Los gemelos gallegos que conquistan Europa: "¡Mi hermano es el único que me pone a parir!"
Relevo se cuela en una llamada con Hugo y Guille Bueno, hermanos que juegan en Wolverhampton y Dortmund respectivamente.

Seguro que recuerdan hermanos gemelos futbolistas. Les ayudamos: Frank y Ronald de Boer, Ramiro y Rogelio Funes Mori, Guillermo y Gustavo Baros Schelotto, Hamit y Halil Altintop, Lars y Sven Bender… España no podía ser menos y recientemente ha aparecido un nuevo caso. Después de formarse en la prolífica gallega, Guille y Hugo Bueno separaron sus caminos con el mismo objetivo: alcanzar la élite. El primero corre la banda izquierda del Borussia Dortmund y, el segundo, del Wolverhampton. Relevo habla con ambos para que expliquen en primera persona cómo se traslada esa conexión tan especial al terreno de juego y cómo, irónicamente, su relación se ha reforzado una vez el fútbol los alejó.
Ambos zurdos y de banda, ahora comparten posición, pero no siempre fue así. "En categorías inferiores siempre jugamos juntos. Empezamos en el Gondomar y luego nos fuimos al Areosa. El tema es que yo antes era extremo antes que lateral", descifra Hugo. "Pocas veces nos ponían en la misma banda. Quizás por nuestra forma de juego, de encarar y regatear mucho. A ver si uno iba a doblar al otro y no se la pasaba... Así que Guille jugaba de lateral en una banda y yo de extremo en la otra".
Líderes de sus equipos, los dos querían capitanearlos, incluso cuando no era posible. "En un torneo, el árbitro no dejaba ir cambiando en el mismo partido. Así que el entrenador decidió que uno fuese capitán el primer tiempo y en el descanso nos cambiamos el brazalete sin que se diesen cuenta". Llevaban bien la competitividad entre hermanos, pero como suele suceder, se enfadaban más de la cuenta en alguna ocasión. "Entrenamos mucho en el jardín uno contra el otro, y esas sesiones acabábamos a muerte". Ambos coinciden que esas sesiones marcaron el resto de sus carreras.
Con 16, Hugo se marcha. El primero en volar, dejaba a su familia y al hermano con el que había compartido equipo y vida. De esa mezcla de alegría, tristeza y una parte de celos, Guille sacó una valiosa conclusión. "Me di cuenta que tenía que dar un poco más para dar el salto. Tuve un año un poco vago... No daba ese extra para dar ese paso a un equipo profesional. Él le dio muy duro, se lo tomó muy en serio. Pensé que si él estaba ahí, si yo también daba un poco más, también podía". Aquella decisión se tomó en familia, comenta Hugo. "No es fácil irse tan pronto. Yo lo tenía claro. Sabía que iba a ser duro, pero también sabía a lo que iba. Cuando empecé a jugar y soltarme todo fue mejor. Nunca pensé 'me quiero volver'. Todo lo contrario. Además, aquí es muy difícil hacer vida fuera del fútbol. Me pusieron las cosas fáciles para centrarme en el fútbol. La ciudad no es muy bonita y aquí cierra todo a las 18:00", bromea.

La motivación adquirida por Guille le valió para, después de un gran año sin su hermano en el Areosa, dar el salto al Deportivo de la Coruña. Allí forma parte de una generación juvenil para el recuerdo que gana la Copa de Campeones juvenil. "Fue increíble. Ganarle al Madrid y al Barça cuando el año anterior estaba jugando en el Areosa. También ser titular con el Fabril e ir alguna vez con el primer equipo". No tardó el Borussia Dortmund en lanzarse a por él. A pesar de vivir a 20 minutos de Balaídos, el Celta nunca los reclutó. "Llamaban siempre a los mejores equipos de los pueblos para hacer pruebas. Las hicimos cuatro o cinco años, pero nunca hubo suerte. Es curioso. Nuestro padre nos pedía paciencia y tranquilidad porque pensaba que éramos diferentes".
Y, ¿ha cambiado su relación ahora que viven a más de 800 kilómetros el uno del otro? Lo cierto es que sí, pero a mejor. "Al principio cuesta un poco, sobre todo cuando yo (Hugo) me fui el primer año. No teníamos mucha relación porque teníamos horarios muy distintos. Pero desde que él está en Alemania, aunque es verdad que estamos más lejos aún, sí tenemos más conexión. Hablamos mucho más. Entrenamos por la mañana y estamos casi todas las tardes en llamada". Guille, por su parte, reconoce que se le hacía raro estar en casa sin Hugo, pero fue la primera persona en la que se apoyó cuando se marchó a Dortmund, pidiéndole consejos. "Hablamos mucho más. Y de todo. Sobre todo para desconectar".
Y, ¿cómo lo gestiona la familia? Los viajes han aumentado en el último año, yendo a visitar a ambos de forma equitativa, para que sientan el cariño de los más cercanos. "La semana pasada fueron a ver a Hugo y la que viene vienen a verme a mí. Lo agradecemos porque no tenemos muchos días libres. A veces viajan los fines de semana a ver los partidos".
Entre ellos tratan de apoyarse, empezando por ver los partidos del otro (siempre que no encaje con los suyos). Se piden opiniones, pero hay uno que es más duro que el otro. "Guille siempre me pone a parir. Todos me felicitan, me dicen que he hecho un buen partido. Después llamo a mi hermano, y macho, yo no sé si ha visto otro partido o sólo ve lo malo. Pero es que me pone a parir", dice Hugo entre risas. Guille se defiende: "Siempre le digo lo mismo: gente que te diga cosas buenas va a haber siempre, pero que te digan malas, pocas. Yo voy a seguir diciéndole las malas".
Hugo va lanzado. Suma 29 partidos con los Wolves en la que se puede catalogar como su temporada de confirmación en en la Premier League. "Al principio no sabía qué iba a ser de mí. No jugaba mucho. Por circunstancias, echaron al entrenador y entró Steve Davis, que me conocía más de categoría inferiores. Aproveché mi oportunidad después de meses trabajando. Fue contra el Crystal Palace. A pesar de la derrota, hice un buen partido. ¡De los pocos en los que Guille me dijo algo bueno!". En el caso del segundo, vive un crecimiento más natural, "Muy contento desde el principio. Aquí el fútbol es más físico pero me adapté bien. Noté mucho la diferencia porque esto sí es de verdad fútbol profesional. Se ve en el club y en los aficionados que son increíbles". Todavía no ha podido debutar con los mayores, pero ha jugado 23 partidos con el filial.
Cuestionados por qué se quedaría el uno del otro, contestan con la boca pequeña, para no agrandar a su hermano, pero reconocen que cada uno tiene sus fortalezas. A Hugo le gusta el salto de cabeza de Guille, aunque eso "se trabaja fácil". En el caso de Guille, comenta que los centros no se le dan mal, pero que a su hermano le salen "clavados". Sobre la teoría de que cuando a un gemelo le pasa algo malo, el otro lo siente de alguna manera, como si se tratase de conexión sensorial, cuentan su experiencia. "Es verdad que la única vez que nos hemos lesionado este año fue al mismo tiempo. Y luego volvimos a la vez. Pero creo que fue casualidad. Espero que no tenga nada que ver", acaban bromeando. La realidad es que, por esos entrenamientos en el jardín, esa marcha de Hugo al Wolverhampton o por la conexión sensorial, Hugo y Guille han llegado a la élite y están dispuestos a luchar para seguir escalando.