OPINIÓN

Deja de hacerte trampas al solitario, Sevilla

El entrenador del Sevilla, Quique Sánchez Flores, pensativo durante el partido ante el Girona./EFE
El entrenador del Sevilla, Quique Sánchez Flores, pensativo durante el partido ante el Girona. EFE

El Sevilla ha entrado en un bucle peligroso. El efecto de la llegada de Quique Sánchez Flores se ha diluido en apenas un mes y ni siquiera la ilusión de la Copa del Rey maquilla ese temor al descenso. La goleada encajada ante el Girona, que remontó con suficiencia el tanto inicial de Isaac, exhibió esas carencias que presenta ahora mismo el equipo sevillista, que si no es ahora mismo inquilino del descenso es más por los deméritos de esos tres equipos que ocupan el pozo de la tabla.

El tercer entrenador de la temporada tampoco sirve ya en Nervión. Al menos eso se desprende de lo que comentan los aficionados en las redes sociales, y que alimentan de esas decisiones extrañas que ya empiezan a convertirse en norma -ver a Nianzou sufriendo ante Savinho- o con las explicaciones del propio Quique en la sala de prensa. "No sabemos organizarnos", señaló el madrileño tras la goleada en Montilivi, cuando precisamente la apuesta por su figura buscaba al menos una mejor estructura defensiva. Nada más lejos de la realidad y este Sevilla presenta hasta guarismos peores que los de Diego Alonso, una cuestión que parecía imposible cuando éste fue enviado a galeras.

Y ahí empiezan las trampas al solitario de este Sevilla que parece empeñado en condenarse al sufrimiento. A José Luis Mendilibar, el artífice de una permanencia holgada y de una Europa League, se le renovó el contrato a regañadientes y sabiendo que se lo responsabilizaría de todos los males a las primeras de cambio. Todo era culpa de esos métodos ancestrales del de Zaldibar -repito, autor de una salvación en un mes y que levantó la séptima dejando atrás a United, Juventus y Roma-, con lo que la fórmula moderna de Diego Alonso sería la solución a los problemas.

La ilusión con el uruguayo apenas resistió siete días, los que pasaron de la igualada ante el Real Madrid a ese preocupante empate en Cádiz donde ya se repitieron errores del pasado. Daba igual, el siguiente paso era la conjura de los capitanes con los dirigentes, que serviría para poner orden en un vestuario que ya empezaba a levantarse ante los malos resultados y las incomprensibles decisiones del propio Alonso. Y cuando tampoco llegaba con los capitanes se apuntó al mes de enero como la orilla salvadora. La cuestión era llegar al mercado invernal para regenerar la plantilla, lo que tendría un efecto inmediato en la mejora del equipo.

El solitario sevillista, con esa derrota tras derrota de Alonso, obligó a repartir las cartas incluso antes de que llegase enero. Así llegó Quique Flores para detener esa sangría que ya había dejado al Sevilla sin competición europea una década después. De nuevo, palabra de capitanes y del propio entrenador de que sólo jugarían los más comprometidos. El vestuario, revuelto entre rumores de salida y recibiendo a esos jóvenes que aún no saben a dónde han llegado, cada vez más confundido. Hasta pesos pesados como Rakitic empiezan a desaparecer de las alineaciones, de las que ya también se pone en cuestión la necesidad de incluir al propio Sergio Ramos, a quien se le otorgó recientemente el brazalete.

El bucle está de vuelta. Ni entrenadores ni jugadores ni director deportivo. El problema será siempre de los otros. De esos técnicos que toman malas decisiones e incomprendidas por los ajenos al vestuario; de esos futbolistas egoístas que sólo piensan en sí mismos; o de esos dirigentes que de nuevo tienen a José María del Nido Benavente acechando con otra Junta de accionistas. Y a todo esto José Luis Mendilibar como espectador desde ese retiro temporada al que obliga la normativa.

A Quique sólo le queda seguir trabajando para conocer mejor a su plantilla. El tercer entrenador de la temporada tampoco ha encontrado por ahora la pauta para reconducir la situación, al menos en LaLiga, y aunque ahora toque esa desconexión copera a la que se aferra el sevillismo para ilusionarse entre tantos desatinos. La manita ante el Girona puso de nuevo al Sevilla ante el espejo, que algún día servirá para que todos dejen de hacerse trampas al solitario.