A hombros de Fabián y de los cambios

Futbolísticamente hubo dos Españas. La Selección sin balón de la primera parte, minimizada por las marcas individuales de una Dinamarca reventona en lo físico. Y la Selección con balón del segundo tiempo, que se ganó la victoria con el sudor de su ataque y la inmensa confianza en sus posibilidades.Esta España termina ganando a casi todos sus rivales porque nunca deja de creer en sí misma. Incluso con media docena de bajas y ante un enemigo de cierto nivel que puso cara la victoria. Es evidente que este equipo ha aprendido a ganar. Y ganar conduce a vencer. Más o menos como el 'ganar, ganar y ganar' de Luis Aragonés.
La primera parte desplegada por la Selección dejó en evidencia ciertas sentencias en las que, más o menos, todos estábamos de acuerdo. Evidentemente, Porro no tenía la presencia, en el más amplio sentido de la palabra, que propone siempre Carvajal. Zubimendi no terminaba de coger el partido por el pecho, como suele hacerlo Rodri. Oyarzabal no hacía olvidar a Nico Williams cuando se trataba de dar velocidad, regate y profundidad al equipo. Pedri tampoco ejercía de Dani Olmo en esa zona de la mediapunta siempre cercana al gol... Pero, afortunadamente, sí estaba Fabián. El centrocampista del PSG, que no ha perdido nunca con la Selección, se convirtió en el batería del equipo.
Si en la primera parte fue el más entonado, el único que plantaba cara al despliegue físico de los daneses, en la segunda se echó a sus compañeros a los hombros y los condujo a la victoria. Con la entrada de Merino, Fabián adelantó su posición y se convirtió casi en un segundo delantero que estuvo más cerca que nadie del gol. Y pudo hacerlo en un remate final con esa zurda que siempre hace lo que le manda su cabeza. Fabián juega muy bien al fútbol. Y además tiene físico. Su envergadura le ayuda a que se le vea desde lejos. 'Zurdea' con el balón y casi siempre elige la mejor opción. Es generoso en el esfuerzo y cuando levanta la cabeza divisa el horizonte con naturalidad.
En la segunda parte, España salió del embudo en el que se había metido en su faceta ofensiva y, desde la posesión, fue sometiendo y arrinconando poco a poco, metro a metro, minuto a minuto, a Dinamarca hasta terminar rematando en 26 ocasiones. Con los cambios, Fabián se encontró con dos buenos compañeros de viaje: Merino, que le liberó de ciertas funciones defensivas, y Baena, que habla su mismo idioma y a quien buscó de forma descarada. Fue su mejor aliado para buscar y encontrar los espacios de una Dinamarca que comenzaba a perder aire hasta que se asfixió. Incuestionable en el plano técnico, una muestra de su capacidad física se vio en su jugada del minuto 90... Acción de auténtico crack.