OPINIÓN

Arda Güler es un inconsciente

Arda Güler, junto a Florentino Pérez, en su presentación./

Arda Güler es un inconsciente. Y por eso me gusta. Antes de continuar, me gustaría aclarar que ni le conozco personalmente ni, por supuesto, futbolísticamente. No pertenezco, por tanto, a la estirpe de turcólogos que han emergido en las últimas semanas con la virulencia de los pandemiólogos y vulcanólogos. No estoy en condiciones de calibrar su talento sobre el verde, que debe tenerlo y a granel. Sin embargo, ya me ha metido en su bolsillo con la insensatez que gobiernan los cuerpos jóvenes. ¿A quién se le ocurre romper el protocolo? A la gente que no es 'normal'. A los niños, a los genios.

Lo bueno es enemigo de lo excelente. Y quien se atemoriza con los límites está condenado a ser oveja blanca. A vivir cien años sin probar los licores del placer, sin asumir riesgos. Güler es ajeno a todo esto atendiendo a lo que sucedió en su primera aparición como jugador del Real Madrid. En medio de la tradicional homilía de Florentino Pérez, el turco, con sus 18 primaveras y los ojos con demasiadas huellas que mirar para ir descubriendo el mundo, se levantó de su asiento cuando el presidente pronunció su nombre por primera vez. Un resorte.

No fue un error del intérprete que le susurraba palabras al oído a través de un pinganillo, sino consecuencia de un carácter osado. Florentino intentó, con gestos, hacerle entender que aún no había llegado el turno de abandonar su asiento y dar así su primer mensaje madridista. Fue en vano. Cuando parpadeó, Güler ya estaba allí, a su lado. Me gusta pensar que así es su fútbol, dos flashes en medio de un pestañeo, imprudente.

Después, sobrevinieron unos minutos de tensión e intranquilidad. Los sentí yo, que me cuadro ante cualquier autoridad. Siempre me impusieron los uniformes (veía a los boticarios como auténticos héroes) y, cuando conseguí que me pagaran juntando letras, supe que un error en el color de un cintillo equivalía a dos semanas en galeras y una vida con la cruz a cuestas. Por eso, obedezco siempre cuando veo un margen. Por eso, me mordí un puño cuando vi la ocurrencia del joven Arda y percibí la incomodidad de Florentino, paladín del orden establecido. 

La continuación de su discurso, con la mirada en el infinito y sintiendo la respiración del chaval a su lado, fue perturbador. Al finalizar, habló el nuevo jugador del Real Madrid y su verbo turco alivió la escena con una pátina de exotismo y expectativas. 

Como joven e inconsciente, Güler es el inicio de las memorias de Laurent Fignon, parece que no le teme a nada. No sólo por la rebeldía en su puesta de largo. Ni por no atender a quienes le aconsejaron que era recomendable que permaneciera una temporada más en Turquía. Ni por su ambición pese a ser consciente de que su entrenador le ha visto más bien poco ("Salir cedido no entra en mis planes"). Sino por su energía. Hay personas que desprenden tal decisión y genialidad que al mundo no le queda otra que admirarlas. Tras verle en su primer acto, compré el discurso de los que comparaban a este talento con Guti u Özil, dos de los ídolos del fichaje. Emiten en la misma frecuencia. Zurdos y geniales. Lo suyo no era fútbol de brocha, tenía más que ver con la delicadeza del pincel. Y también con la intermitencia. Pretender que construyeran una nueva maravilla del mundo en cada partido era injusto. Las musas necesitan un respiro.

Ahora Güler está en ese momento en el que todo es posible porque nada ha hecho. Unos suspiran por que sea la reencarnación del '14' o el gemelo de Mesut, con un fútbol que trasciende la estadística; otros cruzan los dedos para que al talento le acompañe más la regularidad que las noches. Lo que sí ha quedado patente en su presentación es que Arda, por malentendidos, ganas o atrevimiento, no ve límites ni protocolos. Una ceguera que es propia de los jugadores con algo especial.