REAL MADRID - RAYO VALLECANO

Cuando el estadio del Rayo era el Bernabéu de los conciertos con Bob Dylan, Queen y Metallica: "El Gobierno nos traicionó, Vallecas fue nuestro templo"

La década de los 80 y los 90 atrajo al barrio a leyendas de la música, pese a que el rock y el heavy se demonizaron.

Freddy Mercury, en un concierto./AFP
Freddy Mercury, en un concierto. AFP
Jonás Pérez

Jonás Pérez

Vestigio de la clase obrera y símbolo de la disidencia, Vallecas lleva desde tiempos inmemoriales sobreviviendo a la ley de la jungla que paradójicamente se da en la gran ciudad. Un núcleo revolucionario ubicado a solo unos pocos kilómetros del centro de Madrid, el barrio ha abanderado causas comunes porque no deja de ser su esencia. Bajo el paraguas del trabajo y el esfuerzo, ha gozado del privilegio de lograr grandes cosas. Enfrentarse al Real Madrid en Concha Espina este domingo es solo un ejemplo de todo ello. Los gatos nacidos bajo el amparo de la capital del reino han crecido viendo la evolución de sus calles hasta cada vez más ser un espejo las unas de las otras. Pocos rincones han sido capaces de hacer perdurar su ADN tanto como se ha logrado en el 'Valle del Kas'. Ese blasón de resistencia, sin embargo, también tuvo sus momentos de pervertirse. Porque el Estadio de Vallecas en su día fue el Santiago Bernabéu de los conciertos de la ciudad, acogiendo bajo sus cimientos a leyendas de la talla de Bob Dylan, Metallica o Queen.

Para entender la naturaleza de esta historia, en realidad, toca viajar hasta el año 1986. Porque toda batallita que rodee a Vallecas no se entiende sin su nomenclatura bélica, siempre respaldado por la incesante necesidad de paz y convivencia. El barrio se convirtió en un fuerte, en un hogar, en un templo. Corría septiembre del mencionado 86 cuando la legendaria banda Scorpions tocó ante 18.000 personas (o 16.000, según a quién leas) en el actual estadio del Rayo Vallecano. Casi nada. Aquel cuento de hadas pudo atraer a las gradas a todos aquellos para los que pisar la Albufera era poco menos que una temeridad. Un grupo de reconocido prestigio a nivel mundial visitaba uno de los barrios más barrios de Madrid. Sin embargo, en esa transición hacia la convivencia y el disparo directo al corazón de los prejuicios, algo se torció. Miguel Ángel Rojas, un joven madrileño de 23 años de edad, falleció en aquella fatídica noche que dejó una mancha negra en la percepción social que tenía ese culto a la música conocido como rock.

"Vallecas fue el segundo templo aquí, tras el Calderón. Se convirtió por el precio de los promotores en un lugar que todos recordamos. Era una aventura que a la gente le daba cierto miedo, sobre todo al pijerío cuando vinieron Simon and Garfunkel, el Dylan del 84… La parte más heavy tiene una connotación muy particular para el movimiento de nuestro país. El heavy metal se estigmatizó como un movimiento no cultural, que es lo que es, que emana del blues, del rock… El heavy no es una palabra, es un movimiento cultural virtuoso, cuando el rock no es virtuoso y reivindicativo es pop y eso es una realidad", recuerda Mariskal Romero, un ilustre periodista musical y director de la revista La Heavy.

"El Gobierno del PSOE se alineó con esa gente, les hicimos gratis los conciertos para cambiar de la dictadura a la democracia y luego nos abandonaron. Cogieron a Miguel Bosé…"

Mariskal Romero

En un canto a la vida, Nach venera el erotismo de un bemol en la voz de Diana Krall, respira vida con la calma que inspira Bob Dylan y deja un hueco en la eternidad: "Junto a Freddy Mercury o Ray Charles, jamás habrán muerto". El tiempo coloca a cada uno en su sitio y aquellos artistas que glorificaron el idioma celestial son a día de hoy abordados desde un lenguaje propio para una deidad. Pero aquel trágico incidente desembocó en que la percepción general del rock en este país fuera poco menos que un grupo de macarras insurgentes con la gota vital de armar escándalos y pasar por encima de todo aquel que pasara por delante: "Los grandes medios estigmatizaron el rock a través de esa muerte. Fue un momento clave. Ponen al heavy como un ejemplo de violencia y agresividad ante lo que había sido el pijerío de la Movida, todo chicos buenos… Nació el movimiento de Heavy no es Violencia, con Pedro Bruque y mi revista. Nos trataban como gente que íbamos con navajas en los bolsillos".

Curioso, cuanto menos, el desenlace de todo aquello: como ha ocurrido en Vallecas en alguna que otra ocasión, primero se dispara y después se pregunta. Con el tiempo se demostró que el culpable del revuelo fue un militar estadounidense destinado en la base de Torrejón de Ardoz, que poco y menos tenía que ver con el movimiento heavy y que cumplió una condena de quince años de prisión.

El diario El País informó que el fallecido recibió una puñalada en el corazón en las gradas centrales del estadio, mientras actuaban los teloneros antes de la entrada triunfal de Scorpions. De los cerca de 18.000 espectadores que llenaron a rebosar el campo, pocos fueron conscientes de un movimiento que a posteriori causaría una herida profunda en el rock nacional. Al parecer, Miguel Ángel Rojas se negó a invitar a beber al agresor, lo que desembocó en una pelea con la peor de las consecuencias. El estadio contaba con un importante dispositivo de seguridad y el Rayo Vallecano puso a disposición a su personal para ayudar en todo lo que se le necesitara. Juan José Garriga, el médico, ni siquiera se enteró en el momento de lo ocurrido, señal inequívoca de que la organización pudo perder el control de la situación. Esa misma noche, el más afectado falleció. Solo unos días antes, Scorpions había actuado en Barcelona con la detención de 17 jóvenes y 40 heridos por una protesta multitudinaria tras no haber conseguido entradas. Hubo disturbios.

La portada de El País en el día de la muerte de Miguel Ángel Rojas.
La portada de El País en el día de la muerte de Miguel Ángel Rojas.

Quizás por ello, el suceso de Vallecas se intentó tapar. La Policía golpeó a varios periodistas que cubrieron aquella noche aciaga por tratar de informar a través de fotografías de qué es lo que había ocurrido. Sirvió de poco, ya que El País publicó en su portada la imagen de la escena y corrió como la pólvora por todo el país. Para entonces, el heavy metal y el rock se encontraban en su época dorada, con la explosión de grupos como Iron Maiden o Metallica… pero nunca llueve a gusto de todos. En Estados Unidos, los grupos ultraconservadores entablaron una campaña pública contra sus acordes. Algunos de sus mantras resultarían impensables a día de hoy: vincularon su música con el satanismo y criminalizaron a sus fieles.

En España, el asesinato de aquel chaval, que poco tuvo que ver con las hordas defensoras del estilo, desató una corriente ideológica contraria a todos aquellos que acudieron a Vallecas a disfrutar de la música en directo. El País escribió: "Los enfrentamientos, peleas y actitudes violentas son frecuentes en los conciertos de heavy metal o rock duro". El prejuicio se disparó hasta límites insospechados: las televisiones vetaron a los artistas, los ayuntamientos locales dejaron de contar con los grupos en sus carteles de fiestas… Todo sin que ni siquiera se hubieran esclarecido los hechos, detectado a los culpables, solo bajo el amparo de 'ha ocurrido esto y blanco y en botella es leche'.

"Aprovecharon la muerte del chico. Le mató el militar de la base. Se convirtió en portada de todos. Como la Movida estaba muy reciente…El PSOE no apostaba ya por el rock, se había aliado con Miguel Bosé, con la Movida, con Alaska… Nosotros hicimos festivales para el cambio político de la dictadura a la democracia. Realmente nos traicionaron. Todos se cebaron con un movimiento cultural, que provenía de Jimmy Hendrix, de los Stones, de los 60… Era música progresiva, pero se tiraron a la yugular del movimiento. Para entonces ya teníamos la revista Heavy, que lleva desde el 82 y es una Biblia en Latinoamérica", señala Mariskal Romero.

Más información de la muerte en la portada de El País.
Más información de la muerte en la portada de El País.

Los medios de comunicación sentenciaban a su manera. No ayudaba a la percepción general del tema definiciones como la expuesta por La Vanguardia en uno de los conciertos con los que el heavy español trataba de mostrar a todo un país su carácter conciliador: "El heavy, pacífico pero duro de vivir". El mismo periódico sí abordó entre sus páginas la reivindicación de los amantes del rock a nivel nacional, tratando de gritar a oídos sordos la esencia de lo que tanto amaban. Sin embargo, los tintes de opinión que acompañaban las informaciones hacían regresar a la casilla de salida. "Está claro que el rock heavy no es en sí mismo engendrador de violencia ni es intrínsecamente violento el público habitual de los conciertos, pero no se puede ocultar que los disturbios vandálicos se producen justamente en entornos de los conciertos heavys", llegó a escribir el medio.

Vallecas, el templo del rock: «A la gente media le generaba un trauma cruzar el puente»

¿Y qué pinta Vallecas en todo esto? Pese a los intentos de varios artistas del rock nacional y la formación incluso de una comunidad denominada COHE, el género ya estaba condenado como un espacio de violencia, terror y el clásico "no me va a pasar nada, pero por si acaso no voy". En definitiva, un claro paralelismo con lo que han sido para la sociedad barrios como Vallecas a lo largo de los tiempos. Pero si alguien pensaba que la música iba a silenciarse tras todo aquello estaba muy equivocado. Menos a nivel internacional, donde, recordemos, estaba en su punto más álgido. En esos años, por el barrio pasaron Metallica, Bob Dylan o Queen en su antepenúltimo concierto antes del fallecimiento de Freddy Mercury.

La noticia de Vallecas en ABC.
La noticia de Vallecas en ABC.

De todo vínculo entre el despertar de la clase obrera o Vallecas como fortín de la lucha en defensa de la música quedaban al margen los artistas y los promotores. No podemos esconder que la narrativa soñada dibuja a leyendas como altavoces de una causa común en busca de la paz a través de las canciones, pero no ocurrió así. Para entonces, organizar un concierto en el barrio que protagoniza estas líneas era mucho menos costoso que llevarlo al Vicente Calderón. En resumidas cuentas, los cantantes ganaban mucho más dinero si se llevaban su espectáculo allí. Aunque quizás sí pudo influir que otros artistas nacionales podría tener cierto recelo a la zona, que no contaba con esos prejuicios a nivel internacional: "No tiene más explicación: a los promotores les resultaba mucho más barato. ¿Por qué no iban al Bernabéu? Era cuestión de precios. Valen diez veces menos. O el 50% menos que hacerlo en el Calderón. Es una cuestión de pasta. Le resultaba mucho más barato en Vallecas. No era tan atractivo para la gente que podía gastar. No hay juicios de ADN".

De una forma u otra, Vallecas se convirtió en un hogar. El heavy metal y el rock, vilipendiados por la opinión pública, encontraban entre sus casas bajas un lugar seguro. Un remanso de paz, lo que siempre fue su meta. Un espacio en el que compartir pasión con los tuyos. Garitos míticos, alguno de ellos todavía en pie, en los que beber cerveza y disfrutar de la música de sus vidas. Y un estadio que representaba el templo en los que son todos los que están y donde leyendas de la música dejaron una huella imborrable.

Ya no eran solo los conciertos más ilustres. Comenzó la época de los festivales, pese a todo el estigma: "Eran los tiempos de los festivales, el Viña Rock. Las farmacias ponían vallas para protegerse de la gente de sus casas. Fíjate en lo que es un festival de rock, que ahora se lo quitan a un Ayuntamiento y tiran al alcalde al pilón". En Vallecas se fundó el conocido como el Vallekas Rock, con k. Ahí se reunía todo el panorama nacional, con Obús o Barón Rojo de cabeza de cartel. "Yo soy barrial, orgullosamente. Pero el tipo que vivía en Serrano, ir a Vallecas a ver a Simon and Garfunkel o Dylan le costaba, claro. La gente del Barrio de Salamanca no iba a Vallecas, tuvieron que ir a Bob Dylan", continúa Romero.

Del Vallecas de entonces al Vallecas de ahora existe la evolución propia del desarrollo tecnológico y social de nuestros días. La declaración a continuación viene a representar ese ADN: "Era un tiempo jodido y además en Vallecas, una zona dura, de proletariado, de gente obrera, que reivindicaba mucho. A la gente media le generaba un trauma cruzar el puente. Era una triste realidad, pero era así. Vallecas estaba estigmatizada". Unos prejuicios que ni mucho menos representaban al dogma del rock. Para Romero, sus calles eran un segundo hogar: "Algunos ya íbamos de forma habitual porque formaba parte de nuestro paisaje con las discotecas que había, lugares míticos. Era normal. Pero en el concierto de Scorpions se produjo un cisma terrible. A diferencia de la débil y anexionada Movida, nos convertimos en gente peligrosa".

La noche en la que Metallica se alió con el cielo de Madrid

Año 1993. Metallica apareció por Vallecas para dar lo que muchos consideran como su mejor concierto en España. Guillermo García, compañero de Relevo, lo reconoce: "Mira que he ido a varios conciertos de Metallica, pero ese ha sido el mejor". La tecnología avanza y ahora todo escenario cuenta con la magia de llevar a su espectador a la dimensión que considere. Aquel día no había más parecer que un sistema de sonido eficaz, unos focos y voces que hicieran retumbar las almas. Pero el clima quiso dejar un recuerdo imborrable, vinculando indiscutiblemente el idioma musical con una intervención divina difícil de explicar de manera racional.

Ocurrió en Vallecas, bajo una tormenta atronadora que bien podría haber dejado a muchos en sus casas. Ahí salió Metallica a sentar cátedra. No se dejó ni uno solo de sus temas míticos. Pero el momento más ilustre ocurrió cuando resonó "From Whom the Bell Tolls". El grupo tenía previsto como parte del espectáculo apagar de un plumazo las luces del estadio tras sonar "Take a look to the sky just before you die, is the last time you will". En castellano, "mira al cielo antes de morir, es la última vez que lo harás". Todo a negro. Los allí presentes pudieron sospechar que se había tratado de un apagón. Las inclemencias que azotaban Madrid bien lo podrían haber provocado.

No. Era parte de la escenografía, sin poder sospechar, ni en el imaginario del más optimista, que entonces un relámpago irrumpiría en el cielo. Fue una respuesta celestial. Un momento único que los allí presentes jamás podrán olvidar. "Fue una pasada, ya lo ponían las crónicas, el mejor concierto de Metallica en España. Era julio y llovió a cántaros. De repente se paró y se quedó el estadio a oscuras. Estaba pensado que fuera así, pero cayeron los rayos. Parecía un efecto visual preparado, pero fue real. Fue un concierto brutal", recuerda Guillermo.

Mariskal encumbra aquella mítica actuación, precisamente por su condición de hogar que permanecerá para siempre entre todos los amantes del acorde: "No era que dijeran que quería ir a Vallecas para tocar para el pueblo, no hay que buscar florituras, Metallica no venía porque quisiera estar cerca del proletariado. Recuerdo todo. Vallecas era el salón de tu casa en comparación con el Metropolitano u otros grandes recintos donde yo he visto a Metallica. Era una cajita para escuchar, era fascinante, con la pared, era todo reducido, les tocabas. Era la magia de Vallecas. Salimos todos flipando. Yo los había visto un montón de veces, pero resultó muy atractivo y familiar". Tanta magia que el estadio ha acogido a Rob Stewart, Miguel Ríos, Barricada, Bob Dylan...

"Era una cajita para escuchar, era fascinante, con la pared, era todo reducido, les tocabas. Era la magia de Vallecas"

Mariskal Romero sobre los conciertos en el Estadio de Vallecas

También acogió el antepenúltimo concierto de Queen, antes del fallecimiento de Freddy Mercury. Un grupo que ya había pasado por Wembley y otros grandes templos mundiales: "Fui a Wembley como enviado especial con mi revista y que de repente fuera a Vallecas, como el salón de tu casa, una noche mágica, todo cercano, fue un momento impresionante". La posteridad recordará entre vítores su travesía. Cuando Vallecas era el Bernabéu de Madrid con actuaciones legendarias.

Sin embargo, aquel baile esconde una época oscura, otra mancha difícil de borrar: "Fue una ruina para lo que era la cultura del rock and roll, los ayuntamientos no querían contratar heavys… La ruina a la cultura que venía de los virtuosos, de gente que hacía música de verdad, no lo que se hizo en la Movida". La sociedad está acompañada de una invisible lucha de clases que no se escapa ni de la música, ni del deporte. La estigmatización del heavy y el rock hizo mella y eso que fueron parte de la transición democrática: "El Gobierno del PSOE se alineó con esa gente, les hicimos gratis los conciertos para cambiar de la dictadura a la democracia y luego nos abandonaron. Cogieron a Miguel Bosé… Así fue Felipe González, cuidado, un tipo de izquierdas, no de derechas".

Entre tanto, un barrio levantó el puño y alzó la voz para convertirse en un refugio de leyendas de la música y una forma de vivir: "Nos traicionaron todos, Vallecas fue nuestro templo".