La ultraderecha opaca en año y medio el legado del brazalete de Manuel Neuer
Alemania fue el país más crítico con organizar un Mundial en Catar. Ahora alberga una Eurocopa después del auge de la extrema derecha y la publicación de una encuesta que generó mucho ruido.

Alemania fue el país que más criticó que se hubiera elegido Catar como sede del Mundial 2022. Manuel Neuer, su capitán, anunció que llevaría el brazalete 'One Love', con los colores de la bandera arcoíris. Sin embargo, la FIFA avisó de que sancionaría a todo aquel que lo llevara. Neuer no se lo puso, pero Alemania dejó una fotografía para la historia. Sus jugadores se fotografiaron tapándose la boca con la mano, denunciando la censura.
Hoy, a las 21:00, Alemania da el pistoletazo de salida a la Eurocopa que alberga en sus tierras. Y lo hace con una fotografía, un contexto, muy distinto. Apenas una semana después de que las elecciones europeas evidenciaran el auge en el país -y en gran parte del continente- de la extrema derecha. Y de que una encuesta muy criticada por Julian Nagelsmann abriera la puerta a la realidad: en Alemania, como en todas partes, existe un racismo latente que nace desde los extremos.
El actual capitán, Gündogan, Leroy Sané, Jonathan Tah o Antonio Rüdiger son algunos de los futbolistas llamados a la Eurocopa con raíces foráneas. El periodista alemán de origen africano Philipp Awounou dirigió un documental en que intentó reflejar la diversidad del combinado nacional. También mostró la otra cara, la opinión de algunos alemanes que optaban por una selección "de alemanes de piel clara". Del documental, emitido en una televisión pública, nació la idea de crear una encuesta para corroborar si algunas de las declaraciones racistas recogidas son realmente representativas.
Uno de cada cinco encuestados expresó el deseo de tener más jugadores "blancos" en la selección. El 17% se siente decepcionado porque el capitán sea de origen turco. Al ser preguntado en sala de prensa, Nagelsmann afirmó que la encuesta era racista. "Tenemos que despertar, hay mucha gente que tiene que huir de sus países en busca de un lugar seguro", dijo. "Es una auténtica tontería. El fútbol une a personas de diferentes colores de piel y religiones", prosiguió Kimmich.
Unos resultados preocupantes pero representativos
Florian Haupt, periodista alemán afincado en Barcelona, no comprende la respuesta del seleccionador. "Fue una encuesta que formó parte de un documental muy poco polémico, hecho con mucha sensibilidad", explica. Tampoco le sorprendieron los resultados de la misma. Dice que son representativos del porcentaje de la población que vota a la ultraderecha. En la misma línea, Isaac Lluch, periodista catalán que lleva años viviendo en Alemania, piensa que "el grueso de la sociedad se mantiene muy abierta, sigue siendo liberal. Y cuando la sociedad se va liberalizando, los extremos se hacen más ruidosos. Y eso tiene una expresión en el fútbol".

Florian cree que la reacción de Nagelsmann, "desmedida", tiene una conexión con el Mundial de Catar. "El debate está ahí, tienes a un capitán, Gündogan, con raíces turcas. Podría haber dicho que es una pena que parte de la población piense así. Su forma de responder creo que tiene que ver con la experiencia de Catar y la desesperación por que no entre ningún tema extrafutbolístico en el equipo", cuenta.
Las "soluciones mágicas" de la ultraderecha
La extrema derecha avanza en Europa. "Las crisis generan miedo y la ultraderecha lo ha sabido aprovechar muy bien. La gente se abraza a quienes les propone soluciones mágicas a problemas complejos", explica Marta Casares, politóloga y asistenta parlamentaria en Bruselas. Cree que es uno de los motivos por los que los ultras han ido escalando en cuanto a número de votos. "Cuando hay un problema y no se soluciona -crisis sanitaria, migratoria, económica- y tú sigues sin llegar a fin de mes, hay personas que eligen el voto de castigo. Se vota para dar una lección", explica.
En esa dicotomía se encuentra Alemania. "Allí el aficionado tiene un papel fundamental. El fútbol y el país van de la mano, el fútbol es un bien cultural. Una palabra clave es la cultura del fan, que es sagrada", relata el periodista Isaac Lluch. "Ningún equipo alemán entró en la fase inicial de la Superliga. La afición fiscaliza todo lo que sale de la norma", cuenta. "Te encontrarás a gente que puede votar más a la izquierda o más a la derecha, pero que no negocia con los derechos humanos. Son activistas a través del fútbol", detalla.
El deporte no tiende a vehicular el mensaje de los ultraderechistas. Los ultras, que no hooligans, ideológicamente oscilan entre el apoliticismo y el izquierdismo y su lucha es contra el fútbol negocio, según explica un periodista especialista en el movimiento ultra que quiere mantenerse en el anonimato. Los hooligans, en cambio, no suele entrar a los estadios y en ocasiones sí tienen dejes ultraderechistas, aunque tienen más tendencia al apoliticismo o el patriotismo. Donde más extremistas hay es en el este. "Si hubiera un país llamado Alemania del Este, como antes, la extrema derecha sería la fuerza más votada", apunta Lluch.
El orgullo de 2006 contra la caída de 2022
El periodista catalán recuerda especialmente el Mundial del 2006. "La sociedad era muy reacia a mostrar la bandera. Y en 2006 hubo muchas: en balcones, coches, en las gradas… Fue algo muy excepcional. Antes parecía que poner banderas era ser muy nacionalista", explica el periodista catalán. "Fue un patriotismo inclusivo, no exclusivo", detalla.
El ruido de Alemania en Catar afectó internamente a la selección. Tanto Flick como los jugadores se pronunciaron, aunque cuenta Florian que el entrenador "se sintió solo". Otras selecciones, como Países Bajos, dijeron basta a pocos días de empezar el torneo. Los teutones todavía argumentaban si llevar el brazalete o no, que acabó luciendo la ministra del interior en el palco. Un año y medio después, el relato ha virado y Alemania representa un problema que se extiende y trepa por el resto de Europa. Y lo más preocupante, como también sucede en España, es que tienen muchos de sus votantes en la franja de los más jóvenes.
En las gradas de los estadios, parte de los ultras se plantan contra una forma de ver el fútbol, mientras que algunos lo usan como el brazo para extender una ideología extremista. "Es racista que la gente se plantee que el rendimiento deportivo pueda tener que ver con el color de la piel", afirma Casares desde el Parlamento Europeo. "Una sociedad debe reflexionar sobre sí misma. Hay que preguntarse estas cosas. No por decir que no quiere que exista la encuesta va a desaparecer el racismo", cierra Haupt.