En la sobremesa de Modric, Mbappé siempre se la pasa a Vinicius, pero Vini se la pasa menos a Kylian

Partido de sobremesa. A la hora en la que se jugaba antaño, el siglo pasado, cuando el fútbol era más de los aficionados y menos de las plataformas televisivas. Cuestión de negocio. Y no es una queja. Es una realidad. Duelo entretenido, que ya es bastante. El Madrid se quedó cortó. Marcó dos, pero pudo haber hecho media docena a poco que Vinicius hubiera acertado en algunas de las ocasiones en las que pensó más en él mismo que en el equipo y que Mbappé no hubiera apuntado siempre, en las oportunidades que tuvo, a un Gazzaniga empeñado en romper la racha realizadora del francés con unas cuantas paradas de mérito.
El individualismo del brasileño ya viene a ser una constante. Forma parte de su forma de entender el juego. No le vale con estar en casi todas, por no decir todas, las acciones de ataque. Quiere goles. Y huérfano de ellos durante un buen tramo de lo que va de temporada hasta el marcado contra el Girona, no quiere perder la estela realizadora de Kylian y casi siempre que se ve con opciones de sumar, se obsesiona en el remate y no en el pase, aunque el compañero esté mejor colocado.
Sucedió este domingo un par de veces, como mínimo, y también el miércoles contra el City. El francés comienza a resignarse. Él la pide, que es su obligación, pero si no se la dan, poco puede hacer. De momento lo que no hace es gesticular ni echarle al público encima a su compañero. Por el contrario, cuando Kylian galopa hacia la puerta contraria y ve que el brasileño le acompaña en la estampida y está mejor situado para el remate, casi siempre se la pasa. Como ocurrió en el segundo tanto blanco ante el equipo de Míchel.
Cada partido del Real Madrid, sin pretenderlo, se ha convertido en un duelo entre ellos. Un mano a mano singular. Es un desafío individual dentro del reto plural. Curioso es que en esa batalla entre los dos 'gallitos', el tercero en discordia, Rodrygo, comenzara contra el Girona jugando donde más le gusta, en la izquierda. También zona preferida de sus dos compañeros de fatigas. Sin Bellingham, Ancelotti volvió a ocupar los espacios con un sistema más cercano al 1-4-4-2 que al 1-4-3-3 y las dos referencias ofensivas fueron precisamente Vini y Kylian, con Brahim en una banda y Rodrygo en la otra.
Con muchos ojos centrados, casi por obligación, en esa rivalidad goleadora entre el '7' y el '9', en el Bernabéu surgió la figura de un futbolista único que está sobrellevando la pretemporada que puede ser la de su despedida del Real Madrid, lo mejor que puede. Al final, está jugando bastantes minutos en casi todos los partidos. Nunca tantos como a él le gustaría. La estadística señala que, en lo que va de temporada, en todas las competiciones, ya ha comparecido en 38 citas. Parecen muchísimas, pero solo en 17 de ellas ha sido titular. Números al margen, Modric, que este es su nombre, casi nunca defrauda. A su ritmo, a su manera, a un tran-tran elegante, saca todo lo que tiene dentro y eso en un futbolista que ha tenido tanto hasta hace bien poco, siempre será mucho. Maldita edad.
Con Tchouameni, uno que no para de correr, a su lado, el croata se sintió más cómodo que en otros encuentros.Marcó un golazo -al Girona se le olvido que en los córners hay que colocar jugadores en la posición de rechace- y dio el pase en profundidad del segundo cuando vio que Mbappé salía en carrera desde su campo. De gimnasia rítmica la postura en la que colocó el cuerpo para generar ese balón en ventaja a su compañero. No entrará en la estadística de los pases de gol, pero lo merecería.