Diez años del fichaje de Luis Suárez: cuando un mordisco le marginó a entrenar en un hotel
El Barcelona lo fichó justo después de ser sancionado por el mordisco a Chiellini. Repasamos cómo fue su traspaso y su paso por el Camp Nou.

Cuando Luis Suárez no era más que un chaval que acababa de cruzar el charco y soñaba con jugar algún día en el Barcelona, Pere Guardiola se plantó en su camino. El uruguayo aceptó que fuera su representante, pero el catalán le advirtió: "No te creas que te ficho porque te vaya a llevar al Barça. Mientras mi hermano esté allí, no voy a llevar a ningún jugador. No te hagas ilusiones". "Pero te llevaré a los mejores equipos de Europa porque eres muy bueno", le aseguró. Este 11 de julio se cumplen 10 años de su fichaje por su querido Barça.
Pere cumplió su palabra. El siguiente verano dejó Groningen y se marchó al equipo más importante del país, el Ajax. Y 111 goles después, en invierno de 2011, sintió que era el momento de dar un paso más. Se fue al Liverpool. Una vez firmado el contrato, tenía que elegir dorsal. Había varios libres y Suárez, sin pensarlo, eligió el '7'. Pere le hizo reflexionar, pues el '7' tenía un cierto peso histórico, el que le había dado, entre otros, Kenny Dalglish. Luis no quiso escuchar y lo escogió. El '9', por cierto, todavía lo lucía Fernando Torres. Dalglish fue su primer entrenador en Anfield. Bajo su batuta anotó 21 goles y repartió 12 asistencias en 52 partidos.
En 2014, tocó cambiar de nuevo. Por una razón muy sencilla: había llamado el Barça. Y Pere, siete años después, cumplió con su palabra de hacerle desembarcar en el Camp Nou. Durante el verano, sin embargo, todo se torció. El uruguayo llegó muy justo al Mundial de Brasil. Tres semanas antes de debutar, tuvo que pasar por el quirófano tras resentirse de unas molestias en el menisco de su rodilla derecha. No llegó al primer partido, que Uruguay perdió 1-3 ante Costa Rica. Quedaba jugar contra Inglaterra e Italia y necesitaban una heroicidad. Un doblete contra los Three Lions valió para vencer el segundo encuentro. Ante Italia, gol de Godín de cabeza. 1-0 y a la fase final. Pero no es por ello que se recuerda aquel encuentro, sino por el mordisco que Suárez le pegó a Chiellini.

¿Y ahora qué? Se preguntaban en las oficinas del Barcelona. A su futuro fichaje estrella le cayó una sanción inédita por parte de la FIFA: nueve partidos, 100.000 francos suizos y cuatro meses de inactividad futbolística en los que no podría pisar ni estadios ni campos de entrenamiento. Aquello se convirtió en una cuestión de estado en Uruguay, que cayó en los octavos de final contra la Colombia de James Rodríguez. "Viene de un lugar muy pobre. La rabia le enfurece, y él no se domina. Su problema no se soluciona con sanciones. En la FIFA son una manga de viejos hijos de puta", criticó el presidente Pepe Mujica.
Andoni Zubizarreta, la clave de su fichaje
El director deportivo del Barcelona por aquel entonces era Andoni Zubizarreta. "Ni tengo memoria, ni me apetece hablar mucho del pasado. Bastante tengo con lo que tengo", respondió cordialmente a la llamada de Relevo. Pero la realidad es que 'Zubi' fue el hombre clave en su fichaje. Lo tenía todo apalabrado con Suárez antes del mordisco y, cuando todo sucedió, en las oficinas blaugrana se pusieron de los nervios. El actual director deportivo del Oporto fue quien desbloqueó la situación: sabía que era el complemento perfecto para Leo Messi y Neymar.

Después del mordisco, Pere Guardiola llamó a Suárez para tranquilizarle. El Barça no se había echado atrás. Después le llamó Zubi. "Me acuerdo de que el rato que hablé con Andoni me lo pasé llorando porque no podía creer que me siguieran queriendo. El Barça fue un gran impulso para recuperarme", reveló tiempo después en una entrevista con El Periódico. En total, 81 millones de euros para que el Liverpool le dejara ir.
"Había opciones de otros equipos, pero en cuanto se metió el Barça solo quise venir aquí", reconoció el charrúa el día de su presentación. Uno de los pretendientes fue el Manchester City, que no logró afrontar la operación porque acababa de ser multado con 60 millones de euros, igual que el Paris Saint-Germain, por incumplir las normas del fair play. Escurrieron la posibilidad de quedar eliminados de la Champions, castigo que la UEFA sopesó.
Fue Josep Maria Bartomeu quien le enseñó el Camp Nou el día de su llegada. Un estadio que conocía a la perfección, pues Luis ya lo había visitado como aficionado varias veces. Entre ellas, en la histórica noche del 5-0 del Barça de Guardiola al Real Madrid o en aquel 4-1 al Arsenal una temporada más tarde. Los cuatro goles los anotó Messi. El recuerdo de uno de ellos, picando el balón sutilmente sobre Almunia, todavía colea en la memoria blaugrana. Ahora Leo sería su compañero. "La posibilidad la veía muy lejana, nunca lo imaginé. Cuando vi que se podía hacer realidad me olvidé de todo y quería venir. Cumplí un sueño que tenía desde pequeño", comentó Suárez.
Tres meses sin poder pisar ninguna instalación deportiva
La presentación fue un oasis de alegría en un desierto de crudeza. El verano empezaba en Barcelona y no sería hasta otoño, a finales de octubre, cuando Suárez podría volver a pisar un campo. Curiosamente, su regreso coincidió con un Clásico en el Santiago Bernabéu. Todavía faltaban algo más de tres meses. Durante las primeras semanas, Suárez vivió en casa de sus suegros, en Castelldefels. Por petición de Pere Guardiola, el Barça le cedió a Juanjo Brau, el fisio que trabajó durante casi 25 años en el club hasta la llegada de Xavi. Suárez todavía estaba algo renqueante de sus problemas de rodilla y además, por orden de la FIFA, no podía pisar ningún espacio que fuera considerado "instalación deportiva". Lo cual va desde el estadio más grande del mundo hasta un campito de pueblo o una piscina municipal. Nada.

El exblaugrana Gabri, que coincidió con Suárez en Ámsterdam, le consiguió que pudiera ejercitarse en el gimnasio del hotel Dolce Sitges. Entrenó en una sala de diez por diez. Su hija Delfina le preguntaba por qué no podía estar con sus compañeros. Juanjo Brau le hizo conocer Barcelona corriendo. Y mientras corrían, le explicaba cuál era la idiosincrasia del club. Primero por Collserola, por la Carretera de les Aigües, un camino de tierra desde el que se ve una vista panorámica de toda la ciudad. Luego, por la playa.
"Lo de Suárez fue una profesionalidad absoluta"
Ex Fisio del Barcelona y de SuárezJuanjo lo llevaba a correr por la desembocadura del Llobregat, cerca del aeropuerto. Y también por el enorme parque que había situado detrás del hotel, hoy rebautizado como Eurostars Sitges, el Terramar. Luis lo pasó francamente mal, Brau todavía lo recuerda a día de hoy. "Lo dio todo, lo suyo fue una profesionalidad absoluta", asegura. Juntos hacían dobles sesiones, mañana y tarde, hasta el sábado, cuando hacía solo la matutina. Únicamente descansaba el domingo. "¡Se dejó la vida!", enfatiza el histórico preparador. Unos meses después, le daría al Barça la quinta Champions.
Con el paso de las semanas, cuando su familia se trasladó a Barcelona, se fueron a vivir a un hotel. Luego se instalaron en Gavà. No fue casualidad que su vecino fuera Messi. Entre la residencia de los dos les separaba una casa. Al cabo de un tiempo, Luis decidió comprar la casa fronteriza para que la usaran sus familiares o los de Leo cuando les vinieran a visitar. Se convirtió en la casa de invitados.
Poco a poco fue cultivando su relación con Messi. Empezó jugando aparcado a la banda derecha, pues el argentino era el falso nueve de aquel equipo. Hasta que una noche de Champions en Ámsterdam, Leo le invitó a jugar en el centro y él se desplazó hacia la banda. Acababa de nacer la MSN. Una de las mejores delanteras de la historia del fútbol. Y posiblemente también uno de los tridentes con mayor amistad. Desde la capital se trató de replicar e igualar el relato con la forzada creación de la BBC (Bale, Benzema y Cristiano). La química, evidentemente, no era la misma. "Yo no tengo que cenar con Benzema o que Bale venga a mi casa. No hablaba con Giggs o Ferdinand más allá de darnos los buenos días y ganamos una Champions", apuntó una vez un irritado Cristiano.

Los asados que unieron al equipo
La buena relación de la delantera blaugrana se forjó entre asados. Eran habituales en aquel Barça, el de Luis Enrique. Normalmente, la casa la ponía Javier Mascherano, que también estaba cerquita de la playa. El Jefecito se ponía al frente de la parrilla. La música era cosa de Neymar, entonces uno de los más jóvenes del grupo. Y Luis se encargaba del mate. Leo simplemente hacía acto de presencia y se lo pasaba bien. También era habitual que se pasaran Dani Alves, Adriano o Bravo.
En el momento de firmar su última renovación con el Barça, Suárez dejó tirado a Pere Guardiola en la puerta de las oficinas del Camp Nou. Pere había negociado su nuevo contrato, pero no pudo firmarlo. Cosas que pasan en el mundo del fútbol, donde no existe la fidelidad. Suárez acabó marchándose un tiempo después al Atlético, a quien haría campeón de Liga a costa del Barça. Ahora, cuando la rodilla se lo permite, disfruta jugando fútbol en Miami, al lado de su amigo Leo. Diez años han cambiado muchas cosas -han ampliado la familia, han cambiado de colores y de continente- pero lo que no ha cambiado ha sido su amistad, que empezó a tejerse tal día como hoy de hace una década.