OPINIÓN

El que debe morirse no es Vinicius

Vinicius, en El Sadar. /EFE
Vinicius, en El Sadar. EFE

La vida de Vinicius es bella, su única fortuna. Lo mismo que la vida de cada uno y una de ustedes. Pero se ha abaratado. Son tantas las veces que le han deseado la muerte al brasileño, en un acto gratuito, indigno y despreciable, que la gravedad se ha ido perdiendo por el camino. Hasta ahora sólo han decorado denuncias (muchas) sin tener efecto definitivo. Los Comités las reciben, las leen, abren expediente y, en el mejor de los casos, aplican las medidas estipuladas, que no quiere decir que sean las convenientes. Hubo incluso quien sacó el reloj para medir la duración de un cántico y se agarró a la rivalidad para eximir culpas. Falta determinación para acabar con el insulto (y el racismo, ausente por fortuna en El Sadar pero ruidosamente presente en LaLiga), pues se da por normalizado y muchos entienden que va en la nómina. Se ha cortado tela, pero falta todo un telar

La denuncia del Real Madrid al árbitro Juan Martínez Munuera por omitir "de forma voluntaria y deliberada, los insultos y gritos vejatorios dirigidos de forma reiterada hacia Vinicius" es la última medida del club blanco para erradicar los ataques a su jugador y los atentados contra la raíz del fútbol, que no es otra que la del disfrute. El Madrid, consciente de que su estrella ya no pasará ni una (ni a nadie), señala y va con todo.

El fútbol en nuestro país tiene un problema. No es reciente, sucede mucho y en todos los campos. Es de necios no reconocerlo. En cada estadio hay minorías (o no) que son el reflejo de esta tendencia bochornosa. Con Vinicius se ha subido la vara hasta lo innoble. Se ha llegado a ver en algunos campos a niños imitando gestos vergonzosos, sin duda, aprendidos junto a algún energúmeno o energúmena. Porque la base que sostiene todo corazón es la educación.

Sólo espero que este paso del Real Madrid no sea otro más en su cruzada contra el estamento arbitral (el club sabe que el Delegado de la RFEF anota este tipo de incidencias), como temo, y sí un nuevo modo de actuar para que cambien los protocolos, sean también los colegiados quienes actúen con colmillo y firmeza de notario y se instale la tolerancia cero en los tendidos. Toda ofensa escuchada con nitidez debe ser subrayada por todas las partes para que tengan su pena.

En el caso que nos ocupa, es Vinicius quien está en la diana. Pero no es el único jugador al que le han soñado en un ataúd. Ni El Sadar o Montjuic, territorios exclusivos del fango. Hay decisiones que pueden cambiar el curso de los ríos y esta puede ser una de ellas. Si todos reman en una dirección y no se enredan en el zarzal de la polarización.

Pocos pintaron como Xavi el día a día de un futbolista o un técnico que visita al rival: "Yo estoy trabajando, en mi hábito laboral, y se acepta el insulto. Estoy en el banquillo y me llaman 'hijo de...'. No veo a un panadero sufriendo esto. ¿Insulto? Fuera y no se juega. Se ha acabado. Es mensaje para el presidente de LaLiga y la RFEF, hay que frenar todo esto". Las declaraciones del míster del Barça son de hace casi un año, de mayo de 2023, y el pecado de la grada ha continuado. Sólo le pondría una mota al discurso del de Terrassa. En esa proclama, un servidor incluiría al árbitro, miembro de un colectivo que lleva décadas mirando hacia atrás mientras le persiguen. Porque Vinicius es miembro VIP de un clima de animadversión donde los trencillas poseen la tarjeta oro. En este punto, comunicado a un lado, con mucha distancia que salvar y sin ánimo de mezclar asuntos porque duermen cada uno en un lado, el Madrid debe mirar también a sus adentros para contribuir a bajar el volumen jornada tras jornada.

El tema es serio porque los hechos están alcanzando el grado más alto de odio y ningún poder parece tener la mano lo suficientemente dura como para interrumpir estos gritos con alguna solución. Se voceen desde el cemento del estadio o desde algún plató. A un delantero, a un técnico o al del silbato. El chapapote pringa todo el fútbol y, lamentablemente, es tolerado por el de al lado. De Primera a Regional, donde se han llegado a ver agresiones espeluznantes. Esto debe acabar y hay que empezar por algún sitio, sin segundas intenciones y con un sólo fin. Ver jugar a Vinicius es fútbol. Ver pitar a Alberola Rojas es fútbol. Ver entrenar a Guardiola es fútbol. El brasileño del Real Madrid no es el que debe morirse. Como tampoco Joao Félix. Es el insulto. Y el racismo.