Las lágrimas de Monchi

Las lágrimas de Monchi al terminar el partido son las lágrimas del sevillismo. Emociona sólo verlo. Saber cómo ha sufrido y qué rayo de esperanza le ha atravesado la cabeza, la garganta y hasta el corazón. Una afición que ha aguantado con envidiable madurez una situación difícil de explicar en el fútbol. Su amado club, el que le había hecho viajar por toda Europa, con su pasaporte bañado en plata, el que cada mes de mayo les exigía económicamente para viajar y acudir a las finales, se había caído. Irreconocible. No había fórmula mágica. No se encontraba. Pareciera que no existía. Y, de repente, un entrenador de toda la vida, tan sencillo que habla hasta de aprender del propio Sevilla, le da a un grupo de un nivel altísimo, pero con resultados de descenso, las llaves que abren el recuerdo de las grandes noches. Una vez descubierta la caja de Pandora, ¿quién detendrá al Sevilla?
Han sido meses de carestía, de ausencia de referentes y de hasta tres entrenadores. Meses de fracasos y de ver cómo un equipo hecho para ganar siempre, el que se revelaba contra el monopolio de los grandes, el odiado por competirle a los poderosos, se arrastraba por los campos de nuestro fútbol, coqueteando peligrosamente por el descenso. Luchas accionariales, malas relaciones internas y errores groseros en lo que había sido el corazón del club, su dirección deportiva.
Es necesario recordar, aunque sea brevemente, todas estas cosas para entender lo que se ha vivido este jueves en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Porque esas caras de rabia desde la llegada del equipo a un estadio que recuerda al fútbol antiguo, a ese donde el móvil se queda con la misma batería tras grabar el himno. Puro fútbol y sentimiento por un equipo. Ese aliento inagotable en forma de cánticos desde cualquier parte del estadio o el rugir victorioso cuando Artur Dias decidía que el partido se había acabado.
Quizás por lo anteriormente mencionado, el sevillista se ha dado cuenta que lo que ha vivido durante todos estos años no es algo normal. Que el elixir del éxito se ha alargado de manera extraña y que estos momentos hay que vivirlo de la manera más intensa posible. Todo este cambio llega de la mano de Mendilibar, ese 'viejo' entrenador y anticuado para muchos que ha sabido conectar con su plantilla. El de Zaldívar ha utilizado el orden y la simpleza para revitalizar a la plantilla. Todo ha salido mejor de lo planeado.
Ha sido un noche mágica en Nervión que tardará mucho en olvidarse. Saber del lugar que vienes te ayuda a disfrutar del presente. A exprimirlo porque se acaba pronto. Mejor no olvidar que quien no pelea, desde todos los estamentos de un club, termina por enterrar su bandera. El nombre no te lleva a nada. Te lleva a tu deseo por ganar. Y volver a ilusionarse. Ya no es una noche para disfrutar contra el United. Eso ya ha pasado. El Sevilla y el sevillista ya piensan en la séptima. Y la pueden conseguir.