FÚTBOL

La gran amnistía del fútbol español: movimientos en el Gobierno, una huelga de hambre y una frase para el recuerdo de Cruyff

Los protagonistas de la crisis de los avales que descendió al Celta y al Sevilla a 2ªB rememoran los días frenéticos que salvaron a ambos equipos del desastre.

Manifestaciones en Sevilla. /EFE
Manifestaciones en Sevilla. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Rafael Cortés Elvira recuerda el inicio de una de las mayores crisis de la historia del fútbol español. En realidad, ¿cómo olvidarlo? "La primera llamada es del día 1 [de agosto de 1995], yo había empezado mis vacaciones y me llamó por teléfono Jesús Samper [secretario general de LaLiga] para decirme que dos clubes no habían presentado sus avales a los que obligaba la legislación y que por lo tanto iban a ser descendidos". El Sevilla y el Celta eran esos dos clubes y el secretario de Estado para el Deporte ya intuía lo que se le avecinaba: "Iba a ser un terremoto".

Los siguientes quince días son historia del fútbol español, una sucesión de reuniones, manifestaciones, presiones, momentos rocambolescos y anécdotas que terminarían en una rectificación y un apaño en forma de una Liga de 22 equipos, una decisión que casi 30 años después explica todavía por qué la Segunda se hace eterna. Esta es la historia de una amnistía, la gran amnistía del fútbol español.

"Se llevaba avisando desde hace tiempo que había que cumplir con la norma, lo habíamos dicho, pero llegaron sin los avales", explica Toni Fidalgo, que en aquellos días era director de relaciones institucionales de LaLiga, conocida entonces como LFP y considerablemente más pequeña y artesana de lo que es actualmente.

En el pequeño chalet de Hernández de Tejada, donde tenía su sede la patronal, no había ni rastro de los avales del Sevilla y el Celta, pero sí que se habían personado unos cuantos abogados y notarios. "Los habían mandado el Valladolid y el Albacete, porque querían dejar constancia de que si veían lesionados sus derechos acudirían a la justicia ordinaria", recuerda Fidalgo. Los dos equipos habían descendido a Segunda esa temporada, pero si se procedía con el descenso administrativo recuperarían su plaza.

"Inmediatamente lo que hice fue llamar al ministro, que me confirmó que había que respetar la legislación y por lo tanto que la Liga hiciera lo que en derecho correspondiera. Yo intenté que esa decisión se tomase con más tiempo, que se estudiara, pero la LFP tomó su decisión y era su competencia, en ese mismo momento decidieron expulsar a dos equipos y admitir a dos nuevos", relata Cortés Elvira.

Manifestaciones y huelga de hambre

Tomada esa determinación, empezó la marejada. Para empezar, una manifestación multitudinaria en Sevilla. Y no solo eso, una peña en Rociana del Condado (Huelva) arrancó una huelga de hambre. Cualquier cosa menos ver a su equipo en Segunda División B.

"Hubo unas manifestaciones tremendas, llegaban autobuses a Hernández de Tejada, estábamos rodeados por aficionados… era un follón, pero tampoco podíamos hacer nada porque había sido una decisión de los clubes de La Liga", cuenta Toni Fidalgo.

"Un grupo de sevillistas lo organizó, echaron a la afición a la calle y le hicieron ver de alguna forma al Gobierno que era importante. Intervino un ministro de Deportes que se llamaba Saavedra y era canario", recuerda José María del Nido, vicepresidente del Sevilla en aquel momento y el representante del club en todo este embrollo.

Él asume el fallo de su club: "Evidentemente el error se cometió. Aquí nadie se tiene que quitar las culpas. Lo cometimos todos los que estábamos al frente de la sociedad. Lo que sí es verdad es que el fútbol profesional, por un error administrativo de no presentarse un aval, no podía tomar una medida tan radical, no era ese el espíritu".

En la plantilla también había agitación: "Estábamos concentrados en pretemporada, creo que en Sancti Petri. Nos fuimos a descansar para entrenar por la tarde cuando nos llamaron y el cuerpo técnico nos comunicó la noticia de que estábamos descendidos a 2ªB. A partir de ahí todo fue un desastre. Ya nadie tenía la mentalidad para entrenar, para prepararse. Empezaron los problemas, jugadores que empezaron a moverse por si tenían que irse a otros clubes, agentes llamando…", explica Manolo Jiménez, el capitán del equipo que tenía claro que él se quedaría incluso en la tercera categoría del fútbol español.

En la calle protestas y en los despachos, actividad frenética. "Fueron días de tremenda tensión, nos pasamos el día reunidos, en La Liga, en el Consejo…", explica Fidalgo. "Me chupé todas las reuniones, de la primera a la última", remata Cortés Elvira.

Del Nido también vivió unas cuantas. "Yo estaba en París, en un viaje de ocio con mi familia, cuando me llamó Manolo Vizcaíno para comunicarme que no habían sido depositados los avales. Cogí el primer vuelo París-Sevilla y me hice con las riendas para solventar el asunto".

El capitán se remanga

Se puede pensar que esto era una cosa de directivos, políticos y gente con corbata, pero la dimensión del problema salpicó de lleno a los jugadores. "Yo como capitán llamé a personas del club y me puse a su disposición para animar a los compañeros y moverme. De hecho, volvimos a Sevilla y después de los entrenamientos me iba siempre al club y por teléfono hablaba con AFE y con los presidentes de la Liga de Fútbol Profesional... Todos estaban dispuestos a apoyarnos porque consideraban que era un atropello, que era una injusticia lo que querían hacer con nosotros y con el Celta", explica Manolo Jiménez. Él recuerda a todos apoyándole, pero es bastante probable que alguno por el camino le engañase.

Era un problema, sin duda, pero ¿de quién? "Todo el servicio jurídico, los abogados del Estado, todo el mundo, interpretó que el Consejo no tenía competencias para resolver un recurso de esa naturaleza, que la competencia estaba en manos de la Liga", explica Cortés Elvira.

Se sucedían las comidas en Madrid. "Yo recuerdo una cena en el Vips de Serrano con Jesús Samper y Del Nido, que estaba abatido diciéndonos que no podía ser", dice Fidalgo. "Yo estaba muerto, estaba muerto", reconoce el directivo sevillista. También hay otro almuerzo célebre, este de asador y con otro perfil de asistentes. La recuerda Lendoiro: "Comí en Frontón con José María García y después se incorporó Jesús Gil, que estaba cerca de allí". García, por supuesto, estaba metido en todos los ajos.

Muy pronto, solo unos días después de que todo estallase, se empezó a rumorear la opción de la Liga de 22 equipos. Era una solución compleja, pero también la que menos víctimas dejaba. Para muchos, el mal menor, aunque no convencía a los clubes grandes. "Estaban en contra por razones obvias, era cargarles demasiado su calendario y no estaban dispuestos a votar una liga de 22", recuerda Cortés Elvira. Es más, el error del Celta y el Sevilla les abría la puerta a reducir el campeonato a 18.

El enfado de Cruyff

Una anécdota ejemplifica bien esa posición. Johan Cruyff entrenaba al Barcelona y dirigía la pretemporada en Roden, Países Bajos. Él estaba convencido de que no admitir nuevos equipos en Primera y reducir la división a 18 sería positivo para luego ir más descansado por Europa. Los periodistas destacados en la concentración recuerdan los gritos del técnico cuando supo que serían 22. En su caso, dirigidos a Joan Gaspart por no solo no haber cumplido sus deseos sino, peor que eso, haber logrado cargar todavía más el calendario. "¿Veis como es tonto?", les dijo a los reporteros, que pocas veces le vieron más enfadado.

"A los clubes pequeños no les importaba en absoluto jugar la Liga de 22. Porque, en el fondo, para ellos es su única competición junto con la Copa del Rey y no les iba mal jugar cuatro partidos más por temporada", explica Cortés Elvira.

Aunque al CSD no le correspondía decidir nada, no pocos vieron la mano de la política en el desarrollo de los acontecimientos. "Hablamos con autoridades, con ministros y todos nos decían que tranquilos, que se arreglaría, no sabían cómo, pero se arreglaría, lo que pasa es que siempre te queda dentro la duda ¿se arreglará de verdad?", recuerda Del Nido.

El Gobierno de Felipe González tenía un fuerte vínculo con Sevilla y muchos creen que a nadie le convenía enfadar a la ciudad. "La presión política fue tremenda y si no llega a estar el Sevilla de por medio… Felipe era de por allí y las presiones llegaron desde el principio, yo creo que si hubiese estado solo el Celta no se hubiese salvado", explica Toni Fidalgo, representante de LFP. Cortés Elvira, que era el representante del Gobierno como secretario de Estado, niega rotundamente esas presiones.

En medio de la canícula no se hablaba de otra cosa. Una encuesta de Sigma2 aseguraba que el 96,2% de los españoles conocía el conflicto. El día 16, después de muchas idas y venidas, llega la Asamblea final. Era tan importante que TVE y Antena3 decidieron emitirla en directo. Lendoiro recomienda el visionado de aquel documento, aunque no es fácil de encontrar. Fue, según sus palabras, uno de los protagonistas.

"Pedí la palabra, pues no sé cuántas veces, cuatro, seis, ocho veces…. no sabría decirlo, era un momento curioso porque además no es como ahora, que hay una mesa cuadrada con todos sentados, las asambleas eran en Hernández de Tejada y había una especie de púlpito como los políticos, con un pasillo enfrente, a la derecha los equipos de Primera y la izquierda los de Segunda", rememora Lendoiro.

Una única solución

Una solución destacaba por encima de todas. Lo cuenta Toni Fidalgo: "No había solución que no fuese un problema y se tiró por la calle del medio, hubo que hacer mucho apaño porque si una Liga de 20 ya era difícil todavía era peor una Liga de 22. Además teníamos que tener en cuenta que podíamos perjudicar a sociedades anónimas, ya no era el daño a los aficionados sino también las posibles reclamaciones de los accionistas, la cosa podría haber terminado muy fácilmente en un juicio".

Cortés Elvira pone matices a aquella resolución. "Se iba a hacer una votación única en la que se ampliaba a 22 y al año siguiente se reducía a 20 y el siguiente se reducía a 18, con eso los grandes se sacrificaban un año pero lograban una aspiración histórica que tenían", explica el exsecretario de Estado. Esa era la idea, que fuese todo un pack, pero los clubes medianos y pequeños lograron que la votación se partiese en dos. Primero la Liga de 22, luego una hipotética reducción. "Se presentó separado. Primero se votó la ampliación a 22 y como había acuerdo, se decidió ampliar. A continuación, se votó la reducción a 20 y 18, pero aquello no se aprobó", explica.

"Lo entendieron poco, ellos creían que había acuerdo", recuerda el político sobre la posición de los grandes. Hubo que rehacer el calendario, se quitaron partidos de la selección, se amplió un miércoles más y el Gobierno dispuso un cambio impositivo para que el golpe de repartir entre más fuese algo menor.

Enemigos íntimos

La presencia del Celta y del Sevilla en este embrollo llevó a una situación algo paradójica, la de sus grandes rivales, Deportivo y Betis, ayudándoles para que se quedasen en Primera. "Uno de los presidentes con los que más hablé en aquella época y que más me apoyó fue Lopera, y me sorprendió muchísimo que Manuel Ruiz de Lopera nos apoyase. Me dijo que iba a votar que el Sevilla no descendiese. Es que por encima de la rivalidad y por encima de todo tiene que reinar la cordura y el respeto", cuenta Manolo Jiménez.

Lendoiro peleó mucho por la solución de 22 equipos y, en aquel momento, le sirvió para ganar puntos en Vigo. "Se daba la circunstancia de la rivalidad, que era muy dura en aquella época, pero yo tuve una actuación muy especial", explica. En su recuerdo está también su llegada a la asamblea definitiva. "Había uno o dos autocares de Vigo y cuando pasamos José María García y yo en el coche a su lado estaban emocionados, se volcaron todos al verme", recuerda. Aquello derivó en una pancarta mostrada por la afición del Celta cuando todo había pasado y que rezaba "Lendoiro, Graciñas".

Pero tampoco exageremos, el amor duró lo que duró: "Al cabo de pocos años todo Balaídos cantaba 'la casa de Lendoiro es un puticlub', así se escribe la historia en el fútbol, y más entre aficiones rivales", recuerda con cierta sorna el expresidente del Deportivo.

Esa Asamblea, la de la gran amnistía, cambió el fútbol español, aunque, en realidad, algunos de los protagonistas no tardaron en caer. "Lo cierto es que a partir de ahí se desencadenaron unos años terribles, muy difíciles", recuerda Manolo Jiménez. Porque al Sevilla la amnistía le duró dos años, los que tardó en descender a Segunda División. Hoy todavía hay una Segunda de 22 equipos y una Primera de 20. Y el calendario sigue siendo un problema para todos.