Dani Ceballos retrocede en el tiempo y recibe la bronca del Benito Villamarín
El utrerano, que ya fue silbado cuando saltó a calentar en el segundo tiempo, recibe los pitos de los hinchas béticos.

El regreso deDani Ceballos al Benito Villamarín pareció el de otros tiempos. Silbado desde que saltó a calentar -ya hubo tímidos pitos al sonar su nombre en la megafonía cuando se anunciaron las alineaciones-, la bronca de la afición bética fue monumental cuando Carlo Ancelotti decidió introducirlo en el terreno de juego por Luka Modric. "Ceballos, comepipas', entonó el graderío de Gol Sur, en una recreación de esas primeras visitas del utrerano a Heliópolis con la camiseta del Real Madrid.
La relación de Ceballos con la afición del Betis ha sido de amor-odio desde su salida en 2017. A la hinchada le dolió sobremanera el adiós del canterano que estaba llamado a liderar el equipo bético y así se lo recriminó en sus primeros regresos al Villamarín. Hasta el propio utrerano explotó en su momento para apuntar a la planta noble como causante de esos recibimientos...
Pero ahora todo parecía reconducido. Los constantes guiños del utrerano en las redes sociales en sus declaraciones parecía haber iniciado una nueva etapa en esa relación con el beticismo. De hecho, los béticos han soñado con el regreso de Ceballos en las últimas ventanas de mercado, en las que las dificultades económicas del club verdiblanco hicieron imposible acercarse a esa posibilidad.
La renovación del utrerano con el Real Madrid fulminó las opciones del Betis de volver a contar con uno de sus mejores canteranos de la última década. Esa frustración de los aficionados, que tampoco acabaron de entender los continuos mensajes de Ceballos si no había posibilidades reales de volver a vestir de verdiblanco, están detrás del bronco recibimiento de 2023.
Si Bellingham había recibido las iras de la grada local tras su particular celebración del 0-1, la entrada de Dani Ceballos cambió el objetivo del público. Cada vez que tocó la pelota, el utrerano, que acabó con amarilla, escuchó los pitos de la que fue su afición, que incluso celebró esa tarjeta amarilla que Soto Grado le mostró en los últimos instantes del partido. Como en un túnel del tiempo que lo hubiera enviado al pasado, con esa herida reabierta entre la hinchada y su canterano.