Con un par de cañas más salió el tema y una frase siguió a la otra

Durante todo el Mundial, "lo de 'Las 15'" fue un tema muy recurrente. Recuerdo, especialmente, una noche. Quedaban un par de días para la final. Y, con un par de cañas de más, salió el tema. Ese día charlé con alguien muy cercano a la RFEF. Decía que las jugadoras habían sido muy tontas, que no habían sabido explicarse, que lo habían hecho muy mal.
Recuerdo una frase que me llamó especialmente la atención: "Les pasó porque son muy buenas, tienen muy buen corazón", me dijo. Y, por supuesto, que a esa frase le siguió otra: "Si hubiesen sido tíos...".
Cuando llegué al hotel, le seguí dando vueltas. ¿Cuántas veces había escuchado esa frase? ¿En cuántos entornos diferentes? ¿A cuántas personas distintas? En ese momento no supe distinguir si esas palabras escondían un paternalismo eterno, si condescendencia o si una firme creencia en que tenían razón, pero que lo que les había fallado era la estrategia. Una especie de quiero y no puedo.
¿A dónde quiero llegar? Durante este tiempo, ya va camino de superar el año, el discurso caló. Por cierto, hago referencia a 'Las 15' porque es el germen de lo que está pasando. Porque ahora tienen la atención de todo el mundo, pero -a finales de agosto del año pasado- muchas de ellas ya levantaron la voz. Y casi nadie las creyó. Tampoco habla muy bien de nosotros -los medios de comunicación- que hayan tenido que ganar un Mundial y que hayamos tenido que vivir el suceso más bochornoso de la historia del fútbol nacional para hacerles caso. Que los medios que tanto tiempo llevan exigiendo escucharlas, las juzgaron sin hacerlo. Y, ahora, no les queda más remedio que escucharlas.
Volvamos al discurso. Porque va mucho más allá del son "unas niñatas y unas caprichosas". Todos interiorizamos que la jugada no les había salido porque se habían organizado mal, porque su puesta en escena había dejado mucho que desear, porque no habían estado bien asesoradas y porque no eran tíos, que si lo fuesen... le habrían hecho la cama al entrenador -aunque también nos hiciesen creer que eso, en la historia del fútbol, nunca había ocurrido-.
Pienso que ese discurso caló tanto que también se metió en las cabezas de las jugadoras. Me las imagino pensando: "Que si que 'qué buenas somos', que si hubiésemos sido tíos, que si no nos hemos sabido expresar, que si no fuimos claras... Pues, ahora, vamos a llegar hasta el final". No sé, como una especie de revancha. Pero, también, de crecimiento personal, de empoderamiento. De niñas a mujeres, por decirlo de algún modo y, por supuesto, en el mejor sentido. Faltaría más. Ya no son las mismas.
Las diferencias entre toda la gestión de 'Las 15' y la gestión del #SeAcabó son abismales. Que sí, que todo lo que rodea al último movimiento es mucho más grande, ha adquirido una dimensión impensable y hay un componente diferencial y decisivo, que es el comportamiento de Luis Rubiales durante la final, que avergonzó al mundo. Pero me niego a pensar que es 'sólo' eso y no se trata de un ejercicio de concienciación, por llamarlo así.
Sólo así se explica la rueda de prensa de Irene Paredes y Alexia Putellas en Gotemburgo. O la exactitud y la claridad en el comunicado del 15 de agosto. La zona mixta en Sevilla. El discurso de Aitana Bonmatí cuando recibió el Premio a Mejor Jugadora de la UEFA. El de Alexia Putellas cuando el Barça fue galardonado con la Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña.
Os juro que ese día, el de la rueda de prensa, sentí una liberación... Me acordé de todas esas veces en las que les habíamos exigido que fuesen claras -me incluyo, por supuesto-, que hablasen, que se hartasen a salir en los medios de comunicación a contar lo que estaba pasando. Todo, menos el silencio.
Y, por fin, lo habían hecho. Por fin las habíamos visto hablar, sacar fuera lo que llevaban dentro y hacerlo sin miedo al qué dirán, sin miedo a las represalias. Sinceras y valientes. Parte de culpa, además de lo ya mencionado, la tiene su entorno. A algunas de ellas las había convencido de dar ese paso hacia adelante, de ser más agresivas -en cuanto a su política de comunicación se refiere-. Otras, incluso, han contratado a especialistas, asesores, en comunicación que les están ayudando gestionar esta crisis. La rabia, la frustración y la impotencia han hecho el resto.
Como decía ayer, tardaremos mucho tiempo en asimilar lo que está pasando -porque todavía no ha acabado-. Su dimensión, sus consecuencias y a toda la gente que se ha llevado por delante. Sin embargo, al menos yo -y sé de unos cuantos y cuántas más- podremos respirar tranquilos. Siempre han tenido la razón, sólo tenían que creérselo y encontrar la forma de sacarla a la luz. Y como diría Alexia: "Quien no nos entiende es porque no nos quiere entender".