OPINIÓN

Caso Ancelotti: el plan o "paripé" del Real Madrid, los nervios de Brasil y las calabazas de su hijo

Carlo Ancelotti, junto a su hijo Davide, en un entrenamiento del Real Madrid. /GETTY
Carlo Ancelotti, junto a su hijo Davide, en un entrenamiento del Real Madrid. GETTY

El Real Madrid quiere renovar a Ancelotti, Brasil dice que ya lo tiene atado para 2024 y el entrenador, que en verano planeaba su inminente jubilación, hace suya la frase de "sólo sé que no sé nada". Todo cabe. No es que haya contradicciones por el camino. Y tanto suspense ha sido ya más o menos explicado. Otra cosa es la intrahistoria que subyace, los motivos que tiene cada uno para liderar este relato y las señales que nos hacen presagiar quién saldrá victorioso y quién quedará bastante herido.

Si algo pretende en la vida Florentino Pérez es tener la sartén por el mango, algo que parece que ahora se le había comenzado a escurrir, y mantener las filas prietas. No es una casualidad que el Napoleón del Siglo XXI planee en alguna que otra siesta cerrar la puerta a Mbappé por sus continuas calabazas ni que unos días deslice entre sus escuderos que Carletto es su hombre (como en estas horas de vino y rosas) y que otros le acorrale contra la esquina ante terceros para picar su orgullo (tras el 3-1 del Metropolitano).

Tener a un entrenador al mando que en enero pueda estar pensando en otra cosa más exótica que vencer en Mendizorroza, es un capricho que no piensa concederle por muy bien que le caiga. A sus ojos, aquí es el Madrid el que debe tener siempre la última palabra. Si su hipotética salida se oficializase pronto por boca del propio entrenador o por la incontinencia nerviosa de la CBF, la noticia dejaría al club blanco en mal lugar -con lo que al presidente le preocupa la imagen- y tendría un fuerte impacto en el vestuario de Valdebebas con la Liga, la golosa Champions, la Copa del Rey y hasta la resucitada Supercopa de Arabia en juego. Con los peligros que supone para el oído y la actitud del futbolista el hecho de que el que da órdenes y toma las decisiones no pinte nada ahí dentro la próxima temporada.

El Madrid no quiere pasar por este trago y si alguien tiene que jugar con la paciencia será él. Tiene una hoja de ruta perfectamente diseñada y, en estos momentos, entiende que la continuidad de la persona que mejor se entiende y que más exprime a las jóvenes promesas es la adecuada. Otra cosa es que la ejecución de sus pensamientos sea tan rápida como le gustaría al resto. Ha debido percibir por el camino, a través de sus intermediarios de confianza, que Xabi tiene tantas ganas de volver a pisar el Santiago Bernabéu como pocas prisas de acelerar su mili en Leverkusen, así que abrazarse mientras a otro entrenador nuevo y desconocido que dirija la transición -hasta que se decida a dar el paso-, podría hacer bailar los tiempos preestablecidos. Sería complicado que algún voluntario de tronío (Tuchel, Klopp o similares) firmara sólo una o dos temporadas de blanco, las necesarias para entregar después las llaves a Don Alonso. Porque a Chamartín, salvo que vengas de rebote, lo suyo es intentar tocar la gloria o mejorar la cuenta corriente.

Renovar ahora a Ancelotti no supone ningún peligro para el Madrid porque, a fin de cuentas, los resultados serán los que sigan mandando. Si la desconfianza apareciera este mismo curso o a mitad de rodaje en el siguiente, ahí está Raúl en el Castilla, al que la directiva no piensa darle un proyecto de cero pero al que mantiene en la Ciudad Deportiva como el que tiene colgado un apagafuegos. Y, además, hasta la normativa está del lado de la empresa. Antes, cuando se destituía a un técnico, se le tenía que pagar el contrato entero, y ahora, con seis meses de finiquito, se soluciona el papeleo e incluso se le paga con pereza. Que le pregunten a Setién, por ejemplo, cómo van los ingresos del Barça y el Villarreal.

Otra cosa es que todo esto sea un paripé. Y que lo que se pretende es poner al míster contra las cuerdas. Que es a lo que se aferra la confederación brasileña, instalada en un lugar del mundo donde impera la fe por encima de todas las cosas. Es decir, que el Madrid vea bien que Ancelotti cierre su currículum en una selección pentacampeona y que todos estos últimos movimientos que ha realizado formen parte de un mero teatrillo de cara a la galería para justificarse ante su afición y que él no tiene la culpa del divorcio. Algún que otro directivo de la CBF, venido arriba por la tensión del momento, amenaza off the record incluso con airear algún WhatsApp comprometido y documentos para demostrar que entre Brasil y Ancelotti hay mucho más que un pacto de caballeros. Es más, repiten una y otra vez que ningún directivo en su sano juicio iba a tener a una selección de este nivel sin entrenador titular durante dos años, tras la salida de Tite, si no hubiera garantías de peso atadas y seguridades legales con las que reclamar un plantón.

Ancelotti, por su parte, unas veces juega al despiste y otras se deja querer por aquí y por allá. No se inmuta ni baja la ceja pese a que el tiempo se le acaba. Tener que tomar la dura decisión entre jubilarse y contar billetes, dirigir al Madrid o disfrutar de Brasil, le hace que hasta se le escape la risa floja. Pero responder tres veces por semana "no hablo de mi futuro" y llegar a mediados de enero sin nada claro puede afear mucho su papel. Sobre todo, si a esas alturas los resultados se tuercen (ojo a la Supercopa de España con Barça, Atlético y Osasuna) y las comparecencias no son tan plácidas como las de esta semana.

Si Ancelotti anuncia en breve que se va a Brasil, ya que la CBF no puede esperar mucho más por la presión popular, el Madrid quedará en una posición inesperada, desconocida e incómoda. Pero si se queda en España, el italiano quedará como un traidor para Brasil -algo que por otra parte no le importa demasiado en comparación con su mimo al madridismo- y la CBF como una institución totalmente ridiculizada. Lo que el técnico -un caballero de los pies a la cabeza- no se puede permitir, si nadie da un paso tras las fiestas navideñas, es quedar como un trilero que, por un lado, dice que no ha negociado nada con Brasil y que, por otro, esperará "hasta el último segundo al Madrid". Así que por su bien, aunque nada está garantizado en esta partida póker, que se haga oficial pronto el acertijo.

Puestos a apostar, yo lo haría al blanco. Que Davide Ancelotti, el hijo y alma del staff técnico en el vestuario, siga desechando ofertas de futuro para volar por libre no es absolutamente una certeza de nada, pero es una señal de casi todo.