LALIGA PROMISES

Un día en la Promises: supermercado en el hotel, aplausos en comedores...

El torneo de Maspalomas llega a su fin con triunfo ante el Espanyol entre fiestas en los hoteles y el compañerismo de los equipos.

LaLiga Promises, en su presentación./LALIGA
LaLiga Promises, en su presentación. LALIGA
Jonás Pérez

Jonás Pérez

Suena el despertador a las 8:00, ya mal fario para quien piense que LaLiga Promises son unas vacaciones de Navidad. Aun tan pronto, hay runrún en los pasillos. Los equipos comparten planta con la prensa y los niños está como pez en el agua. Ninguno se pierde el desayuno, el cosquilleo de los partidos les invita a madrugar. Minutos más tarde, comienzan a salir los primeros buses. Nos desplazamos con los clubes e incluso alguno bromea con que somos su talismán por los resultados cosechados al compartir desplazamiento. El campo municipal de Maspalomas está a unos quince minutos en coche. El paisaje no invita a la fotografía: lo suyo es un turismo de hoteles, piscinas de lujo, pulseritas en brazo y un trozo de carretera y palmeras.

La instalación está custodiada por hombres de sonrisa sempiterna, que abren las puertas con ganas de ver a los pequeños un día más. A mano izquierda, nada más entrar, la organización deleita con piezas de frutas y botellas de agua a los presentes. Una curiosidad: los niños adoran el plátano, muy por encima de las manzanas. El DJ ya prepara su actuación. No estuvo al nivel de los jugadores, pero qué temazos. Qué temazos.

Caminando por el pasillo hasta la zona de prensa, dos detalles especialmente significativos: los asientos aún guardaban barro de la lluvia (otro minipunto contra lo de las vacaciones) y el balón colado el segundo día de competición tenía un acompañante nuevo. Alguien, tras concluir la jornada, quiso intentar descolarlo... con una zapatilla. ¿Qué podría salir mal? Ahora, la pelota tiene nueva compañía.

Los partidos se disputaron con normalidad. El Barcelona se impuso al Betis y el Espanyol, al Sevilla en los penaltis. Si han pasado por aquí para leer sobre detalles futbolísticos, les invito que den un garbeo por otros lares. Cosecha del triunfo, la premonición de un miembro de un cuerpo técnico. "Sentaos en los mismos sitios, soy supersticioso", bromeaba en el autobús con los desplazados de los medios de comunicación.

Abrazos, consuelos, celebraciones, cánticos aprendidos como si llevaran toda una vida en el Camp Nou... La mañana transcurrió tranquila y dio respiro: los partidos acabaron dos horas antes que en días anteriores y los jóvenes futbolistas se marcharon al hotel para concentrarse antes de la gran final de la tarde.

Invierano en Gran Canaria

El clima invita a la suspicacia. De la lluvia al viento o al calor hay tan solo unos minutos. El cielo dio tregua este jueves. A la vuelta al hotel, en torno a media mañana, los extranjeros más osados apostaron por un baño en una de las innumerables piscinas que guarda el hotel. Poco después, se llenó el comedor. Allí, las plantillas tienen su hueco reservado y comparten espacio con total naturalidad. En definitiva, son grupos de amigos a los que les gusta vivir esa aventura en mitad de curso.

Un plato cayó al suelo y rompieron a aplaudir, en tono jocoso. El resto del salón les acompañó. Aún quedaban varias horas para partir de nuevo a las instalaciones y los desplazados a Maspalomas apenas tuvimos tiempo de inspeccionar el hotel. Se han visto provincias españolas más pequeñas. Un extenso paseo desvela espacios hasta ahora insospechados, como la existencia de un supermercado dentro del mismo recinto. O un jacuzzi caliente, sobrepasando las 1943 piscinas previas.

Entre sus paredes, laberínticas, apenas sobraba tiempo para ver el mundo exterior. Ahí está por algo el supermercado. La Playa del inglés está a unos diez minutos andando. En sus aledaños, puestos típicos para turistas extranjeros y kilómetros de costa. Había un profundo oleaje y bandera roja. Es necesaria la bandera, incluso en diciembre, porque, en ocasiones, hace la temperatura adecuada. Este jueves era el día propicio.

La final

De vuelta al campo, era el turno de la final de consolación: un camino alternativo que inventó LaLiga para que todos los equipos pudieran competir hasta el último día. Ahí dominó el Marsella, telonero del fin de fiesta. Espanyol y Barça compitieron hasta el último minuto y ganaron los pericos.

Los jugadores hicieron del césped una fiesta, cargada de confetis y cánticos, el día de sus vidas. Por allí andaba David Muñoz, de Estopa, aunque no fue él el que partió la pana. De vuelta al autobús, más y más cánticos. Voces y más voces, inagotables. Este viernes ya vuelven a casa, a seguir con sus vidas, con sus equipos, al colegio. En sus botas seguirá habiendo mucho fútbol y un entusiasmo atronador. Tienen 12 años, pero llevan el deporte en la sangre. Una conversación en los pasillos lo revela todo: "Se ha muerto Pelé". Y la respuesta: "Joe, tío, qué pena".