Sergio Ramos cae de pie en el vestuario: cercano a los jóvenes, liderazgo y alguna reprimenda de Mendilibar
El defensa ha encajado a la perfección en una caseta que ya lo siente como un peso pesado.

El 17 de septiembre quedará grabado en la memoria de Sergio Ramos. Doce días después de hacerse oficial su fichaje por el Sevilla, el defensa regresaba al Ramón Sánchez-Pizjuán, un momento que llevaba 18 años esperando. Exultante, antes y después del encuentro, el camero cumplió su sueño de disfrutar con sus más allegados de un partido en el estadio que lo vio nacer como futbolista. De los insultos que recibió en el pasado, en sus visitas con el Real Madrid, a los aplausos con los que fue agasajado desde que saltó al calentamiento.
Esa felicidad de Sergio Ramos se corresponde con su buena acogida en el Sevilla y en la mayor parte del sevillismo. Si sus primeras declaraciones ya comenzaron a cerrar la herida con los aficionados, como se demostró luego en su presentación ante casi 23.000 personas, también en el vestuario ha caído de pie. Con humildad, con el mismo trato hacia todos e incluso más cercano con los jóvenes, el camero se ha ganado desde el primer día la consideración de peso pesado.
"Nos tiene que dar ese poso dentro del campo", expresó Mendilibar para resaltar lo que espera del central. Sin estar todavía al 100% de forma física -acumulaba más de tres meses sin un partido de competición oficial y tras un verano ejercitándose en solitario-, Sergio sí ejerció ese liderazgo en el terreno de juego. Indicaciones continuas a sus compañeros, correcciones, charlas con el árbitro y ese ofrecimiento constante para salir con el balón, aunque eso le costase alguna reprimenda del entrenador, fueron las señas de su regreso a Nervión.
Ese liderazgo se exhibió en la celebración de la victoria. Tras atender todos los compromisos con los medios, Sergio llegó el último al vestuario. Choque de manos uno a uno con todo el equipo y también con el cuerpo técnico o los dirigentes, que se encontraban en ese momento en el interior de la caseta. Abrazo especial con Jesús Navas, el capitán del Sevilla y ojito derecho del camero, que siempre ha tenido una relación íntima con el palaciego.
En la salida del estadio, acompañado de su familia incluidos sus cuatro hijos, Sergio Ramos era un hombre feliz. La vuelta a casa se produjo como él había soñado. Guardando con celo la camiseta del regreso, pese a las peticiones de algunos aficionados o de algún rival de Las Palmas; o enseñando esas espinilleras personalizadas con detalles de su presentación que lució en el estreno. Sergio ha caído de pie en su regreso a Nervión 18 años después y quiere seguir disfrutando con su Sevilla.