórico para un país acomplejado, tanto, que el seleccionador Rinus Michels explicó tiempo después: "Ganamos el torneo, pero todos sabíamos que la semifinal era realmente la final". El único título de un país demasiado acostumbrado a rozar la gloria pero no a tocarla quedó en un segundo plano tras aquel triunfo ante la Alemania de Lothar Matthäus y Rudi Völler.

Quizás por eso, embriagado por el sabor de una victoria que trascendió de lo puramente deportivo, Ronald Koeman tras cambiarse la camiseta con el alemán Olaf Thon, se la llevó al culo, delante de toda la grada 'oranje' que en aquel preciso momento fue testigo de un gesto que pasaría a la historia del fútbol de selecciones. Guardado a fuego en el imaginario colectivo de cualquier aficionado al fútbol, indignó a propios y extraños pero sirvió para simbolizar una rivalidad, la más feroz entre las potencias europeas, que continuó con el paso del tiempo y a la que todavía le quedaría por vivir más capítulos desagradables en forma de gestos antideportivos.

A los días, Koeman pidió disculpas, criticado incluso por sus propios compañeros por "algo de lo que no podemos estar orgullosos". Pero aquel gesto ya formaba parte de la revancha neerlandesa. De la rebeldía necesaria para acabar con un trauma generacional que se cerró con los goles del propio Koeman y de Van Basten y que condicionaba a todo un país. Aquel que pareció gritar tras aquel partido en Hamburgo, casi cincuenta años después, que por fin habían ganado la guerra.