Descubriendo a Juni Calafat, el ojeador del Real Madrid con miedo al despido: "Trabaja como si cada fichaje suyo fuese el último"
Pasó de jugón, compadre de los periodistas y 'fixer' de galácticos a jefe de captación (hermético y autoexigente) y guitarrista.

De Juni Calafat, nacido el 19 de diciembre de 1972, se han contado muy pocas cosas, pero de forma muy repetitiva. Por su acentuada discreción y, quizás, por la razón de que cuesta mucho menos copiar que preguntar. Los escasos perfiles que se pueden encontrar en la red sobre este hombre de moda -cuya última conquista es haberle birlado Güler al Barça- vienen a resaltar que el mago del Real Madrid en materia de fichajes era un artista del balón en su juventud y que comenzó su carrera profesional como comentarista en la televisión, que su labor como scout fue clave para traer a España a joyas como Casemiro, Vinicius, Valverde o Rodrygo y que eso le ha permitido empoderarse en el club. Y ya, muy de refilón, que si el ojo le ha fallado alguna vez ha sido por razones rocambolescas que ni siquiera le han penalizado. Total, ese margen de error entraba dentro del plan de riesgo de Florentino Pérez en la nueva estrategia blanca de captación de talento: pescar antes de que el producto se encarezca.
Hay mucho menos consenso para saber algo tan básico como dónde nació el tercer hombre en importancia dentro del organigrama madridista, después del presidente y del director general José Ángel Sánchez. Unos aseguran que es casi gato y otros que en realidad dio a luz en Brasil. Y sólo se deslizan pequeños detalles de cómo empezó realmente su relación con las estrellas. Pero sobre todo, existe un vacío sorprendente para alguien de su posición sobre qué hacía y a qué se dedicaba el Chief Scout y director de fútbol internacional previamente a entrar en las oficinas del Santiago Bernabéu y las de Valdebebas como Pedro por su casa.
No es fácil desgranar las líneas maestras de su método de trabajo -tan elogiado como replicado-, enumerar quiénes forman su círculo de trabajo más íntimo y esbozar cómo es realmente, de qué manera se relaciona y, lo más importante, cómo convence a sus presas. Y la razón es sencilla: él mismo se ha preocupado por ejecutar una transformación camaleónica que le ha llevado de estar en el centro de la foto a labrarse una fama en la sombra. Pasó de crecer junto a los periodistas y compadrear con ellos día, tarde y noche, a no contestar ni un solo whatsapp de algún plumilla, por inofensivo que fuera, influenciado por la desconfianza que le han inoculado en su actual puesto de trabajo. El manido pánico a las filtraciones. Si hace poco recogió un premio en Catar, el Globe Soccer 2022 al mejor ojeador, lo hizo porque le empujaron.
Su relación con los periodistas era muy estrecha hasta que entró en el Real Madrid y su nuevo cargo le empujó al hermetismo y a la máxima discreción
Sin embargo, 50 años de José Antonio Calafat de Souza Faria, que es el nombre que aparece en su pasaporte, dan para mucho más de lo que se sabe. Lo más sorprendente es que, pese a esos apellidos y sus rasgos brasileiros, es madrileño y presume de ello como C. Tangana, aunque tiene doble nacionalidad y reconoce con orgullo haber vivido como migrante hasta los 14 años, a caballo entre España y Sao Paulo. Su madre, Dina, es natural de este centro financiero mundial y su padre, José Antonio, fue un adinerado empresario madrileño de la industria estética. Tanto que El Artista, que es como le llamaba Juni al patriarca y como se le recuerda después de su fallecimiento, llegó a entablar grandes relaciones con gente muy poderosa, futboleros de prestigio incluidos como el desaparecido agente Juan Figger.

Por eso, en el barrio de San Antonio en Valinhos en Sao Paulo, Calafat levantó hace pocos años un negocio familiar en honor a su adorado progenitor. Se llama Instituto de Depilación Vanessa, donde según el cartel principal se hace "el sistema español de cera negra". En aquellas calles fue precisamente donde, más allá de formarse en el colegio Ofelia Fonseca y en el Mackenzi, y de empezar a construir una personalidad de lo más culta y creyente, se entregó al balón en cuerpo y alma. Sin necesidad de resurgir de las favelas, sino de crecer en un entorno solvente pero humilde y sin grandes despilfarros, esta joven promesa fue monje antes que fraile y semiprofesional del fútbol sala para orgullo de sus hermanos Sergio y Vanessa.
Una estrella políglota
"Se comunicaba muy poco en el campo; a él le gustaba más que nada hablar con los pies". Siempre ha habido consenso, en las calles empedradas de Brasil o en los madrileños terrenos de césped artificial de La Elipa o Canal, entre todos los que alguna vez han (hemos) compartido una pachanga con Juninho. Un don que logró demostrar y desarrollar siendo un adolescente en Madrid nada más afincarse definitivamente con los suyos en el corazón de Goya. Ese buen entorno familiar, en el que el deporte es una religión, le dio alas para despuntar pronto en el sur de la capital en la pista de 40x20 mientras cursaba sus estudios en el Colegio San Estanislao de Kostka de Ciudadelcampo. Allí pudo ir perfeccionando ese don políglota -habla castellano, portugués e inglés perfectamente- que le ha permitido pasearse por el mundo con tanta soltura y cerrar la contratación de jugadores tan variopintos como Kubo en Japón, Odegaard en Noruega y Tchouameni y Camavinga en Francia.
A Juni, en sus inicios, lo que de verdad le motivaba era dar que hablar en la cancha y no apuntar quién brillaba. Ya tendría tiempo para invertir su rol. En 1995, con sólo 23 años y ya con la idea clara de matricularse en la Escuela Superior de Marketing y Negocios, se convirtió en el primer jugador brasileño de la historia del Fútbol Sala Móstoles. Antes y después, militó en otros equipos de la División de Plata, el equivalente actual a la Segunda División. Se dio a conocer en el filial del Redislogar Cotransa, club en el que incluso compartió pista en un par de amistosos con una leyenda de la especialidad como Paulo Roberto. No le daba para ganarse la vida ya que, según varios de sus presidentes, "lo máximo que cobró por tres días de entrenamiento más el partido fueron entre 80.000 y 100.000 pesetas" (480-600 euros). Al menos le dio para lucir un flamante BMW Z3 y para conocer a varios amigos que luego le cambiaron definitivamente la vida. Después empezó una peregrinación por varios clubes de Madrid y Castilla-La Mancha como el CEES-Boadilla, el Olías del Rey y el Fuenlabrada-Sobrado.

"Era muy bueno técnicamente. El problema es que entonces el fútbol sala no estaba tan desarrollado como en la actualidad, se exigía mucho físico y garra, y él de eso no iba sobrado. Jugaba a cámara lenta y no le gustaba lo de ir a la guerra", recuerdan varios de sus compañeros con la condición de mantener el anonimato para no molestar a alguien tan celoso de su intimidad. Pero donde destacaba de forma desorbitada era en las pachangas más lúdicas que después han ido alumbrado su vida laboral mientras busca futuros Balones de Oro. En los años 90, el centro comercial de La Ermita, en La Latina, albergó una de las Ligas más potentes de Madrid y, entre medias, también daba cobijo a un campeonato de medios de comunicación con José María García a la cabeza haciendo de Jesús Gil. Juni participó en el torneo federado y, años más tarde, se paseó entre redactores defendiendo los colores de Digital Plus, donde ya hacía sus primeros pinitos como comentarista avalado por su conocimiento de las ligas sudamericanas. "Era un jugón que imponía su ginga en los ambientes más hostiles, donde un caño a veces era peor que cualquier exabrupto", afirma Gustavo Muñana, uno de los grandes expertos del fútbol sala y colaborador de Relevo, que siguió a pie de pista sus primeros pasos.
Era muy bueno técnicamente, aunque jugaba a cámara lenta: "Fue el primer brasileño en la historia del FS Móstoles. Cobraba entre 80.000 y 100.000 pesetas por tres entrenamientos y el partido"
Varios de sus presidentes del Juni futbolistaAcercamiento al Madrid y la tele
Justo en esa época Juni conoció a Renato, otro crack con los pies en el parqué, que luego hizo de chófer de Ronaldo en la capital y que fue fundamental para activar las relaciones con los galácticos. Así fue haciéndose un nombre, hasta que en 1996 comenzó su vinculación con el fútbol profesional y, más que nada, con el Real Madrid. Pese a que muchos creen que sus contactos iniciales se produjeron como ojeador, informador o consultor del mercado, lo hizo como mozo de espadas. La llegada de Roberto Carlos al equipo de Capello fue decisiva. Se convirtió en un compañero inseparable del lateral y de Guina, su asesor. Venía a ser lo que algunos llaman un fixer o un conseguidor. Realizaba unas funciones parecidas a las que ostentaba García Coll dentro del club con cualquier recién llegado. Su grado de intimidad con los brasileños fue tal que Zé Roberto y Flávio Conceição acudían a presenciar sus partidos de futbito, levantando gran expectación en los pabellones donde Juni exprimía sus últimos años en activo. Ahí, cuando no había tantos reservados y aún era un desconocido para muchos, todavía se sentaba como aficionado lejos del palco del Bernabéu, allá en el Fondo Sur.
Gracias a este nivel de contactos, Robinho, Baptista, Cicinho y Marcelo, entre otros, también pasaron después a ser sus íntimos amigos. Sin embargo, el punto de inflexión para su carrera llegó en 2002 con la aparición en Chamartín de Ronaldo. Ambos forjaron una extraordinaria amistad que trasciende al fútbol y que llega al presente, hasta el punto de que el actual presidente del Real Valladolid es el padrino de la primera hija de Juni, Adriana, fruto de su relación con la madrileña Gema González. Cuando David Espinar, ahora al mando en Pucela, llegó a Madrid para trabajar para los restos al lado de Ronie, Juni ya estaba allí. "Su discreción y lealtad le hicieron ganarse la confianza de todos", recuerdan varios metres, periodistas e incluso técnicos que le trataron en esos años. Kaká continuó con esa conexión especial. De hecho, fue el padrino de la segunda hija, Paula, y además su exmujer, Caroline Celico, puso en marcha el 16 de abril de 2012 una Fundación que hoy está inactiva (Amor Horizontal), con una dotación inicial de 30.000 euros, en la que Calafat ejercía protocolariamente como vicepresidente con el objetivo de ayudar a los más desfavorecidos.
Juni fue teniendo cada vez más funciones en ese entorno brasileño de élite y empezó a estrechar más y más su amistad con otro personaje determinante en su vida: Chivo, uno de los tres hijos de Florentino Pérez. Ya no sólo era el comensal que hacía de pegamento entre compatriotas en el 'De María' de la calle Félix Boix. O el tipo eficiente que buscaba viviendas, encontraba colegios para los niños de los futbolistas, tiendas para las familias o el que coordinaba cualquier escaqueo nocturno en Barnon, Art Deco, Buda, y más tarde en La Posada de las Ánimas o Garamond. Su olfato futbolístico empezó a difundirse e imponerse, y su fama de experto internacional creció como la espuma. El verdadero galáctico comenzaba a ser él.
"Tenía un talento infinito. Nos conseguía entrevistas acojonantes, yo estaba encantado"
Periodista de Cope y exdirector de 'Fiebre Maldini'La fama de Juni se disparó. Alguna que otra televisión brasileña contaba a menudo con sus análisis y reflexiones y Canal Plus, consciente de su crecimiento, le fue dando cada vez más protagonismo. De comentar encuentros clasificatorios de la Canarinha para el Mundial, de ligas sudamericanas, de la Asian Cup, la MLS y sobre todo de los grandes torneos como la Copa América, comenzó a ser habitual en las retransmisiones para completar partidos residuales de LaLiga. Así, se volcó y dedicó a visionar cintas y cintas en su nueva casa en La Vaguada, para perfeccionar su radar, hasta que Julio Maldonado, Maldini, llamó a su puerta para encargarle grandes entrevistas (la más sonada fue a Shevchenko) y reportajes para el programa Fiebre Maldini. Juni llegó a sentarse como un contertulio más en la mesa en los últimos años y logró llevar como invitado al mismísimo O Fenómeno. Aquel aficionado del tercer anfiteatro en el Bernabéu empezaba a ser ya un asiduo en los palcos vip de los jugadores.
Maldini recuerda así su relación televisiva con Juni: "Es muy buena gente y tenía un talento infinito, así que le metí en el programa. Creo que no era ni periodista, pero no le hacía falta. Entrevistó a Neymar en Brasil. Nos conseguía entrevistas acojonantes, yo estaba encantado. A Casemiro lo trajo él. Siempre que sacábamos imágenes suyas de la Copinha Sub-20 en el programa, nos decía que era buenísimo. Estaba convencido de que iba a ser un crack. Y mira si acertó...". El periodista Guille Uzquiano, también compartió horas en pantalla a su lado: "Era muy apreciado porque ponía mucha pasión en su trabajo. Sabe estar y moverse. No venía a pasearse a la tele. Era y es un currante".

Mismo camino que Solari...
Juni pasó a compaginar sus colaboraciones televisivas con la entrega de diversos informes a varios clubes profesionales y, posteriormente, con la labor de ojeador internacional, especializado en Sudamérica, para el Real Madrid. El club blanco, dados los aciertos de su colaborador, no tuvo más remedio que meterle en nómina en exclusividad -sin cargo de dirección- hasta hacerlo jefe en 2017. Ramón Martínez, mano derecha de Florentino Pérez, fue el encargado de reclutarle. JAS fue desde entonces quien más le mimó. El hispano-brasileño tuvo que dejar de lado el pluriempleo, muchos hobbies que ocupaban su tiempo y, sobre todo, varias compañías para centrarse en el trabajo en la élite. Empezó a sustituir la competitividad del fútbol sala en sus ratos libres por el pádel ("tira a dar si en necesario con tal de ganar un punto", coinciden sus compañeros de fatigas), y a sustituir la tele por su pasión por la música de los 80 y los 90, influenciado por The Cure y U2. Si acaso le quedaba algo de tiempo, fue para comenzar a preparar los cursos de entrenador. Salvo su anual escapada estival a la playa de San Juan (Alicante), el resto del año vivía para su nueva profesión.
Aunque las obligaciones de Juni iban en aumento, en un principio se resistió a dejar del todo lo de jugar al fútbol en un entorno amateur. Las pachangas en la pista de su antigua urbanización en la calle Pedro Rico eran famosas por el nivel de los equipos, por las caras conocidas que por allí pululaban y "por los cochazos que se aparcaban en la puerta", recuerda un vecino. Si finalmente cedió, de puertas para afuera, fue porque al Real Madrid no le hacía gracia la cercanía con algunos periodistas tan críticos. De ahí que, tras fichar por los X-Men, la selección de corresponsales extranjeros en Madrid, o aparecer con Los Desperdicios que fundó Javier Gómez Matallanas (ahora portavoz de la Federación), su participación fue disminuyendo hasta que se autocensuró. Algo que ya le había sucedido al mismísimo Solari.
"Yo hacía de secretario técnico en aquel equipo de 'guiris' y él tenía mucha clase. Su trato era exquisito. Un buen tipo", asegura Filippo Ricci, alma de las pachangas en el gremio y corresponsal en España de La Gazzetta dello Sport. Ahora, por aquel supuesto conflicto de intereses, y tras ofrecer sus últimos recitales en equipos como el U. D. Moncloa, Juni tiene que conformarse, cuando el trabajo le da un respiro en la Ciudad Deportiva, con abandonar a mediodía con sigilo la segunda planta donde está ubicado su despacho en el Departamento de Fútbol para jugar al fútbol tenis en el área de calentamiento. O, como alternativa, para formar parte del bolo semanal entre empleados. Roberto Carlos (embajador en la Casa Blanca) siempre le secunda y ahora es él quien hace de escudero.
"Yo hacía de secretario técnico en aquel equipo de 'guiris' llamado X-Men. Tenía mucha clase. Su trato era exquisito; un buen tipo"
Corresponsal en España de 'La Gazzetta dello Sport'Su obsesión desde que consolidó esta nueva vida se ha centrado en encontrar talento y, de forma inconsciente e incontrolable, en justificar la fuerte y decidida apuesta que el Real Madrid ha hecho por él. Primero peinó América del Sur y después, dado su éxito, cualquier rincón del planeta. Su estrategia, ya patentada y estudiada por sus homólogos, se basaba y se fundamenta en adelantarse a la explosión de los chavales y en ganarse la confianza con el jugador y su entorno familiar. "Ésa es la clave de su éxito. Hay jugadores a los que ha llegado a visitar más de diez veces antes de que el Madrid se decidiera a ficharle", recalca uno de sus estrechos colaboradores.

Dos ejemplos lo corroboran. El primero es cuando Julen Lopetegui trajo a Neymar a Madrid a probar una semana hace 15 años, al estilo de lo que hizo tiempo después Mbappé. Cuentan varios conocedores de la operación que la estrella que deslumbró en el Barça y que ahora se difumina en el PSG durmió en la casa familiar de Juni. Luego, con el paso del tiempo, en 2013, Calafat le visitó varias veces más en Brasil junto a Óscar Ribot con la misión de convencerle de que vistiera de blanco. Las comisiones, los intermediarios y papeleos de dudosa legalidad hicieron que acabara en el Camp Nou... El segundo ejemplo se lo contó el entorno de Vinicius a la ESPN. Un día, en un viaje a Madrid antes de firmar, la madre perdió una maleta en Barajas y Juni llevó a toda la familia de inmediato a El Corte Inglés, les entregó un cheque regalo a cada uno y les animó para que comprasen otra maleta y lo que quisieran. Detalles.
Un temor irracional
"Su autoexigencia es brutal", reconoce Fernando Kallás, periodista brasileño que ejerce en la actualidad como corresponsal de Reuters en España y Portugal. Y añade: "No se cree lo bueno que es. Piensa que el fútbol son momentos. Yo tengo la impresión de que su cautela y su modus operandi puede que tengan algo que ver con la presión y con cierta inseguridad que viene con el puesto que tiene. Cree todo el rato que si hace algo mal su trabajo está en riesgo. Trabaja como si cada fichaje fuera el último y es muy consciente de todo lo que le ha costado estar donde está. Por eso nunca te va a dar una exclusiva o una información privilegiada. Y si sacas algo que te haya podido comentar en un corrillo, te saca rápidamente de su círculo. Tienes que demostrarle que puede confiar. Si pierdes esa confianza, ya no la recuperas. Él puede compartir tiempo y espacio contigo sin problema, pero no le puedes preguntar nada de trabajo. Si quiere decir algo, bien. Pero si alguien le pregunta, se acaba la conversación".
Una anécdota, para Kallás, resume a la perfección ese peculiar carácter: "Una vez, un exjugador del Madrid me puso un ejemplo divertido para definir su personalidad, con mucho cariño, diciendo que era como una gallina en el gallinero. Si quieres acercarte, tienes que ir despacio. Si nadie hace movimientos bruscos, él permanece ahí haciendo lo suyo. Pero cuando ve algo raro, que se agita o inesperado, sale escopetado... Quizás lo mal que salió el fichaje de Lucas Silva, antes que él se convirtiera en esta figura importante para el club, le marcó. Lo tiene muy claro, es como la mentalidad de un portero. Da igual si has hecho diez paradas buenas antes. Si fallas, eso pesa mucho y es con lo que la gente se queda. Mira Karius… Por eso insisto, Juni trabaja todos los días como si cada fichaje suyo fuese el último".
"Nunca te va a dar una exclusiva o una información privilegiada. Y si sacas algo que te haya podido comentar en un corrillo, te saca rápidamente de su círculo"
Corresponsal de Reuters en España y PortugalJuni tiene, como todo mortal, varios muertos en el armario: más allá de Lucas Silva, Reinier o Jovic son los más conocidos, pero también tropezó apostando tan fuerte por Hazard y Odegaard, que luego lució en la Premier, más Abner, Rodrigo Rodrigues, Sergio Díaz, Augusto Galván, Pablo Teixeira, Varela, Vergos, Liangmin Lin, Lienhart, Peeters, Markkanen... Pero, con Militao como mariscal, Vinicius volando, Rodrygo en modo líder y Endrick a punto de aterrizar, cualquiera le tose o le dice algo.
Neymar se le resistió, sí, pero no así otras muchas promesas que ahora son estrellas gracias a un estilo de persuasión opuesto al de André Cury, el hombre del Barça en Sudamérica. El buen cartel de Juni se confirmó en la élite de tal manera, por su tacto y eficacia, que el Chelsea le tanteó la temporada pasada. Todd Boehly, dueño del club londinense, llamó a su puerta para ofrecerle el puesto de director deportivo con un sueldo de crack y con un gran presupuesto a su disposición para darle un lavado de cara a la plantilla. Pero se negó. Ya tenía mando en plaza en Valdebebas. Tanto, que pudo incorporar a su grupo de trabajo a gran parte del equipo de periodistas con los que se había fogueado en Fiebre Maldini. Los jóvenes Felipe Martín y Gonzalo Novillo llegaron primero. El veterano Carlos Castellanos lo hizo después.
El alistamiento de estos compañeros que le dieron la gloria cuando no era nadie confirma que, por encima de todo, es amigo de sus amigos. "Es honesto y leal", repiten sus más cercanos. Pese a codearse con la jet set, conserva a sus colegas de la infancia Djair, Rodrigo, Edgar y Carlos; la familia está por encima de todas las cosas -incluidas las perritas que ha tenido durante los últimos años (Robi, Clarita…)-, y prefiere pasar una buena noche tocando la guitarra en la sala El Tejar de Guadarrama, con su grupo The Radiocasetes, que las fiestas de postín. Kallás resalta su sencillez: "Es campechano, muy generoso y ayuda a todo el mundo. El mejor ojeador es el que sabe escuchar y estar bien conectado. Eso es más importante que el ojo. Eso y el saber tratar a la gente. Lo de Güler ya pasó con Rodrygo. De Rodrygo no había salido nada de nada en la prensa. Es un tío hecho a sí mismo. En Brasil no es nada conocido por el público general, nadie sabe de él ni de su formación. Sólo le conocen las personas realmente relevantes del futbol, las que a él le importa que le conozcan. Puede ser uno de los casos más misteriosos del fútbol mundial por la proporción entre su importancia y lo que se conoce de él. Ésa es su forma de trabajar, el sigilo".
Normal que, una década después de aquellas pachangas, un protocolario mensaje del 22 de diciembre de 2022 para presentarle qué es esto de Relevo siga sin respuesta.