OPINIÓN

El Barça ya siente en el verde las consecuencias del 'Caso Negreira'

Balde se justifica ante Dani García en una jugada en San Mamés./

Ya me sucedió con el Villarato. Un día Alfredo Relaño acuñó el término con esa facilidad suya de estrujar el lenguaje y cada vez que iba a mi pueblo, ya fuera en la cola del Mercadona o a la hora del vermú, mis vecinos repetían la ocurrencia sin descanso. El dardo al supuesto sistema clientelar del Barça con los árbitros se puso de moda y caló en cualquier estrato de la sociedad. Igual lo decía mi madre, alérgica al deporte, que lo escuchabas en la escuela de fútbol en boca de cualquier proyecto de futbolista.

El Caso Negreira, que es otra variedad de 'conchabeo' arbitral, esta vez bastante más grave ya que está en manos de un tribunal, está tomando una cariz muy parecido. Y seguro que, por las consecuencias, lo superará hasta el punto de que el diccionario pronto podría hacer un hueco a ese apellido. Este domingo, antes de acudir a la redacción, pasé por el basket en el Wizink y cargué pilas en una vinoteca colindante, y el papelón del Barça era tendencia. La ola, por mucho que bajen el sonido de ambiente en la tele, es imparable.

Por eso, lo que ocurrió en San Mamés antes del encuentro no me sorprendió. Es el inicio de lo que será una costumbre en toda regla. Gritos de "corrupción" y "a Segunda". Y lluvia de billetes. Tengo claro que al Barça empezará a pesarle sobre el verde tanta rabia contenida de las aficiones en su contra. Pase lo que pase ya y sin necesidad de preservar la presunción de inocencia. Hasta los clubes y, por ende, los jugadores tienen sangre en el ojo.

Me dio por pensar en un tramo del partido incluso en la reacción de los colegiados, que recuerden son humanos, hastiados por estar en el centro de la polémica por culpa de unos cuantos trepas y desalmados. Llegué a dudar de si, inconscientemente, van a empezar a cobrar deudas. Me sucedió al ver el fuera de juego que se señaló en primera instancia a Raphinha. Pero reculé tras el comodín del VAR, al deshacerme de este ambiente tan enrarecido y al pensar, sobre todo, que 'si aquí hay algún culpable, un juez dirá, sería en cualquier caso el club y no la magia de Busquets'. El tanto anulado después a Williams acabó con los malos pensamientos y las suspicacias. Perdón. Dudo, luego existo.

Lo que está claro, más allá de las especulaciones o pensamientos retorcidos que a veces verbalizamos, es que todo lo que sucede fuera del terreno de juego tiene su incidencia dentro de él. Por eso las entrevistas con los protagonistas cada vez están más controladas y medidas. Por ese motivo hasta los equipos de Regional ya se entrenan a puerta cerrada. Y debido a esta conexión entre lo que ocurre fuera y dentro del terreno de juego los entrenadores, con raras excepciones, son cada vez más planos antes y después de los partidos. Será complicado volver a ver a un Schuster decir en la sala de prensa de Valdebebas "es imposible que ganemos en el Camp Nou" o a Gravesen darle un buen calmante a Robinho. Los partidos se juegan en los periódicos, en Instagram y Twitter y en los juzgados. Los aspavientos de Muniain por la mano señalada en el inicio del empate que pudo ser y no fue, y el desahogo de Williams en redes, es la confirmación de que hasta los protagonistas, y no sólo los hinchas, vienen bastante condicionados de casa.

Un ejemplo basta para comprobar esta teoría. A principios de febrero, el Real Madrid tenía que jugar en Mallorca. Cómo no, con la polémica entre Raíllo y Vinicius de por medio. En la previa del encuentro Carvajal hizo un comentario jocoso en el entrenamiento que fue captado por las cámaras del club. "Le voy a decir dos cositas al Raíllo este...", se le escuchó decir ante las risas cómplices de sus compañeros.

Sin querer, el audio se le coló al redactor de turno que debía montar la pieza, se hizo público entre el material que se distribuye por el mundo entero y se viralizó. ¿Las consecuencias? Carvajal fue duramente criticado en los primeros minutos en la isla, ante el enfado de Ancelotti por saber el origen de los insultos, en un partido en el que el Madrid acabó perdiendo 1-0. Y el culpable en la edición, al que me consta que le cayó la bronca de su vida, aún sigue temblando. Los partidos hace mucho tiempo que dejaron de durar 90 minutos. Y con Negreira va a haber más de una prórroga de esas en las que agonizamos, entre mil calambres y deshidratación, con la medias en los tobillos. Esto sólo es el principio.