Asensio y Ceballos piden audiencia a Florentino

Para que el Valencia saliera victorioso del Bernabéu tenían que confluir varios escenarios. El primero, que el equipo hubiese perdido la memoria. Concretamente la de que guarda recuerdos de los últimos diez años, la era Meriton, para así reencontrarse con el convencimiento y la autoridad de quien se siente superior y grande. El segundo, que el Madrid fuese el de los peores días, sin ideas, ánimo y gol. Y el tercero, que la suerte le acompañara. Ninguno de ellos apareció. Quienes sí lo hicieron fueron Marco Asensio y Dani Ceballos. El primero evaporó el runrún del empate (y del gol anulado a Rüdiger) con el que acabó un nuevo primer tiempo gris de los blancos con otro misil para encuadrarlo. El segundo fue otra vez luz, fuego y destrucción. Ambos, con su contrato sin renovar, pidieron audiencia a Florentino. Vinicius, que hoy jugó su partido 200 con el Madrid, sentenció el encuentro. Fueron dos minutos, los que separaron el tanto de Marco y el de Vini, en los que el Madrid se encendió y se subió a la Liga.

Los de Ancelotti acabaron el encuentro con buenas noticias, manteniendo los cinco puntos de distancia con el Barça y su persecución intacta. Pero también con dolor, el que despertó la lesión de Militao y la de Benzema justo cuando se presentan las curvas más pronunciadas del calendario. Ahora llega el momento más importante de la temporada. Y ahí han alzado la mano Asensio y Ceballos. Por su parte, el Valencia, en clara crisis nerviosa, requiere que Voro desempolve sus poderes milagrosos. Mucho trabajo tiene por delante.

Asensio es un jugador de cien cañones por banda y cuando saca brillo al que tiene en su zurda no hay debate. Este es un jugador especial, por estética y talento, y especialista porque su pierna sólo descarga obras de arte. El balear hace bello un gancho. Así, con un pum, noqueó al Valencia en el inicio de la segunda parte y le dejó desconcertado. Dos minutos después, Vinicius acabó con el combate. Aunque después abordaremos el asunto del brasileño. Hablábamos de Asensio, quien así como a la vida le basta una grieta para renacer, hierba que emerge del empedrado, él necesita espacio. Primero para sentir desde el fondo del armario que hay luz. Segundo, para cargarse de confianza.

Con la titularidad, Asensio encaró el partido del único modo que podía hacerlo viendo el auge de Rodrygo: buscando la mejor manera de alimentar el ánimo, que no es otra que el gol. En el primer tiempo falló tres ocasiones, una después de un taconazo maravilloso de Benzema. Era de los pocos que en esa primera mitad pálida de los blancos entendía que el Madrid se estaba jugando la Liga. Y tuvo su premio. Recuperar su mejor versión cuando el calendario aprieta es una bombona de oxígeno ante la posible baja de Benzema, que se retiró lesionado. Y sigue negociando la renovación. Cuando recuerda a ese jugador que vuela sin esfuerzo, no hay recelos ni dudas de que debe mantenerse en la plantilla. Sólo necesita dar continuidad a estas apariciones. Es una lástima que haya perdido por el camino demasiadas perlas...

No es fácil dar con otro Modric para relevar al croata porque sencillamente no lo hay. El Luka de las grandes ocasiones no tiene parangón. Tantas miradas estaban puestas en el mercado que se dejó de ver con buenos ojos lo de dentro. Y cuando nadie le buscaba en casa se encontró a Ceballos. Siempre estuvo ahí pero ni le dieron espacio (importancia) ni él tampoco exprimió las oportunidades como una bayeta a la que quieres quitarle todo el agua.

Tiene muchas de las características que posee el croata y todas ellas las enumeró Ancelotti ayer: no le molesta tener el balón, es muy inteligente, tácticamente muy listo, su condición física ahora es óptima, tiene mucha confianza y es jugador de personalidad. Contra el Valencia volvió a ejercer de líder en el centro del campo, bajando a recibir, rompiendo líneas con su zancada y echándose el equipo a la espalda con su ímpetu. El Bernabéu acabó con un grito unánime: "¡Ceballos quédate!". Lo escuchó Florentino, que ya tiene entre manos ofrecerle la renovación.

La vida de Vinicius ha ido a más velocidad que su DNI. Su talento le llevó al Flamengo, donde se habituó a jugar con chavales dos años mayores que él; debutó con el primer equipo en mayo de 2017 con 16 años, rompiendo las barreras de precocidad fijadas por Neymar y Gabriel Jesús; días después fichó por el Real Madrid y hoy, con 22 primaveras suma 200 partidos de blanco en los que ha tenido de todo. Pero sobre todo rapidez. Porque Vini es feliz cuando le dan llanuras para correr. Como la que Benzema vio tras la espalda de Paulista y el brasileño aprovechó para sentenciar el partido. No estaba siendo su noche, cada vez están siendo frecuentes estas bajadas de volumen. El gol le devolvió la sonrisa, aunque a nadie se le escapa de que ha perdido ese exuberancia premundialista.

Nada más coger al Valencia, Voro le devolvió los galones a Gabriel Paulista, defenestrado por Gattuso. Y el brasileño se puso la cruz con una patada desproporcionadísima a Vinicius en el minuto 73. El central está atravesando su peor temporada en el conjunto che, descentrado y con los cables pelados, como comprobaron (otra vez) las piernas del madridista. Alberola Rojas no lo dudó y le sacó la tarjeta roja. Una acción de juego sucio que reflejó su frustración y, además, supuso otra puñalada para su equipo, que ya iba perdiendo 2-0. "¿Pero qué se te ha pasado por la cabeza, Paulista?".

El VAR y su utilización con fórceps ha vuelto a generar runrún. Alberola Rojas anuló justo antes del descanso un gol de cabeza de Rüdiger sin que, en primera instancia, nadie supiera el porqué. Y ahí entró de nuevo el cirujano del videoarbitraje. En esta ocasión fue Medié Jiménez quien vistió bata verde, mascarilla y guantes de látex y avisó al colegiado alertado por una caída en el área de Yunus Musah. El monitor mostró cómo el jugador del Valencia agarraba a Benzema mientras el francés se intentaba quitar la marca. En ese forcejeo, Karim le dio con la mano en la cabeza mientras ya se estaba cayendo. Después de la autopsia, el árbitro rellenó el informe: gol anulado... y amarilla a Benzema, que no daba crédito. El mismo que el VAR pierde con este tipo de uso. ¿Entrará ahora en cada forcejeo del área?

Ser defensa del Real Madrid es una profesión de riesgo. Sólo hay que ver el parte médico de la temporada que parece más un parte de conflicto bélico. Mendy, Alaba y Lucas están lesionados, Carvajal acaba de salir de la enfermería y contra el Valencia cayó Militao. Cuando en el minuto 34, el brasileño se echó la mano al aductor derecho, Ancelotti se la puso en la cabeza porque su baja es un disgusto mayúsculo. En primer lugar porque Militao se había convertido en un pilar tan fuerte que él solo era capaz de romper cualquier miedo, el que más en forma estaba. Y, además, porque esta lesión llega a pocos días del Mundial de Clubes y de la ida de octavos de la Champions contra el Liverpool.

La defensa es un solar porque a las bajas se unen los 'descatalogados' Vallejo y Odriozola. Y en estas, a quien nadie mueve ya del once es a Nacho. El canterano nunca da dolores de cabeza y siempre es solución. El Madrid no sabe el tesoro que tiene en casa con un contrato que se le acaba en junio. El mercado no te ofrece jugadores de tan alta talla (y gratis).

Nunca un nombre ha definido mejor a una persona. Voro fue bautizado hace 59 años como Salvador. Aquella imposición le debió dotar de algún don prodigioso, de poderes tan poco visibles pero tan necesarios para mantener la vida como la honestidad y la normalidad. Ha sido (y es) todo en el Valencia: canterano, jugador, técnico del filial, delegado, team manager, apagafuegos y esa última esperanza que acaba convirtiéndose siempre en la única. Nadie mejor que él representa la figura de hombre de club porque por encima de Meriton y su dantesca gestión siempre ve volar al murciélago.

Tras la espantada de Gattuso por diferencias con el máximo accionista, Peter Lim, Voro sale otra vez al rescate, la octava. Las otras siete obró el milagro. El enfermo se levantó y caminó. Veremos ahora si el efecto permanece intacto. El Bernabéu, a pocos días de coger los mandos del equipo, no era plaza para testarlo. Eso sí, el mal del Valencia no se cura ni con una victoria ni con una permanencia. Y ya dura casi una década.