REAL SOCIEDAD

La "pesadilla" del otro Alaba de LaLiga: "Para mí despertarme era insoportable"

El exfutbolista de la Real recuerda con Relevo el "agobio" que vivió en 1990, cuando decidió retirarse a los 23 años por no disfrutar del fútbol y tras vivir la muerte de un amigo íntimo.

Iñaki Alaba, en primer plano, junto a Iñaki Alkiza, en la rueda de prensa en la que anunció su retirada./Archivo
Iñaki Alaba, en primer plano, junto a Iñaki Alkiza, en la rueda de prensa en la que anunció su retirada. Archivo
Patxo De la Rica

Patxo De la Rica

"Si te soy sincero, y si soy sincero conmigo mismo, el fútbol profesional para una persona como yo, con mi carácter y con mi forma de ser, fue un agobio. No disfruté de la experiencia, tuve una inmensa suerte de vivirla y ha sido importantísima en mi vida, pero yo esa década... Tuve la oportunidad de vivir algo maravilloso y para mí, sin embargo, no lo fue. Tenía claro que mi futuro no estaba ahí". Así resume Iñaki Alaba (1966, Donostia) su carrera como futbolista profesional del club de su corazón, la Real Sociedad.

Muchos años después de una decisión que marcaría su futuro, 33 para ser exactos, Iñaki mira atrás con naturalidad y crudeza. Repasa la "pesadilla" que vivió en 1990 y que le hizo tomar la decisión drástica, pero meditada, de dejar el fútbol. Había perseguido este sueño toda su vida, mientras acudía a Atotxa como aficionado y jugaba en las categorías inferiores del club txurin-urdin, pero no fue como esperaba. O al menos no lo pudo vivir así.

Quizá muchos no recordaban que hubo un Alaba en nuestro fútbol antes que David, el defensor austriaco del Real Madrid. Central. Fuerte y físico. Gran promesa llamada a dar continuidad a las leyendas que consiguieron los títulos de los ochenta con el club donostiarra. Pero con sólo 23 años, decidió retirarse. "No me hace feliz", resumió en su despedida. "Algo así les expliqué también a mis compañeros", recuerda ahora.

Y, en parte, así era: "Cumplí ese sueño de jugar en el primer equipo, pero tenía un regusto de cierta amargura porque lo viví con mucha presión. La responsabilidad de llevar la camiseta de la Real me pesó y me costó llevarlo con cierta naturalidad".

Alaba saluda a Gajate, en un partido de la Real Sociedad. Archivo
Alaba saluda a Gajate, en un partido de la Real Sociedad. Archivo

Antes había vivido un debut inesperado, como titular en un derbi ganado en San Mamés (2-3), una convivencia con sus ídolos medida al detalle por John Benjamin Toshack y un par de campañas a caballo entre el Sanse y el primer equipo. Sin embargo, la temporada 1989-90, la primera en la que se asentó como titular, terminó para él con esa sensación agridulce. "'Jo', esto era el sueño que siempre quería y lo estoy viviendo como un agobio bastante importante", aunque convencido de que "era un proceso personal" que debía asimilar.

"Cumplí ese sueño de jugar en la Real, pero tenía un regusto de cierta amargura. Esto era el sueño que siempre quería y lo estoy viviendo con un agobio bastante importante"

Nada, por aquel entonces, le hacía plantearse aún la retirada, aunque esta llegaría tres meses después.  En el verano de 1990. Aquel parón deportivo comenzó con muchas más vacaciones de lo normal. Mientras España disputaba el Mundial de Italia 1990, "en el que Bixio Górriz metió un gol" -menciona-, Iñaki pudo despejar su cabeza y liberarse de esa tensión que había vivido. Todo cambió en un instante.

"Tres días antes de empezar la pretemporada, salimos en coche a las fiestas de Lesaka, un 6 de julio. Yo llevaba a tres amigos y delante de mí iba otro amigo, con otros tres, por una carretera que no conocíamos bien. El que iba delante de mí se pegó un estacazo con el coche, se empotró contra un camión y murió en el acto".

A esa presión que había padecido se sumó un accidente "traumático" que le cambió la vida y, por supuesto, su carrera. "Un shock". "Hicimos una gira de pretemporada preciosa. Jugamos en Anfield y en el viejo Wembley, pero sin embargo para mí despertarme cada día era insoportable.  Era durísimo, estaba en una especie de depresión por todo lo que había vivido", recuerda.

"Hicimos un gira de pretemporada preciosa. Jugamos en Anfield y en el viejo Wembley, pero para mí despertarme cada día era insoportable"

Masticó sus problemas internos. Apenas lo habló con sus compañeros, pero unos días después, durante un torneo amistoso en Salamanca, llamó a casa. A sus padres. "Les dije que llegaba al día siguiente y que quería hablar con ellos porque no podía más y dejaba el fútbol". La respuesta inmediata quizá sea la más lógica: "Qué tonterías estás diciendo, por favor y tal... La primera reacción es la incomprensión: "ya hablaremos", "serénate...".

Alaba recuerda que su madre entendió rápido qué le pasaba. Era consciente de que cuando mejor iban las cosas a nivel deportivo, no estaba disfrutando de la experiencia y, además, ese accidente había sido un golpe demasiado fuerte. Su padre, que después dejaría en sus manos la decisión y la abrazaría de igual forma, le recordó que el fúbol profesional es "un tren que todos quieren coger, muy pocos llegan y no te puedes bajar".

Segundo de seis hermanos de una familia "en la que los estudios y las obligaciones se llevaban a rajatabla", Iñaki ya se había sentido perdido en esa primera campaña asentado como titular y como gran promesa de la zaga txuri-urdin. La dificultad de compaginar sus estudios y el peso de la camiseta, cuenta, no le permitían disfrutar y sentirse feliz de compartir vestuario con sus ídolos. De hecho, hoy, con la distancia del tiempo como mejor filtro, no duda en que ese "forofismo" que sentía por la Real fue determinante para sentir "mucha responsabilidad por defender los resultados" del equipo de su corazón.

La decisión

Tras darle vueltas con sus padres y un buen amigo, con el que había jugado en el Sanse y que estudiaba judicatura, al día siguiente fue, como cualquier día, al entrenamiento en Atotxa. Pero ese día "fue otra pesadilla". Habló con el entrenador, que entonces era Marco Antonio Boronat, con el presidente, Iñaki Alkiza, y Luis Arconada, que estaba en la dirección deportiva. "Les comuniqué que estaba mal y que lo quería dejar, estaba decidido". 

Y se dirigió al vestuario. "Imagínate un chaval de 23 años: 'Que os dejo, que esta no es mi vida, que soy una persona normal y quiero estudiar en la universidad'. La despedida fue muy dura, casi no pude ni hablar porque me puse a llorar. La reacción de mis compañeros fue preciosa".

Le siguió una rueda de prensa, también muy dura, en la que se centró en sus sentimientos hacia el fútbol más que en el fallecimiento de su amigo. Un paso valiente en busca de la paz mental necesaria para asimilar todo lo que había vivido. "La primera fase es de liberación absoluta", recuerda hoy. "Pero al mismo tiempo me daba un vértigo de la leche. Me daba mucho miedo. Y me daba miedo también la incomprensión, que la gente lo entendiera. Sentí mucho apoyo y mucho cariño, pero esa sensación de que me había convertido en una especie de bicho raro me acompañó un tiempo".

"Sentí liberación, pero al mismo tiempo me daba un vértigo de la leche. Me daba miedo la incomprensión. Esa sensación de que me había convertido en una especie de bicho raro me acompañó un tiempo"

A lo largo de los años lo ha vuelto a hablar con Luis Arconada, quien le reconoce que se lamenta de que no lo hablasen más y de que no tomasen la decisión de alejarse únicamente unos meses para recuperarse anímicamente. "Lo único que quería era eso. Tenía 23 años, estimaba que me podían quedar diez años de profesional y no había disfrutado de esa primera temporada en la que estaba ejerciendo ese sueño que todos teníamos. Y sobre todo con un estado de ánimo bajísimo".

Además, "entonces los clubes no tenían las estructuras de hoy en día", ni tampoco en la sociedad se veía con buenos ojos acudir a un psicólogo o un psiquiatra. "Se veía con un prejuicio de anormalidad. Hoy estoy seguro que haber estado acompañado de un buen profesional de estas materias me hubiera venido genial. Fue algo que me faltó, claramente".

Sin embargo, superó poco a poco el trago apoyado en la que hoy es su mujer, en su familia y amigos, al tiempo que seguía manteniendo contacto con los que habían sido sus compañeros. Y mientras, el balón seguía rodando.

El regreso

"Una vez voy superando el momento anímico más bajo,  voy viendo eso que me decía mi padre de que estoy dejando pasar una oportunidad de la leche. A nivel universitario hago muy buen año y de repente se abre otra vez la oportunidad. Vuelve Toshack a la Real, se acerca a mí, y me habla de la posibilidad de volver".

"Toshack me habla de la posibilidad de volver. Pero me vuelvo a encontrar con el rollo de cómo explicar que lo que decía hace unos meses que no me hacía feliz, ahora quiero volver"

Habían pasado sólo "seis o siete meses", pero las dudas giraban en torno a la incomprensión. "Me vuelvo a encontrar con el rollo de cómo explicar que lo que decía que hace unos meses no me hacía feliz, ahora quiero volver. Más que cualquier otra cosa, eran mis dudas de cómo afrontar y comunicar una decisión que era contradictoria con lo que había dicho unos meses antes".

"Dejé el fútbol en agosto del 90 y en octubre del 91, volví". Pero nada volvió a ser igual. Aunque a nivel físico se encontraba bien, el ritmo no era el mismo. Había estado 14 meses fuera de un campo de fútbol. "No sólo me costó, sino que nunca lo volví a conseguir. Jamás volví a estar al nivel, deportivamente la decisión fue muy mala. Y sin embargo, a nivel humano, a nivel familiar, fue una decisión que me hizo crecer muchísimo".

Iñaki Alaba terminó sus estudios de abogacía. Archivo
Iñaki Alaba terminó sus estudios de abogacía. Archivo

Una lesión de tibia y peroné, un "rosario de lesiones musculares posterior" y su clara decisión de continuar sus estudios marcaron el regreso al fútbol profesional. Cumplió cuatro temporadas en la Real, jugó en Extremadura y en el Racing de Ferrol, pero tras un ascenso frustrado con los gallegos y con una oferta de renovación de tres años sobre la mesa, volvió a decidirse por la retirada. "Quería estudiar un MBA en San Sebastián y cuando volví al fútbol lo hice teniendo claro que quería hacerlo con una carrera universitaria". Así, con 31 años, dejó el fútbol. 

La experiencia de haber cumplido sus sueños le dejan varias reflexiones. La primera, que "el deporte de competición es una experiencia preciosa, pero con una implicación psicológica muy importante. Hay mucha gente que pudiendo llegar a hacer carreras muy importantes, el aspecto anímico les ha dejado atrás. Y todo lo contrario, que quizá futbolistas que no tenían las condiciones más altas han llegado al máximo porque tenían una fortaleza mental que otros no teníamos".

La segunda, que el forofismo que sentía por la Real le pudo jugar una mala pasada en cuanto a presión. "Esa responsabilidad y esa autoexigencia no me permitió disfrutar, precisamente". Y la tercera, que "el sentimiento por la Real y la relación con el deporte a nivel familiar es algo que explica la forma de vivir en el País Vasco. Hubo un alejamiento que me duró unos años, pero ahora sigo poniéndome la etiqueta de forofo. Y no solo la llevo yo, la comparto con mis hijos. Y voy al fútbol con ellos, que son incondicionales también. Es parte de la convivencia familiar".

De hecho, Iñaki ha pasado por la directiva de la Real, ha hecho carrera como abogado y es una persona y un personaje muy respetado en San Sebastián. Hoy, dedicado al mundo del asesoramiento patrimonial, tiene relación con varios actores del mundo del fútbol profesional. "Trato de ayudar. Y espero que mi relato y mis vivencias a alguno le haya podido servido de ayuda".