VALENCIA - VALLADOLID

La historia del niño abandonado al nacer que se enganchó al Real Valladolid y al que una llamada por error le reconectó con el equipo de su infancia

Juan Modesto fue abandonado al nacer en Valladolid en 1924. A los 17 años partió a Valencia y nunca regresó. Poco antes de morir, una confusión telefónica le conectó con su equipo y con su ciudad por última vez.

Alineación del Real Valladolid en 1950. De pie: Froger, Babot, Saso, Lesmes II, Lesmes I, Ortega y Lasala. Agachados: Ayala (masajista), Revuelta, Coque, Vaquero, Aldecoa, Juanco y Tomás (Utilero).  /El Norte de Castilla.
Alineación del Real Valladolid en 1950. De pie: Froger, Babot, Saso, Lesmes II, Lesmes I, Ortega y Lasala. Agachados: Ayala (masajista), Revuelta, Coque, Vaquero, Aldecoa, Juanco y Tomás (Utilero). El Norte de Castilla.
Alejandro de Paz

Alejandro de Paz

Hace más de 25 años, en 1998, Miguel Salán atendió una llamada inesperada en su despacho. Al otro lado de la línea, la voz de un anciano preguntó por las oficinas del Real Valladolid. "Se ha debido de confundir", respondió con amabilidad. "Esto es un despacho de abogados". Antes de colgar, buscó el número correcto y se lo facilitó al desconocido, sin imaginar que aquel error telefónico sería el inicio de una historia que marcaría sus vidas.

Al día siguiente, Salán descolgó otra llamada en el trabajo. Era la misma voz. Pero esta vez no se había equivocado. El anciano le agradeció la ayuda del día anterior y le explicó que solo quería renovar su abono y cedérselo a un amigo de Valladolid, ya que él vivía fuera. Miguel le escuchó con atención, le restó importancia al gesto y, tras unas palabras cordiales, se despidieron. Días después, el teléfono volvió a sonar. Una tercera llamada que, esta vez, se alargó mucho más…

El Real Valladolid, su primer amor y su primer hogar

El anciano, de 74 años, le contó su historia. Al nacer, el 22 de noviembre de 1924, sus padres lo abandonaron en el Hospicio de Valladolid, con buena ropa y una nota que decía así: "Este niño no está bautizado. Póngase por nombre Juan Modesto". Fue criado hasta los 5 años en una familia de Fuentelisendo, Burgos, antes de volver al orfanato. Al principio, Miguel no sabía si creer aquella historia ni entendía por qué se la estaba contando, y llegó a pensar que la edad le estaba jugando una mala pasada al buen hombre.

Cuando aún era un niño, con el Real Valladolid recién fundado en plena década de los 20, los niños hospicianos eran llevados a ver el fútbol al Estadio de la Sociedad Taurina, el primer campo del club pucelano. En una infancia tan dura, el equipo blanquivioleta se convirtió en el primer amor y el primer hogar del pequeño Juan. Con casi 80 años, dejaba sin palabras a Salán al recitar de memoria las alineaciones de los primeros años de historia del club, aunque las más modernas le fallasen. "Era como una religión", recuerda Miguel.

Se marchó solo y con las manos vacías para nunca volver

Cuando cumplió los 17 años, tuvo que marcharse definitivamente del hospicio. Lo mandaron a Valencia, pero en el viaje en tren lo atracaron. Juan llegó a la ciudad prácticamente con las manos vacías y empezó una nueva vida, dejando atrás para siempre su hogar, sus amigos y su equipo. Sin embargo, aquel error telefónico, ya con casi 80 años, le ofrecía una última esperanza.

Llamadas semanales durante tres años

A Miguel le costó encajar tanta información. No era fácil creer una historia así contada por un desconocido. Necesitaba pruebas, pero no tenía prisa. La incipiente amistad entre ambos hizo que Juan empezase a llamar regularmente. "Me llamaba dos veces por semana durante casi tres años. A mi casa los domingos, antes de los partidos del Real Valladolid, y a la oficina los lunes por la mañana, para hablar del resultado", rememora Salán a día de hoy. Y así fue conociendo más de su historia.

En ese momento, Juan estaba casado y con un hijo, tenía un puesto de frutas en un mercado y solo veía a su Pucela cuando iba a jugar a Mestalla. A su familia no le gustaba que recordase tanto su pasado, que parecía no haber superado aún. Jamás volvió a pisar Valladolid, salvo en una ocasión, cuando tuvo que solicitar unos papeles para casarse. Seguía siendo abonado de su equipo, aunque cada año cedía su carnet a un viejo amigo del hospicio, pues él nunca lo utilizaba. Y cuando el equipo vallisoletano jugaba, lo escuchaba en la radio, sentado en un banco de la Avenida Valladolid, en pleno centro de Valencia, siempre con algún amuleto de la suerte.

Su fiel oyente, cada vez más intrigado por la historia que descubría semana tras semana, despejó sus dudas al recibir pruebas que confirmaban su veracidad. Entre ellas, una carta que Juan escribió en 1947 al Hospicio de Valladolid, pidiendo conocer la identidad de sus padres, desconocida incluso por el propio centro. La respuesta del director del orfanato no dejó lugar a la esperanza: "Lamento que en los libros no conste indicio alguno de quiénes son tus padres. […] Lo mejor es que no te preocupes por quien no merece la pena, pues te dejaron en el mayor abandono, con lo que demostraron que tampoco a ellos les preocupabas tú. […] De forma que, como amor con amor se paga, ellos demostraron no quererte, pues no les puedes corresponder más que con la misma moneda".

Dos visitas para reconectar con su equipo a la distancia

Pasaron los meses, y Salán tuvo la oportunidad de viajar a Valencia por trabajo. Enseguida pensó en Juan y le propuso encontrarse. Y así lo hicieron. Le llevó fotos de Valladolid y algunos recuerdos personalizados del club, como una bolsa y unas zapatillas. En el tiempo que compartieron, Miguel le sugirió viajar juntos a Valladolid, pero este se negó. Tampoco le haría gracia a su familia. Aun así, confesó que, cuando muriera, le gustaría que sus cenizas fueran esparcidas en el José Zorrilla. Tiempo después, ambos vallisoletanos volvieron a encontrarse en otra visita. El abogado volvió a llevarle recuerdos de su tierra, por la que le preguntaba a menudo.

Una última llamada...

Pasados tres años, Miguel dejó de recibir llamadas. Extrañado, trató de contactarle, sin éxito. Cada vez más preocupado, buscó el número del mercado donde trabajaba. Tras insistir y conseguir otros contactos, finalmente escuchó lo que más temía: el teléfono que tantas veces había sonado con su voz al otro lado nunca más volvería a hacerlo. Juan había fallecido. Fue un golpe duro. En tres temporadas, se había convertido en un amigo con quien compartía su historia y la actualidad del Real Valladolid.

Por increíble que parezca, esta historia es real, y Relevo ha podido confirmar con el propio Real Valladolid que el nombre de Juan Modesto figura en las bases de datos de abonados del club hasta el año 2001. Miguel Salán sigue recordando con cariño a aquel hombre al que solo vio dos veces en su vida. Sin embargo, compartieron innumerables conversaciones sobre el equipo que les unía. Es consciente de que, si aquel anciano dejó huella en su vida, él también lo hizo en la de Juan. Desde aquella primera llamada equivocada hasta sus visitas con recuerdos de su ciudad natal, cada gesto significó mucho para él en una vida marcada por la incertidumbre y el peso del pasado, pero en la que Miguel espera que, al menos, haya sido feliz; y confía en que estas líneas sirvan también como un pequeño homenaje a quien, pese a la distancia, el tiempo y el haber tenido todo en contra, nunca olvidó a su Pucela.