Benzema hizo entender a los que no entendíamos nada

Fernando Navarro ha escrito un libro titulado 'Todo lo que importa sucede en las canciones'. Maravilloso. La verdad, en cambio, no está en ellas sino detrás de ellas. Para llegar a la Calle Melancolía hay que transitar demasiados callejones estrechos. A la espalda de pedir que te quedes, que la noche sin ti duele, está el miedo. Y aunque la realidad no es Internet, detrás de él, el río suele llevar agua. Poco más de dos días después de que Karim Benzema intentara regatear la realidad, tal vez molesto por el manejo de los tiempos, el Real Madrid hizo oficial su salida después de 14 temporadas.
Con Benzema nada, nunca, fue lo que parecía. Como la inteligencia artificial, aunque la suya sea una de las más naturales que han visto mis ojos sobre un césped. Nos hizo creer que lo suyo era más cocinar los goles que comerlos. Hasta que tuvo hambre. Su apariencia de despistado despistaba, y su supuesta falta de sangre hizo hervir la del personal. Hasta que el Madrid necesitó abrigarse cuando se le fue el calor de Cristiano Ronaldo y fue el mejor nórdico hasta convertirse en una leyenda del club de las leyendas, dejando atrás a mitos como Raúl, Di Stéfano, Santillana o Hugo Sánchez. En el último lustro, pasó de ser un jugador sólo para entendidos a convertirse en un producto para todos los públicos y a su clase de '10' le sumó el gol del '9'. En este periodo ha promediado 32 tantos por temporada, frente a los 21 de sus nueve años anteriores.
No me escondo. Por si los arqueólogos de las redes sociales sienten la tentación de coger la pala para descubrir mis tuits fosilizados. Cada vez que Benzema fallaba un gol, yo miraba a mi compañero de grada, negaba con la cabeza, apuntaba con el pulgar hacia abajo y me desahogaba en Twitter. Yo también le llamaba gato. No contemplaba otra opción que no fuera un delantero obsesionado con el gol, que rematara hasta el bajo de los chaqués como el suyo. El prejuicio no me dejó ver el ecosistema, pues su virtud era la diferencia y esa forma de ir por la vida silbando ante las dificultades. Me exasperaba su frialdad; después entendí que era la sangre fría de los elegidos.
¿Te acuerdas cuando...? ❤️🩹
— Relevo (@relevo) June 4, 2023
🥺 Karim Benzema se va del Real Madrid y 𝐞𝐬𝐭𝐞𝐯𝐢́𝐝𝐞𝐨𝐭𝐞𝐯𝐚𝐚𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫. pic.twitter.com/AwTEPkuBPL
Fue en el Calderón, en aquella obra de arte que pintó sobre la línea de fondo, maniobra de escapista, cuando reconocí que estaba ante uno de los jugadores más geniales del fútbol. Empezó a pasarse la pelota de pie en pie, como una falsa moneda, hasta que diluyó las marcas para encontrar a Kroos. El crucigrama acabó con gol de Isco, el Real Madrid, en la final de la Duodécima; y Benzema, como un domador con los brazos extendidos en el centro de la pista.
Su última temporada fue extraordinaria. Líder en el verde (capitán con mando y galones), en estética, con tacones de Versalles, y en aritmética. Concretó lo que imaginó y confirmó que sus musas eran las más creativas. Tal fue su impacto que ya no hubo quien le negara el Balón de Oro. La venda que decora su mano es la que cubría muchos ojos. Sin embargo, este año comenzó a emitir señales de regreso al trote, en plena puesta de sol. Es posible que él empiece a notar el prólogo de la caída, cuando uno duda de si se puede ser feliz al borde. Ahí nacieron sus primeras dudas cuando le llegó la megaoferta árabe. Tampoco le ayudó a continuar, a pesar de tener un año más de contrato, saber que el club ya le buscaba sustituto sin disimulo. Karim nunca ha tolerado muy bien la competencia. Ese caldo de cultivo contribuyó a esta despedida extraña, un sí pero no pero sí.
Hoy, ante el Athletic, el Bernabéu despedirá a una leyenda en todo el sentido de la palabra. Un jugador brillante que supo mancharse, tirar del carro más complicado del fútbol y, lo más complicado, hacer entender de fútbol a los que no entendíamos nada. Este viaje ha merecido la pena.