El Athletic no aprende del pasado

El Athletic es un club enorme. Uno de los más grandes de España. Lo dicen su historia, sus títulos, su esencia, su afición. Lo demuestra San Mamés. También el espíritu de sus jugadores, que más allá de su falta de acierto en los últimos años, compiten y han acostumbrado a la afición a disputar semifinales de Copa del Rey y a soñar con títulos. Pero el club, no me refiero solo a las directivas, está en una deriva peligrosa. Muy peligrosa. La de no aceptar que haya futbolistas que quieran marcharse tras cumplir su contrato. O al menos a no saber gestionarlo. Tener miedo a la repercusión que pueda generar, meter la cabeza bajo tierra y esperar a que todo explote. Y explota, siempre explota.
Los contratos no son más que acuerdos firmados por una entidad y por un jugador, asumiendo que tienen fecha de caducidad. En el caso de Iñigo, que llegó en los últimos días de mercado de invierno desde la Real a cambio de la cláusula de rescisión, el 30 de junio de 2023. No había ninguna duda de que iba a ser así desde agosto. Lo sabía el club, el jugador, su entorno… Pero el miedo a las críticas y a que se generase un clima de crispación -seguramente por los precedentes- ha hecho que el silencio reine, que se convierta a los periodistas en los 'malos' por 'inventar' informaciones (se han demostrado que eran ciertas) y que todo salte por los aires.
Y en toda esta película, me centro en la imagen del Athletic, que es el que seguirá ahí y el que durante 125 años se ha ganado un estatus. Ahora necesita aprender del pasado. Más aún cuando la filosofía cada día aprieta más, con menos posibilidad por asuntos deportivos, sociológicos, de natalidad… Si ya es difícil jugar únicamente con futbolistas nacidos o formados en Euskal Herria, aún más complicado será hacerlo con los que únicamente quieren estar en el Athletic de por vida. Episodios como el de Iñigo, tenga quién tenga razón, no ayudan a que el conjunto rojiblanco sea apetecible.
El año pasado, por ejemplo, Sadio Mané jugó la final de la Champions League con el Liverpool teniendo firmado su contrato con el Bayern de Múnich. Le aplaudieron, le agradecieron su impresionante rendimiento en los años anteriores y le despidieron como leyenda del club. Y es el Liverpool, no un club cualquiera. Una entidad con raíces fuertes, cercana a su gente, admirada por muchos, con un público fiel…
Antes de que muchos se lleven las manos a la cabeza. Entiendo que el Athletic no es comparable con ningún otro porque es único en su forma de afrontar la competición. Ha elegido un camino diferente, ni mejor ni peor. Pero una cosa es ser diferente y otra no aprender nada de los buenos ejemplos. ¿Tan difícil era explicar la situación, poner sobre la mesa los motivos, dirigirse a los socios y que los últimos meses de Iñigo en Bilbao fuesen un adiós a la altura de su fútbol?
Ni el central ni el Athletic han estado a la altura de las circunstancias. Y es una pena, porque la marca Athletic, esa que se quiere exportar e incluso monetizar, queda muy dañada. El Athletic ha querido que Iñigo siga y ha intentado sentarse con él, pero desde hace meses no era posible. Pero eso es lo de menos cuando todos sabíamos que Iñigo no jugaría en Bilbao el próximo curso. Una vez eso era conocido, el objetivo tendría que haber sido acabar de la mejor forma y la más elegante. Por ambas partes.
El Athletic es un club histórico, enraizado con su gente, con una filosofía que le hace grande y que nunca debe cambiar, pero si se empeña en seguir dando la espalda a cuestiones que suceden en el día a día del mundo del fútbol corre peligro de quedarse fuera de la rueda. Si fue triste no clasificarse a Europa por sexto año consecutivo, aún más este espectáculo ofrecido en una mañana del 6 de junio con la temporada acabada. Y habrá más episodios.