OPINIÓN

La guerra de canteras entre Real Madrid y Atlético llega (lamentablemente) a los niños

El pasamanos entre los jugadores de Real Madrid y Atlético./LALIGA
El pasamanos entre los jugadores de Real Madrid y Atlético. LALIGA

Tres días de ilusión, de goles y abrazos, de tantas familias unidas por el fútbol y sus hijos. Este fue el resumen de LaLiga Futures de Maspalomas, en la que los mejores jugadores Sub-12 del mundo se dieron cita en Gran Canaria por un título muy prestigioso. No hubo un mal detalle, hasta el último suspiro. Justo antes de empezar la final entre el Real Madrid y el Atleti.

El capitán del Atlético de Madrid empañó la deportividad del torneo traicionando el gesto más noble de cada partido de fútbol: el tradicional pasamanos entre equipos rivales, que además en LaLiga Futures se hace con todos los miembros de cada plantilla. El jugador atlético zarandeó a otro del Real Madrid cuando tenían que saludarse.

La historia tiene una explicación, que no justifica los hechos. El capitán colchonero actuó así porque su rival había cambiado de club en el pasado verano: del Atlético de Madrid al Real Madrid, precisamente. La organización del torneo estuvo muy atenta durante los tres días para que los valores del deporte fueran el sello de LaLiga Futures, pero no repararon en este detalle final. Sí las televisiones.

La situación de máxima tensión entre ambos clubes llegó al verde. Tras el fin de su pacto de no agresión, en el que Real Madrid y Atleti se comprometían a no fichar jugadores de sus canteras, parece que todo está permitido. Pero no. Fue la enseñanza del torneo, que dio una lección. Y este accidente sirve para recordarlo de manera aún más solemne.

En el deporte y en el fútbol hay pillería, orgullo, rivalidades. Pero jamás se han de atropellar los valores. Los 12 años son una buena edad para aprenderlo. También lo saben los padres, que tras toda una vida educando a sus hijos comprueban que los 'vicios' se pegan antes que las bondades.

El gesto en el pasamanos de la final de LaLiga Futures es la prueba evidente de que la guerra entre las canteras del Real Madrid y el Atlético está llegando demasiado lejos. Un torneo que tradicionalmente sirve para forjar amistades entre jugadores de la misma edad no puede terminar con un ajuste de cuentas.