CHELSEA FC

Todo lo que ha fallado en el Chelsea de Graham Potter a una semana de enfrentarse al Real Madrid

Todd Boehly, el propietario de los londinenses, ha cesado a Tuchel y Potter en un mismo curso pese a una inversión faraónica.

Graham Potter ha sido cesado tras siete meses en el cargo. /AFP
Graham Potter ha sido cesado tras siete meses en el cargo. AFP
Albert Blaya

Albert Blaya

Si uno descubre el fútbol y su industria acercándose al Chelsea quedará aterrorizado. Todo lo que está mal, a nivel de gestión, identidad y tempo, está sucediendo en un club que en la primavera de 2021 se coronaba como campeón de Europa con una plantilla joven y Tuchel comandando la obra. Dos años después, y tras más de 500 millones de inversión en fichajes, este Chelsea está hundido en la tabla (11) y los nombres se amontonan en un equipo al que parece sobrarle tela y faltarle cintura. En una semana visitan el Santiago Bernabéu.

Cuando Boehly cesó a Tuchel en el mes de septiembre, el magnate norteamericano fue a por todas a por Graham Potter, técnico prestigioso por su juego, pero sin títulos en su palmarés, un entrenador que había escalado desde la novena división del fútbol inglés hasta la élite, dejando para el recuerdo un Brighton que jugaba desde su pizarra. El Chelsea abonó más de 20 millones por Potter, además de fichar en el mercado de invierno a Enzo Fernández (100 millones), Mudryk (70 millones) tras toropedear una operación que parecía cerrada por el Arsenal, se logró la cesión de Joao Félix y se fichó un central más, el joven Basiashile (40 millones). Después de todo, el Chelsea sigue siendo un equipo mal construido.

Un equipo sin gol

Pocos partidos han retratado tan bien un estado de ánimo colectivo como el último de Potter en el banquillo de Stamford Bridge. Con el 70% de posesión, 28 disparos (5 del rival) y un XG de 2,26... se quedaron sin anotar y el Aston Villa se fue con dos tantos, en una derrota tan dolorosa como representativa. El principal problema del equipo inglés este curso está siendo una falta de pegada evidente que se resume en que, de los 33 goles que señala que debería llevar en Premier la estadística avanzada, solo ha anotado 26. Esa penalización constante sumada a la pérdida de la identidad defensiva que se logró con Tuchel llevaron al nuevo proyecto de Potter a pellizcarse tras cada encuentro para ver si era verdad lo que sucedía.

Habiendo afianzado ese Enzo Fernández (que se ha hecho suyo el equipo) y Mateo Kovacic, lo que no termina de funcionar es todo lo que precede al último pase. De repente, la calidad abundante del equipo, con bastante creatividad en la frontal del área, queda desamparada en el punto de penalti, como si el equipo guardase luto y decidiese dejar libre la zona más sensible que existe en este deporte. Ni Joao, Havertz, Mudryk o Pulisic son futbolistas con un último gesto eficiente, que no significa que no tengan gol. Sencillamente, son irregulares. Y la cuestión es que el equipo les exige estar a muchos sitios, por lo que el problema atañe al colectivo. Si Joao y Havertz tiene que generar volumen fuera del área, ¿Quién la ocupa luego?

La lesión de Thiago Silva el pasado mes de febrero dejó huérfano al equipo de su mejor central -y probablemente jugador más determinante-, obligando a Potter a reconfigurar su zaga de distintas formas, buscando ser cada vez más agresivo -e inestable-. En el último choque situó a Koulibaly como central en línea de tres, acompañado por Reece James y Marc Cucurella, dos carrileros reconvertidos en pos de tener más presencia en el último tercio. Ante los problemas por marcar, Potter se lanzó al vacío, despreocupándose de qué pasaba si la perdía porque solo importaba anotar; el veneno ya estaba inoculado en este Chelsea.

¿Y ahora qué? Este Chelsea es una canción sin estribillo, una peli sin nudo. El talento está ahí, sin confianza y dormido, esperando un click que lo ordene y le empuje hacia adelante con sentido. Seguramente habrá que esperar a verano, pero si algo tiene la Champions League es capacidad regeneradora de relatos. El Chelsea debe agarrarse a la propia narrativa de la competición ante el equipo que más la ha dominado los últimos años.