El incompleto 'one club man' de Osasuna que se destapó en el Bernabéu: "En Irán me decían si no me daba pena perderme la final de Copa contra el Real Madrid"
A sus 35 años, Roberto Torres acaba de fichar por el Nàstic de Tarragona.
![Roberto Torres besando el escudo de Osasuna. /AGENCIAS](http://s1.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202502/14/media/cortadas/roberto-escudo-Rnyz6c21S6JOToT3YWpBG5M-1200x648@Relevo.jpg)
El 1 de enero de 2023, Roberto Torres (Arre, 1989) se despidió de Osasuna siendo capitán y leyenda rojilla, y tras más de media vida yendo día tras día a Tajonar. Con el brazalete, pero sin apenas minutos -tampoco jugó en su último partido en el Real Arena-, el mago de Arre tenía el deseo de convertirse en un 'one club man' y es por ello que, además de bajarse el sueldo en varias ocasiones, planteó la opción de renovar un año más y aceptar un rol secundario en el equipo, transmitiendo los valores del club que le habían inculcado a él desde que llegó a la entidad procedente de la Txantrea, en verano 2005. Pero no pudo ser.
Entonces, aceptó una exótica oferta de Irán porque sentía que todavía tenía fútbol y físico. Y es que pocos jugadores se cuidan como él lo ha hecho a lo largo de su carrera. El caso es que cinco meses después de su marcha a Asia, Osasuna disputó la histórica final de Copa contra el Real Madrid, el 6 de mayo de 2023. Y a Roberto Torres sus nuevos compañeros del Foolad FC le preguntaban si no le daba pena perderse la cita.
Dos años después de su marcha, no se arrepiente de haber abandonado Pamplona y, tras un breve paso por Andorra, ha regresado al fútbol profesional de la mano del Nàstic, que juega en Primera RFEF, pero que tiene hábitos, historia y estructura de primer nivel, tal y como él mismo reconoce. Y es por ello que aceptó su propuesta.
En la primera entrega de una entrevista con Relevo, en el Nou Estadi de Tarragona, Roberto Torres habla de su salida de Osasuna, de cuando vio cerca el "abismo" en Sabadell y de Enrique Martín, el gran culpable de que sea el segundo jugador con más partidos de la historia de Osasuna, solo por detrás de su ídolo Patxi Puñal.
También de su regreso a Pamplona. Y es que su primer partido como nastiquer -con el 19 a la espalda, el mismo dorsal con el que debutó en el primer equipo navarro- fue el pasado fin de semana contra el filial rojillo. En Tajonar, su casa durante casi 20 años, se cerró el círculo de Roberto Torres con Osasuna. Allí, pudo abrazarse con amigos, excompañeros y empleados del que siempre será el club de su vida, que este sábado recibe en el Sadar al Real Madrid, el equipo que le privó de su primer título en la final de Copa del 2023.
Por cierto, el primer gol de Roberto Torres como profesional fue en el Santiago Bernabéu. Allí se doctoró cuando apenas sumaba un puñado de partidos en LaLiga. En El Sadar esta tarde se volverá a recordar aquel tanto del mago de Arre, el heredero en Pamplona del mito Patxi Puñal, que cuando se retiró le cedió el '10', el dorsal que encumbró al último héroe rojillo.
¿Cómo estás?
Muy bien. Muy contento y muy a gusto. Llevo algo más de una semana en Tarragona y lo estoy disfrutando mucho. Y con ganas de lo que viene.
Debutaste la semana pasada, precisamente en Tajonar, contra Osasuna Promesas. ¿Cómo fue?
Muy bonito. Viví un día precioso, se me hizo muy corto. De hecho, en el partido me encontré muy bien. Y con mi gente, amigos y familia en la grada. También había gente del primer equipo con la que todavía mantengo contacto, que son mis amigos. Gente del club. El presi, con el que tengo una muy buena relación; los fisios del primer equipo, los trabajadores de Tajonar… lo que dejé ahí hace solo dos años cuando me fui. Y se mantiene muy parecido. En ese campo he entrenado miles de veces y fue muy bonito.
❤️ Luis Sabalza, presidente de Osasuna, le ha hecho entrega de un obsequio al excapitán y leyenda rojilla Roberto Torres en los prolegómenos del #PromesasNàstic.
— C. A. OSASUNA (@Osasuna) February 9, 2025
🥰 ¡Qué alegría verte de nuevo, Rober! pic.twitter.com/bjdC4UXOcP
Llegaste a Osasuna en edad juvenil.
Fue en verano de 2005, primer año de juvenil. Antes, me formé siete años en la Txantrea. En Osasuna estuve desde 2005 hasta el 1 de enero de 2023, que es cuando me despido.
Eso es media vida de rojillo.
Totalmente. Al final, casi todos los recuerdos que tengo de fútbol son de Osasuna. Han sido muchísimos años haciendo el mismo camino con el coche para ir a entrenar, entrenando en el mismo sitio. Por eso el otro día sentía que estaba en mi casa. Además, nos alojamos en el hotel en el que nos alojábamos con Osasuna. El chándal es rojo igual que Osasuna… entré al pasillo de Tajonar y estaban los fisios del primer equipo, estuve con ellos. Entendía que estaba en otro sitio, pero sentía como que no me había ido.
De tantos años que estuviste en el filial, Enrique Martín te decía en broma que pasarías de Osasuna Promesas a los veteranos.
(Ríe) Normalmente, los chicos que suben del Juvenil al Promesas debutan antes o dan el salto al primer equipo antes de lo que lo hice yo. Mi caso fue diferente. Debuté con el primer equipo con 18 años en un partido amistoso, y además metí gol. Pero casi no participé con el primer equipo… y mis tres primeras temporadas fueron difíciles. Me tuve que hacer un nombre poco a poco, físicamente estaba justo y fue un proceso que hay que llevar. Creo también que no estaba preparado para ir al primer equipo. Sí que es verdad que las dos últimas temporadas fueron a gran nivel y la última es cuando debuto en el primer equipo. Y Enrique me dice eso porque estuve cinco temporadas, o cinco y algo más, en el Promesas y tampoco es lo habitual. En ese momento lo hicieron así para mantener una progresión adecuada y me dieron la oportunidad cuando estaba preparado. Y la aproveché.
Sueles decir que Enrique Martín te marcó mucho.
Sí, me marcó mucho porque yo empecé a vivir en mis carnes el tener a Enrique de entrenador cuando yo era un crío, cuando no sabía que era el fútbol profesional. Él es el que me sube del juvenil al Promesas, el que me da esa oportunidad y el que me enseña muchas cosas que te vas a encontrar después. Tenía una manera de tratar a los jóvenes peculiar, ni mejor ni peor, era su manera. Te hace ver la realidad muy rápido y entiendo que es una manera adecuada para que tú sepas dónde estás desde el primer día y dejes las tonterías al lado que no te llevarán a ningún sitio.
Mi segunda temporada con él fue ya estando en el primer equipo, yo siendo un jugador importante. Me dio su confianza y lo disfruté muchísimo con otro Enrique diferente al que había vivido en el Promesas porque él también empezó con sus temas de coaching… bueno, cambió su manera de actuar y de verlo todo. Y lo disfruté muchísimo con él y terminó con ascenso.
Alguna vez incluso te cogió por el cuello.
Sí, bueno, por el cuello no. Por la camiseta y me zarandeó una vez estando yo en el Promesas con 17 años. Ese día pasé un poquito de miedo.
¿Cómo recuerdas lo de Sabadell?
Duro. Duro porque vivimos cerca del abismo. Todo el osasunismo lo recuerda como un día en el que sufrimos mucho, en el que acabó todo bien, pero en el que parecía que no iba a acabar así porque estábamos todos con un bajón muy grande por ver de cerca algo… bueno, que creo que tampoco iba a pasar lo que decían que podíamos haber desaparecido. Osasuna tiene una masa social tan grande que hubiera sido imposible que desapareciera, pero ciertamente estuvimos cerca de una catástrofe muy grande. Para mí también fue un día muy importante porque ese día el osasunismo se volvió a unir: equipo y club con afición. Fue un día precioso en ese sentido. Y es por eso que al año siguiente vino todo lo bueno que vino.
Fuiste capitán durante muchos años y jugaste 353 partidos en el primer equipo rojillo. ¿Por qué te fuiste de Osasuna?
No fue un momento fácil. Yo lo dije muchas veces, mi idea era empezar en Osasuna y terminar en Osasuna. Me hubiera encantado que fuera así. Pero yo viví un momento en el que me encontraba muy bien, pero en el que no participaba. Entonces, yo creía que si se mantenía eso hasta final de temporada que iba a ser muy difícil encontrar equipo para competir como a mí me gustaba. Y creía que era un buen momento para salir porque tenía la opción de ir a Irán con un entrenador que apostaba mucho por mí, que yo sabía que iba a jugar. Pero evidentemente, dejar el club de tu vida, en el que eres capitán y en el que había vivido tanto, pues no fue fácil… le di muchísimas vueltas, hablé muchísimo con mi entorno, pero así lo hice. Y no me arrepiento porque he vivido experiencias de fútbol y de vida muy bonitas, y me han traído aquí también.
¿Crees que se fue injusto contigo?
El fútbol profesional es así. He entendido muchas veces que somos jugadores, somos números, y cuando cuadras, pues cuadras y cuando no, pues no. Me daba pena, no por ser quién era, sino porque yo siempre me he comportado muy bien y siempre he intentado priorizar el grupo por delante de mí. Y en ese momento también estaba siendo así. Egoístamente, yo podría haberme centrado en mí y pensar únicamente en mi futuro. Pero mi rol era el de intentar ayudar a los chavales que venían, a los que venían de fuera enseñarles lo que era Osasuna, que es un club diferente con unos valores muy marcados. Estaba en otra situación, pero yo quería jugar y seguir compitiendo. ¿Justo o injusto? Evidentemente, yo me veía capaz de jugar y me veía con el nivel que tenían mis compañeros. Pero ya te digo que el fútbol profesional es así.
Ibas para one club man... y te fuiste meses antes de la final de Copa del Rey contra el Real Madrid.
Sí… en Irán me lo dijeron en el equipo, que si no me daba pena que nada más irme llegaran a la final contra el Madrid. Pero bueno, nunca sabes, igual me quedo y no se llega a la final de Copa. Pienso que lo mejor para Osasuna era vivir una final de Copa… y, evidentemente, que jugase yo o no, no significa que se alcanzase o no. No cambiaría lo que he hecho, pero claro si me dicen que si me quedo llegamos a la final, pues lo firmo. Se dio así… Y respecto a lo otro, me hubiera encantado terminar mi carrera en Osasuna. De hecho, les planteé que me renovarán un año más aunque mi rol fuera muy secundario, pero por lo menos podría terminar mi carrera en mi casa, intentando transmitir los valores que a mí me habían enseñado. Tampoco pudo ser porque el fútbol profesional muchas veces ve más allá de las personas y así se dio. Pero no me arrepiento de haberme ido a Irán, como digo, porque he vivido cosas que me han encantado y me han cambiado.