El Barça de 'Hansi Tarrés' levantará títulos y será goleado varias veces

En este Barça cabe absolutamente todo. Ni es tan bueno como se dijo tras tumbar al Real Madrid y al Bayern ni tan malo como parecía después de esta mini-crisis superada en Mallorca. El descontrol es su nueva forma de vida y eso tiene sus extremos. Puede ganar títulos y, al mismo tiempo, salir varios días en las páginas de sucesos.
Habrá a quien le guste. No estoy entre ellos. Los que estuvimos en el Bernabéu en el último Clásico vimos, y sabemos, que aquel 0-4 fue algo engañoso y que el equipo de Flick llegó vivo al descanso de milagro con esa obsesión por tirar la línea en medio campo. El técnico alemán, siendo bueno, aún no es Anna Tarrés, por lo que su zaga sincronizada saltó, salta y seguirá saltando durante toda la temporada por los aires de vez en cuando. Que no es poco. Es como si en los toros un novillero recibe dos cornadas en cada plaza.
Esto no es un futbolín. Y ese ejercicio de fe exige una concentración que, a veces, por el cansancio, el rival o un error humano se lleva por delante el resto del trabajo. Hay quien puede encontrar divertido depender de los demás, árbitros y VAR incluidos, pero que el Barça de los centrocampistas, la pausa y la posesión siempre viva en el alambre es un hobby al que no encuentro sentido. En la isla llegó otra goleada. También hay varios infartos por el camino. En Liga puede alcanzar porque no hay un Liverpool en toda la geografía española. Pero en Europa, varios días le sacarán del campo en ambulancia.
La apuesta por la presión alta y ese riesgo con el fuera de juego es una alternativa más que está bien utilizar en algún momento dado. La temporada es muy larga. Tener plan B y hasta C es necesario. Otra cosa es que el juego de este equipo se base en ese suicidio latente. Suena a despropósito. Y creo que es conveniente decirlo, por impopular que sea y pese a un 1-5. Sobre todo porque, además, marida decir que las sensaciones generales son estupendas y que, al mismo tiempo, este Barça transmite de todo menos tranquilidad.
Seguramente a estas horas los entrenadores más sesudos me estén poniendo a caldo (por eso no tengo el carnet), junto con los culés más radicales, pero más que un simple desahogo es una llamada a la cordura para que este equipo tan rockanrollero de noviembre sea un certeza y no una piltrafa en primavera. Y eso, a mi juicio, sólo pasa por una previsión: que de vez en cuando, cuando todos los rivales hayan estudiado como superar la trampa, de golpe y porrazo Flick varíe lo ensayado y mande a Cubarsí e Íñigo de nuevo a la cueva. Donde los adversarios ya ven un estilo predecible, debe ofrecer siempre una sorpresa e incógnita.
Claro que defender de esta manera tan talibán tiene sus beneficios. Faltaría más. Y Ferran y Raphinha se aprovecharon de ello. Ahí están las estampidas al contraataque como el mejor Madrid de Mourinho por pillar al contrincante volcado, buscando grietas en segundas jugadas, y descolocado por ese intento de superar con aparente facilidad la muralla. Pero Las Palmas ya fue un buen ejemplo de lo sencillo que será saltar la banca. No quiero ni imaginar lo que supondría jugarle así cada gallito de los que sobran en la Champions. Puede que me equivoque y el que quede en fuera de juego soy yo: o a Flick alguien le dice que no venga arriba o me temo que aún le quedan por recibir varias tortas de las gordas.
Lamine puede con todo. Pero no desviemos el tema. De él ya escribimos a diario y lo haremos durante los próximos 20 años. De la Fuente, recién operado hoy de esa rodilla maltrecha, estará babeando a la vez que piensa en verlo a lo Pelé en el Mundial 2026. Qué regalo nos hizo Xavi para compensar el disgusto que no se esfuma con Ansu.