La vida de Dalian Atkinson en Donostia: "Era una bestia parda, solíamos decir que acabaría como portero de discoteca; cuando te enteras de cómo fue su final..."
Nacho Andrés, uno de los mejores amigos del añorado futbolista, repasa en Relevo el lado más humado del conocido 'txipirón'.

"Me llamó mi hermana, que no sé cómo se enteró y me preguntó: '¿Estas sentado?'. Pues siéntate que te voy a dar un disgusto. Se ha muerto Dalian". Así, de esta manera tan inesperada conoció Nacho Andrés la noticia de la muerte de su amigo Dalian Atkinson, uno de los extranjeros que más impresionó y mejor recuerdo dejó en la hinchada txuri urdin. Y es que solo jugó una temporada en la Real Sociedad, tiempo suficiente para dejar una huella imborrable.
Futbolista de unas condiciones espectaculares, su estancia en la capital guipuzcoana es recordada, sobre todo, por los episodios que protagonizaba lejos de los terrenos de juego. Amante de los coches de alta gama, muchos le recuerdan por ese Porsche de color rojo con el que circulaba por las calles de Donostia y con el que protagonizó algún episodio que hoy día hubiera acabado con el añorado futbolista pasando alguna noche en el calabozo.
La noticia de su muerte no le cogió del todo por sorpresa a Nacho Andrés, al que ya le había llegado en los últimos tiempos informaciones de que Dalian Atkinson "no estaba pasando por un buen momento, psicológicamente hablando". Sí le apenó, y mucho, eso sí, la manera en la que murió el exjugador de la Real Sociedad, después de recibir tres disparos con táser y, al menos, dos patadas en la cabeza por parte de un oficial de policía "enfadado", según se pudo escuchar en el juicio por su asesinato cuando apenas contaba con 48 años de edad.
"Cuando te enteras de cómo fue, que fue un absoluto abuso de poder, te da más pena", reconoce Nacho. "Es una pena terrible porque morir de esa forma... Si hubiera necesitado ayuda psicológica, se la tenían que haber dado, pero morir como un perro en la calle... Me acuerdo que cuando me lo dijo mi hermana fue un shock terrible. A veces en mi cuenta de Instagram pongo cosas de él...", asegura un entristecido Nacho Andrés, que al echar la vista atrás en el tiempo, recuerda cómo fue la entrada de Dalian Atkinson en su vida. "Cuando se le recuerda, todo el mundo habla de su aura de jugador, pero es que era una bellísima persona, un tío superalegre, que se ganaba a todo el mundo con su forma de ser", recuerda su fiel amigo, que le conoció cuando trabajaba en el Hotel Orly, donde se alojó el jugador a su llegada a Donostia.
"Andaba por allí como alma en pena, un tío de 23 años que no hablaba castellano", rememora. "En aquellos tiempos, dos amigos míos que trabajaban en el hotel y yo teníamos esa edad también y nos hicimos amigos íntimos. Tener esos horarios raros hace tener mucha piña con los de tu trabajo. Teníamos fiesta los lunes y eso a Dalian le venía genial, porque ellos, normalmente, también tenía fiesta ese día. Un día, así sin más, le dije que nosotros salíamos a las once y que íbamos a tomar algo. 'Si te animas...'", le propusieron. Ni se lo pensó. "Fue a su habitación y bajó que parecía uno de los Beatles, con uno de esos trajes que ves cuando los ingleses salen de fiesta... Le mire y le pregunté: '¿No tienes algo más normal?'", recuerda entre risas. Al día siguiente le llevaron a una tienda para renovar todo su armario.
"Un día le dije que íbamos a tomar algo. 'Si te animas...'", le propuse. Ni se lo pensó. Fue a su habitación y bajó que parecía uno de los Beatles, con uno de esos trajes que ves cuando los ingleses salen de fiesta... Le mire y le pregunté: '¿No tienes algo más normal?'"
Ese fue el inicio de una amistad que perduró más allá de su única temporada como blanquiazul. "Al año siguiente me llamó cuando terminó la Liga para decirme que iba a venir de vacaciones, que le reservara un par de habitaciones. Vino en un McLaren que no entraba en el garaje del hotel", sostiene entre risas. Llegó acompañado de "otros tres morlacos" que impresionaban tanto o más que él. En esa ocasión, Nacho le tuvo que llamar la atención. No fue la única vez. "Se fueron a la playa y cuando volvieron, venían descalzos, sin camiseta, como si estuvieran en Benidorm. Les dije que se pusieran la camiseta. En aquella época el Orly era un hotel con una clientela pudiente, con un ambiente muy parecido al María Cristina". Ese verano fue la última vez que tuvo contacto directo con Atkinson.
"Yo creo que los futbolistas de ahora están metidos en una burbuja. Antes, no. Él era un tío superalegre y la gente le entraba en Donostia. Antes íbamos a la Parte Vieja, al Keops, a Bataplán y él era uno más. No nos juntamos con él porque fuera un futbolista famoso. Lo hicimos porque era un chico que estaba en nuestro hotel y que estaba solo", quiere dejar claro su amigo Nacho Andrés, que considera que al recordado futbolista "le faltó el apoyo y el cariño de un familia". Y se explica: "Tengo 58 años y tengo a mis padres todavía y es el día en el que me pueden llamar la atención para decirme 'Céntrate en esto'", comenta este donostiarra.
Los coches eran su perdición. "El primero que le dieron era un Volkswagen Corrado, que en aquella época ya era un cochazo. A los cuatro días ya le dejó de gustar porque era pequeño y se compró un M3, que tampoco lo tuvo mucho tiempo", recuerda con nostalgia, pero lo mejor estaba por llegar. "Un día viene y me dice: 'Te voy a dar una sorpresa. Baja al garaje'. Lo hice y ahí estaba el Porsche", relata sobre un coche que le originó un buen número de disgustos. El primero, en el regreso de un viaje por el País Vasco francés. "Primero pasamos por Hondarribia y al ver una zona, Casa La Marina, me dijo: 'Esto lo vi yo en el libro'. '¿Qué libro?', le pregunté. 'Cuando me dijeron de fichar por la Real fui a una librería y empecé a mirar cosas y salían estas casas'. Pues eso, que fuimos a Francia a pasar la tarde y a la vuelta nos paró la Guardia Civil. Le dijeron que bajara del coche y abriera el maletero. No se le ocurre otra cosa que quitar las llaves y dárselas al Guardia Civil. No me lo podía creer. Le dije: 'Bájate tú'", rememora sobre las memorias de un choque que era "un cante total".

El nivel de complicidad entre Dalian Atkinson y la cuadrilla de Nacho Andrés era tal que celebraron juntos el único cumpleaños que pasó en Donostia el británico. "Lo celebramos como si hubiéramos celebrado el mío. Un amigo nuestro tenía un caserío en Peñas de Aia y ahí solíamos hacer las celebraciones. Para Dalian ese caserío era la leche. Nadie molestaba. Compramos unas txuletas, una tarta y lo celebramos a lo grande", recuerda el donostiarra. "Lo que podían haber hecho por mí, lo hicimos por Dalian. Era uno más desde el primer día que salió con nosotros del Orly a dar una vuelta, uno más de la cuadrilla. Ya sabes cómo somos los donostiarras y los vascos, siempre fríos, pero cuando damos, damos. Lo acogimos como un chico más, con la única diferencia, como decía él, que él era 'football player'. Era la única diferencia", se limitaba a decir el por entonces futbolista.
Anécdotas para dar y regalar
A la hora de recordar anécdotas, Nacho Andrés pregunta: '¿Cuánto tiempo tenemos?'. En este sentido, vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Lo primero que se le viene a la cabeza es lo que vivió un amigo suyo, Eugenio, gracias a la personalidad de alguien como Dalian: "Estábamos un día en el Keops, una famosa discoteca de aquella época. Mi amigo Eugenio estaba estudiando ingeniería en Valencia y ese fin de semana jugaba la Real en Mestalla. Dalian estaba con nosotros y me pregunta: '¿Puedo hablar con él?'. Es que he apostado cenas con toda la facultad a que gana la Real. En aquella época no era fácil ganar en un campo como Mestalla. 'Tú no te preocupes, 0-1, gol de Dalian'. Y la Real ganó 0-1. Cada vez que nos juntamos nos acordamos de aquella anécdota. 'Estuve un mes cenando gratis'", me recuerda siempre.
Las anécdotas continúan. "Una noche llegamos mi amigo Alberto Aragón, Dalian y yo en el Porsche a la Kabutzia. En ese momento salían Richardson, Aldridge y Richi, el utillero, a cada cual peor. Apareció un municipal de 60 tacos del Ayuntamiento: '¿Qué pasa aquí? ¿Quién va a coger el coche? A ver Aragón, tú, que te conozco, que eres autoescuelero y conozco a tu padre, llévales a estos a casa y a estos que ni se les ocurra coger el coche'. El poli se fio porque era autoescuelero. Tito Aragón cogió el Porsche, metió a los tres, los repartió por sus casas y volvió a la Kabutzia. Antes esas cosas eran así. Hoy estaríamos en la cárcel (risas). Aldridge y Richardson tenían una más vida familiar, pero eran ingleses, se bebían todo", confirma.
En el vestuario blanquiazul también eran más que conocidas sus supuestas lesiones para evitar viajes largos en autobús. "Le tocaba a la Real ir a Gijón. '¿Dónde esta Gijón?', me preguntó. Le enseñé y claro, era un viaje, por aquel entonces, de unas seis horas. Me dijo: 'Dalian, lesión'. Se lo dije a mi padre: 'Dalian no va el fin de semana a Gijón'. '¿Qué le pasa?', me preguntó. 'De momento, nada, pero se va a lesionar', le respondí. Al día siguiente en la prensa: 'Dalian Aktinson, baja en Gijón'. No le molaba viajar en autobús", explica un Nacho Andrés que, ya por esa época, se dio cuenta de que el 'txipiron', como cariñosamente se le conocía por estos lares, no iba a tener una carrera muy prolongada en el tiempo. "No se cuidaba nada", se lamenta.
En su opinión, "profesionalmente hablando, no lo tenía claro", resume Nacho. "Me acuerdo que, estando aquí, me llamó un día para decirme que había quedado con gente del Atlético de Madrid. Creo que vinieron Briones y Rubén Cano y estuvieron con él en Erregenea. En la Real estaba a gusto, pero era un profesional y él quería pasta", sentencia el donostiarra. Es más, "sabía que sus facultades le iban a permitir ser un jugador tremendo... Cuando arrancaba, era una bestia parda, pero no se cuidaba. Expósito, su entrenador, e Inaxio Kortabarria iban al hotel a vigilarle para saber por dónde andaba, pasa saber con quién andaba y quiénes éramos nosotros... Su mayor problema fue ese, que, aunque él sabía que era un grandísimo jugador, no fue consciente de decir voy a estar diez años a tope, sacando el mayor rendimiento económico a mi carrera y luego, ya veremos... Vivía al día", reitera sobre un futbolista que tampoco hizo muchos amigos dentro del vestuario por su forma de ser: "No entendía que la mayoría de los futbolistas de aquella época estuvieran casados. En los meses que estuvo en el hotel, no me dijo nunca de quedar con alguien del equipo. Era otro plan el de los futbolistas de la Real", sostiene.
Su falta de ambición le jugó una mala pasada. "Ese final que tuvo... Nosotros ya solíamos decir: 'Acabará de portero de discoteca'. No pensaba en ahorrar, solo en vivir como Dios y gastar en coches tremendos. Vivía a lo grande y sin pensar en el futuro. Le daba lo mismo ir a Turquía, a donde fuera cuando, en mi opinión, era un jugador de Madrid o Barça. No he visto a un jugador así. Yo he visto a los campeones de la Real y ahora, cuando les ves, les sigues admirando, pero Dalian…", suspira Nacho. "Yo le he visto a Laurie Cunningham y no era más que Dalian, para mí, y eso que era un gran jugador. Las facultades de Dalian, esa potencia de arranque y ese remate, podía haber sido top de la Real, seguro, pero fue muy difícil reconducirle", se lamenta de nuevo sobre un futbolista que dejó para siempre su huella en la Real Sociedad y en Donostia.