El anecdotario de David Moyes en la Real Sociedad contiene botellas de Johnie Walker para los periodistas y alojamientos junto a Tiger Woods
Fue una apuesta personal de Jokin Aperribay, pero ni supo adaptarse a Donostia ni a la Liga española.

La suya, sin ningún género de dudas, fue la presentación más multitudinaria que se ha vivido en el Reale Arena. Y no se trataba de ningún jugador. La expectación fue tal que ante la demanda de acreditaciones por parte de la prensa británica, la Real Sociedad se vio obligada a cambiar su habitual sala de prensa por un espacio más grande en el interior del estadio. Era la puesta en escena de David Moyes, el entrenador más galáctico que se ha sentado en el banquillo de la entidad blanquiazul en la historia reciente de la institución txuri urdin.
La del escocés fue una apuesta personal de Jokin Aperribay. Tanto lo fue que antepuso su criterio personal al del por entonces director deportivo Lorenzo Juarros, cuya apuesta era Pepe Mel. El madrileño, de hecho, tenía las maletas preparadas para desplazarse hasta Donostia y hacerse cargo de un equipo que se había quedado sin entrenador tras la destitución de Jagoba Arrasate. Su gozo en un pozo. Aperribay se desplazó hasta Londres para convencer a un entrenador mediático y con tablas como David Moyes (Bearsden, 25 de abril de 1963), que venía de pegarse un batacazo en el Manchester United.
Moyes, en su multitudinaria rueda de prensa de presentación, desveló que fue, precisamente, "la pasión del presidente Aperribay por el club" lo que marcó su decisión de aceptar la oferta de la Real. Se definió, por aquel entonces, como "un gran fan del fútbol" al que, "por encima de todo" le gustaba "ganar". Entre Mourinho y Guardiola, "mi estilo es más parecido al de Mourinho", dejó claro, en un mensaje que, sin quererlo, le marcó durante su corta estancia en Donostia.
Venía precedido de buena fama, pero ni supo adaptarse a Donostia ni a LaLiga española, ni pudo triunfar con sus métodos conservadores, que empezaban a perder terreno en el fútbol moderno. Logró salvar la temporada 14/15 al equipo, pero en el siguiente ejercicio fue despedido en el parón de noviembre, con la Real en descenso tras perder en Las Palmas. Moyes, que dejó para la posteridad la palabra 'Bolbeo', dirigió a la Real en 42 partidos oficiales en los que se sumaron escasamente 12 victorias por 15 empates y 15 derrotas.
El legado de Moyes se reduce al anecdotario. Dotó de eco mediático al club txuri urdin en Europa, pero apenas aprendió castellano a pesar de tener una profesora a su servicio, vivió todo el año en el lujoso hotel María Cristina y su imagen más célebre fue comiendo las patatas fritas de un aficionado en la grada de Anoeta tras ser expulsado contra el Villarreal en Copa. Su estreno en el banquillo blanquiazul ante el Deportivo de la Coruña evidenció una falta de conocimiento impropio de un entrenador de su nivel. En un video de 'El Día Después', quedaba evidente que al técnico escocés aún le quedaban cosas por aprender, como el nombre de sus propios jugadores. En dicho vídeo, se podía ver como Moyes llamaba en varias ocasiones 'Stefano' a Granero y tuvo que preguntar a su banquillo si ese jugador era el 'Chory' u otro compañero.
Cena con la prensa y una botella de 'Johnie Walker' de regalo
David Moyes apenas llevaba un mes en Donostia y, en su intención de darse a conocer a la prensa local, obsequió con una cena a los periodistas, a los que les regaló al final de la misma una botella de Johnnie Walker Black Label. Durante la cena se quejó amargamente de las pocas opciones de alquiler que presentaba Donostia, aunque, por aquel entonces, se mostraba seguro de poder encontrar la que sería su nueva residencia. No lo consiguió. El otrora técnico de la Real Sociedad fue descartando, uno por uno, todos los pisos que el club le ofreció para hacer su vida en Donostia.
"Lo hizo por comodidad. Estaba en el centro de San Sebastián, en una suite de lujo. Estaba solo, sin su familia. ¿Para qué se iba a meter en un piso con todo lo que eso conlleva? Le entiendo a la perfección". Alguno de los empleados del hotel María Cristina que coincidieron con él guardan el mejor recuerdo del entonces entrenador de la Real Sociedad. "Con nosotros era supermajo, superllano, nada altivo, con el que podías tener una conversación normal. Era muy agradecido, muy de dar las gracias, muy de por favor... Tenemos clientes cien veces peores. Con todo el mundo del hotel era muy amable", una imagen que dista mucho de la que dejó en el entorno blanquiazul y en la sociedad donostiarra. "De la que hablaban no era la misma persona con la que yo había tratado", sostiene uno de los empleados del María Cristina.

"Mandaba cestas de Navidad a Inglaterra con todo producto vasco. Estaba enamorado del producto vasco a excepción del Txakoli, que no le gustaba. Tampoco es que hiciera nada especial. Era un cliente que vivía en el hotel. No despilfarraba. No hacía mucha vida social. No era un gran bebedor. Hacía pedidos puntuales. Por eso, me costaba creer la imagen que se vendió de él", reitera el mismo empleado.
En esa cena con la prensa, el británico reconoció, entre otras muchas cosas, que le gustaba "mucho" la Parte Vieja. A la hora de quedarse con un alimento lo hizo "con el jamón y con los pescados. "En un mes he comido más ensalada que en un año en Inglaterra", aseguró esbozando una amplia sonrisa. En lo que tampoco dudaba fue en la cerveza: "Me quedo con la escocesa. Me gusta mucho". Aseguró estar haciendo verdaderos esfuerzos por aprender castellano y poder comunicarse de una manera más directa con sus jugadores. "Intento aprender términos de fútbol para que me sean útiles en los entrenamientos", confesó Moyes. Pero del dicho al hecho hay un trecho y todas esas buenas intenciones, visto lo visto, se quedaron por el camino.
Cerrar Zubieta a cal y canto
Pronto comenzó a dar muestras de su carácter fuerte y autoritario, dejando claro que él iba a ser 'el jefe'. Una de sus primeras órdenes al llegar fue cerrar a cal y canto Zubieta. No quería que la Real diese partes médicos y, en su intento de conseguir el máximo secretismo, hizo todo lo posible para impedir que los periodistas pudieran moverse por espacios públicos para trabajar. Jugaba al despiste con el rival en todo momento y convirtió la Real y Zubieta en lo más parecido a un búnker, algo que no se llevaba por estos lares, provocando "situaciones incómodas" para los propios futbolistas que terminaron "hartos" de las excentricidades del escocés.

Su mensaje futbolístico nunca terminó de calar en un vestuario con unos jugadores de un perfil muy distinto al anhelado por David Moyes. Confiaba en los que valía. No regalaba un minuto y era muy difícil subir -solo lo consiguieron Oyarzabal y Zubeldia-. Hablaba de que veía difícil aspirar a algo grande si solo se pensaba en ser un club formativo. En su manera de pensar le hizo un flaco favor el hecho de venir sin esa cultura de cantera, aunque tampoco le ayudó que no le tocó una buena generación. Eso sí, el tiempo le ha quitado la razón porque la Real, con Imanol Alguacil al frente, ha demostrado que trabajando bien la cantera se puede aspirar a cotas elevadas durante varios años seguidos.
Le costó integrarse en la idiosincrasia de Donostia y socializar. El hecho de llegar del Manchester United, entidad que le eligió para ser el sustituto de una leyenda de los banquillos como Sir Alex Ferguson, quizá jugó en su contra a la hora de adaptarse a una realidad diametralmente opuesta como la que le tocó vivir en la Real Sociedad. Vivir un año entero en el María Cristina no ayudó. Todo lo contrario porque optó por alojarse en el hotel más lujoso de Donostia en una época en la que la situación social no aconsejaba transmitir esta ostentación. Ese fue uno de los ejemplos de su no integración. No dejó en ningún momento 'su estilo british' ni tampoco cierto perfil clasista que demostró en una relación con el personal de la Real Sociedad.
Otro ejemplo de su nivel es que en la única pretemporada con él al mando, a tres días de dar comienzo el British Open, el equipo se alojó en el hotel de Saint Andrews. Los jugadores de la Real estaban al lado de las habitaciones donde se alojaban Tiger Woods y compañía, en otro gesto de alarde de un entrenador cuya idea de poderío económico de un club no casaba con los valores de una institución como la Real Sociedad donde no dejó el mejor recuerdo.