El curioso método con el que Giuliano Simeone y el Cholo eligen equipo: mucho más que una charla padre-hijo
El delantero del Alavés, un 'enfermo' del fútbol, se perderá gran parte de la temporada por su lesión de tobillo y peroné.
Giuliano Simeone (20 años) vivió este domingo la cara más cruel del fútbol. A ocho días de su debut en Primera con el Alavés, una durísima entrada de José Matos en un amistoso ante el Burgos le provocó una fractura de peroné y una luxación de tobillo que le tendrán varios meses alejado de los terrenos de juego. Es un contratiempo importante para un jugador diferente, alejado del estereotipo de futbolista y que en Zaragoza dejó ser el hijo del Cholo, la etiqueta que le persiguió durante su etapa en la cantera del Atleti, para convertirse en uno de los '9' de moda del fútbol español.
Poco a poco, el cabreo inicial por cómo se produjo la lesión va dejando paso a la aceptación del golpe y a pensar en la recuperación. La operación, en la que se le reconstruyeron los ligamentos, fue llevada a cabo por el doctor Mikel Sánchez, un especialista en acelerar plazos de recuperación y médico de confianza de Luka Modric o Rafa Nadal. Todo salió según lo previsto y Giuliano recibió el apoyo de su padre, que se enteró de la noticia justo al aterrizar en Madrid procedente de San Francisco después de la gira norteamericana de pretemporada.
Nada más tomar tierra, el Cholo desactivó el modo avión y se vio sorprendido por la cantidad de llamadas que tenía en su teléfono. Al pasar a los mensajes asimiló lo ocurrido y lo comentó con su equipo. Al médico del Atlético, Óscar Celada, también habían comenzado a llegarle WhatsApps de sus colegas del Alavés para informarle de la situación. Todavía en el avión, y pese al cansancio acumulado después de más de 11 horas de viaje y 9.000 kilómetros, el míster decidió salir de inmediato hacia Vitoria. Volvió al Cerro del Espino en autobús con la plantilla, cogió su coche, recogió a su pareja y llegó al hospital a eso de la una de la madrugada para acompañar a su hijo en un momento delicado.
La relación entre ambos, como no podía ser de otra manera, trasciende más allá de lo puramente familiar. Crecer en casa del Cholo es sinónimo de respirar fútbol... y a Giuliano le encanta. Los que le conocen dicen que es un obseso del juego, un apasionado de la táctica y un devorador de partidos. Hay dos citas, más allá de las suyas propias, que no se pierde jamás en un fin de semana: los encuentros de su Atleti y los de su hermano mayor Giovanni, ahora en el Nápoles e internacional absoluto con Argentina. Los de su hermano Gianluca, ariete del Tudelano de Segunda Federación, también son de visionado obligado cuando se pueden seguir por televisión. Los tres están muy unidos y se intercambian llamadas y mensajes constantes después de cada partido.
El Cholo, por supuesto, también está muy pendiente de todos ellos... y no sólo de sus actuaciones el fin de semana. Cuando Giuliano decidió salir del Atleti B el verano pasado, su forma de elegir destino fue cuando menos curiosa. Su gran temporada con el filial (24 goles) provocó que muchos conjuntos de Segunda se interesasen por sus servicios. Había varias propuestas atractivas, pero debía deshojar la margarita con celeridad. En una tarde de piscina en la casa familiar de la capital, su padre y él tomaron una determinación: abrir Wyscout (una conocida plataforma de análisis y scouting) y analizar el estilo de juego (acciones más repetidas, modelo directo o asociativo...) de cada uno de los equipos que le querían.
Además de ese examen táctico, los dos compararon las plantillas de sus pretendientes para comprobar dónde podría tener más minutos. En escuadras con delanteros experimentados, quizá, hubiera tenido más difícil ser protagonista desde el minuto uno. Con todos los ingredientes en la coctelera, la elección fue más o menos sencilla: Zaragoza. Acompañaban los condicionantes futbolísticos, la historia de un club de Primera y el estrecho vínculo entre los maños y el Atleti. La operación se cerró rápido y pronto se comprobó que los Simeone habían acertado de pleno.
El salto era de nivel (de Tercera Federación a Segunda), pero Giuliano conectó desde el principio con La Romareda. Marcó en su debut como titular en casa, fue siempre titular y cerró el año con nueve tantos y tres asistencias. Su garra y esfuerzo sin balón, lo que tanto le ha inculcado su padre desde pequeño, hicieron el resto para ganarse el cariño de la afición.
Su siguiente paso era jugar en Primera. Se interesaron Rayo, Getafe o Las Palmas, pero esta vez la decisión fue más fácil y no requirió de big data. Giuliano ya se había enfrentado en dos ocasiones al Alavés durante la 22-23 y le gustó la propuesta de Luis García Plaza, con el que mantuvo una conversación importante antes de renovar con el Atlético y firmar por los babazorros. En Vitoria también cayó de pie... hasta que la patada de Matos detuvo momentáneamente su ilusión de brillar en Primera con el Glorioso.
El apoyo de su familia... y de su otro 'hermano'
Además de sus padres y sus personas más cercanas, el delantero ha recibido el cariño constante durante las últimas horas de una figura especial para él: Carlos Martín. Son, posiblemente, dos de los proyectos más prometedores de la cantera colchonera, donde se hicieron inseparables y marcaron su amistad para siempre con un tatuaje que comparten en la pierna (Giuliano en la izquierda, Carlos en la derecha).
Este año, después de sus 21 goles con el Atleti B, Martín ha optado por salir cedido al Mirandés... y quedarse a media hora de Vitoria, donde a Simeone le espera una recuperación larga durante los próximos meses. Afortunadamente, todo ha salido bien y, como explicó en Instagram, se encuentra con fuerzas: "El fútbol son retos y me tocó uno desafortunado que no esperaba, pero lo afrontaré con la misma determinación para superarlo de la mejor manera. Sé que lo más importante ahora es recuperarme bien y durante este proceso, que ya arrancó, seré un hincha más apoyando a todos mis compañeros". Entre ellos, su perro Indio y el apoyo de Wyscout le harán más sencillo el trance.