El cariño (y el fútbol español) que nos ha dejado Luis Gil
El Director de Competiciones y Oficina del Jugador de LaLiga ha fallecido este domingo a los 48 años.
No creo que nadie recuerde a Luis Gil de ninguna manera que no sea sonriendo. Y no lo tenía fácil. Vivía en un entorno en el que ser normal no es lo normal. Rodeado de tiburones del trabajo, de ambiciones desmesuradas, de problemas inagotables y recurrentes... De egos.
Ahora es que parece otro mundo, los tiempos han cambiado bastante gracias, entre otros, a él. Pero, durante una época, el fútbol español vivía bloqueado en una constante batalla: patronal, sindicatos y federación. Era un infierno, pero había cosas que tenían que salir adelante sí o sí. A cualquier precio. Y era ahí donde entraba él.
Cuando no había diálogo posible entre la RFEF y LaLiga, los calendarios (y muchas más cosas) se terminaban firmando porque Luis Gil era una bandera blanca a la que, hasta en los peores momentos, se la recibía igual que llegaba: con una sonrisa.
Fue un delantero elegante, un buen compañero de vestuario y una voz autorizada para defender al resto de futbolistas. Pasó de la AFE de Luis Rubiales a LaLiga de Javier Tebas (toma ya) siendo siempre, para todos los que conocemos un poco este ecosistema, un "ojalá". "Ojalá Luis terminase llevando las riendas de la Federación". Qué bien hubieran funcionado las cosas con él.
Madre mía el coñazo que le habré dado en mi vida al pobre... Llamadas, mensajes, dudas, stickers de gatitos enfadados… Intentando (la inmensa mayoría de las veces sin éxito) conseguir una noticia. Qué paciencia y qué gusto, tratar con él.
Yo sé que lo normal, cuando una buena persona se muere, es derrochar halagos, pero no es el caso. Con él no hace falta: su vida habla por si sola. Viviendo en "zona de conflicto", donde lo más frecuente es todo lo contrario: gente que se odia o que pasa su vida echando un pulso. La tristeza que sentimos todos los que la hemos compartido con él, es el mejor medidor. Lo vais a ver estos días: muestras de afecto desde todos lados. Porque no se merece otra cosa.
No quiero ni pensar cómo estarán sus compañeros del "piso patera" a los que mando un abrazo enorme. Lo mismo que a su familia y a toda LaLiga, que malditas las ganas de afrontar el Clásico que se nos han quedado a todos. El respeto de un Bernabéu en silencio que ojalá no hubiera tenido que callarse nunca por él.
No es consuelo, pero me quedo con lo que ha conseguido, con lo que ha pacificado. Con el mérito que su presencia tiene y con lo mucho que ha mejorado el fútbol español. Es bonito que la gente te añore y te recuerde. Dejar admiración para que todos los que te quieren sientan el orgullo de haber sido tus amigos. Pero lo mejor es acumular cariño, que es lo único que crece cuando se reparte. Y eso, Luis, lo hemos aprendido de ti.