OPINIÓN

Al '7' no se le puede pedir también que defienda... Es humano

Griezmann, en una acción del partido entre el Celtic y el Atlético de Madrid. /AFP
Griezmann, en una acción del partido entre el Celtic y el Atlético de Madrid. AFP

Confesaba 'Sir' Bobby Charlton, que en paz descanse, que desde su mocedad admiró a Alfredo di Stéfano porque una tarde-noche madrileña, con 19 años, le vio jugar en directo en el Bernabéu. Venía con su Manchester United y le tocó chupar banquillo. Como en aquellos tiempos no había cambios, tuvo que ver el partido desde la tribuna y desde allí vio la luz. Del '9' del Real Madrid le admiró que fuera el eje que moviera todas las piezas de su equipo. "Todos le daban el balón, el portero, los defensas, los medios, los delanteros... Parecía como si todos jugaran para él... y él era el equipo".

Pues algo parecido le ocurre al Atlético con Griezmann. Pero en lugar de suceder en los mediados los 50 del siglo pasado, ocurre, ahora, en la segunda década de esta centuria. La dependencia de Antoine crece por partidos hasta el punto de que puede llegar a ser muy peligrosa y tener grandes horribles consecuencias. Llegará el día que sus niños le contagiarán algún virus, de esos que se agigantan en las guarderías y en los colegios, y tenga que llamar al médico para decirle que le diga a Simeone que no está para jugar.

¡Ay cuando suceda eso! ¿Qué será de este equipo que mira, huele, escucha, siente, anda, corre y vive por los latidos de su '7'. Hoy por hoy no se puede imaginar un Atleti sin la omnipresencia de su todocampista. La desgracia de los rojiblancos es que Antoine ya no puede hacer más. No se puede meter entre los centrales para achicar los centros que mandan sus rivales desde las bandas, ni ponerse de lateral para bascular con un mínimo sentido de la ubicación y no dejar siempre libre un latifundio de terreno, ni sacar la línea que acula en su área... No puede llegar a tanto. Es humano.

Este Atlético de Simeone defiende mal en el más amplio sentido de la palabra. Hace tiempo que Savic, que reaparecía en Celtic Park, dejó de ser una garantía y jugar con Witsel en el medio de los otros dos centrales es una invitación a que tarde o temprano te hagan un gol. El belga, por mucho que se empeñe el técnico, no tiene oficio de central, ni lo tendrá nunca. Mala noche también para un Javi Galán a quien la Champions le pasó por encima en los primeros 45 minutos... porque a los 45 siguientes su entrenador ya le había mandado al banquillo. ¿Por qué? Porque por su zona de referencia llegaron los dos goles de los escoceses y su rostro reflejaba desconfianza, por no decir miedo.

En definitiva, que a este Atlético que da la cara en la Liga, la Champions le pesa. No está cómodo últimamente en esta competición que históricamente tanto ansía y desea. Tiene problemas de idiomas. Cualquier rival, hable italiano (Lazio), holandés (Feyenoord) o inglés (Celtic) le pone los partidos en japonés. No es capaz de entenderlos. De mandar en ellos de verdad, no con un dominio dormilón y una secuencia de pases ficticia cada cierto tiempo. De hecho, el Celtic le arrebató el balón durante muchas fases del partido y lo jugó con más sentido y profundidad. El empate no es malo, pero tampoco bueno. Y lo peor son las dudas sembradas en cada uno de los tres partidos europeos jugados.