Macrofestival del Real Madrid en Cibeles, con ruegos a Nacho, Modric y Joselu y con la 15ª de fondo: "Tengo un sueño..."
El equipo blanco celebró por todo lo alto la Liga pensando en la Decimoquinta: "Nos dejaremos el alma para volver". La afición pidió a Nacho, Modric y Joselu que siguieran y clamó por Vinicius: "¡Balón de Oro!".
Es domingo por la mañana en Madrid, en esa franja que admite la perfecta comunión entre quienes han alargado la fiebre del sábado noche, los que piensan en el vermú y muchísimos niños con crema de sol en el bolsillo. Veraniego en el más amplio sentido de la expresión. El tráfico está cortado para llegar a Cibeles. Cuando no se permite el acceso de coches por donde reside la diosa, es porque pretende pasar la Historia. Así sucedió horas después.
Pasó el Real Madrid, que regresó a su fuente dos años después para celebrar por todo lo alto la Liga número 36 con cientos de miles de aficionados que se lanzaron a la calle para arropar a los campeones. Fue una matiné dominguera con el ambientazo de las grandes noches. Primero en la Comunidad, después en el Ayuntamiento y por último en Cibeles, la desembocadura de los sueños blancos convertida en un macrofestival brutal con el deseo de ser el prólogo de otro, el de una Decimoquinta que ocupa la cabeza de todos en el club.
Cada gran acontecimiento se reserva fotos para el recuerdo. En varias de las hoy aparece Ancelotti, un virtuoso en eso de disfrutar del presente. En el autobús descapotado, primero, y después sobre la tarima que abrazó la escultura, el técnico fue la guinda para el personal. Con gorra, gafas y puro, repitió su foto icónica junto a Vinicius, Alaba, Militao y Rodrygo. A la imagen se incorporó Camavinga en un momento que recuerda a esos amigos del novio que posan junto al padre de la novia en pleno baile. Ya en Cibeles, Carletto impresionó y confirmó aquello de que en un domingo puede suceder cualquier cosa. Cogió el micrófono y gritó: "Yo tengo un sueño. Quiero bailar con Eduardo Camavinga. ¡Música, maestro!". Al ritmo El Fin del Mundo de La la love you, entrenador y jugador danzaron, agitando los brazos a la vez que las caderas; el resto, se desternilló.
Al cabo llegó el punto álgido, con Nacho ascendiendo el carro de piedra, vistiendo a Cibeles con una bufanda y besándola bajo la lluvia de confeti y los ecos de toda una afición que le pidió que se replanteara el porvenir: "¡Nacho, quédate". El capitán no cometió ningún desliz, lo tenía todo bajo control y con un relato enfocado en la obsesión del vestuario, la Champions: "Ya tenemos tiempo para pensar en el futuro, ya sé lo que queremos todos, pero vamos a disfrutar del día, que es lo más importante". El discurso fue compartido en cada intervención. "Quiero que el 1 de julio vamos a ganar otro título. ¡Y venir aquí otra vez para disfrutar!". se desgañitó Camavinga. La Decimoquinta estuvo en la atmósfera, como aquello a lo que se aspira mientras uno se toma la copa en una mañana de entusiasmo febril: "Nos dejaremos el alma para volver".
El día arrancó en Valdebebas pocos minutos antes de las diez de la mañana, con la entrega 'clandestina' de la Liga como resultado de las circunstancias en las que se conquistó el título y del desgobierno, la confusión y la crisis en la Federación. Fue Pedro Rocha, presidente federativo, el encargado de darle la copa a Nacho en un acto deslucido y sin Vicente Del Bosque, que está al frente de la Comisión de normalización, un organismo creado por el CSD para supervisar a la RFEF y, en teoría, llevar la representatividad y el control de una institución en tiempos revueltos. El preámbulo nada tuvo que ver con lo que vino después.
La plantilla, con traje y corbata negras y camisa blanca al más puro estilo 'Men in black' [Ancelotti añadió su chaleco, complemento inseparable y 'cabalístico'] y con Florentino Pérez encabezando el pelotón, visitó la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, colmados de seguidores madridistas. El equipo alternó el formalismo dentro de las instituciones con el desenfado y la espontaneidad cuando desaparece 'el corbateo' y aparece el pueblo.
Nacho dirigió los hilos en el balcón de la Puerta del Sol con la rapidez de un regidor y la destreza de quien suma trienios presentando programas televisivos de 'prime time'; Ancelotti, entonces sin gafas ni puro, animó y se animó a cantar el himno de la Décima, "la canción más bonita del mundo"; Vinicius, disfrutón, respondió con el "¡Cómo no te voy a querer...!" a los gritos que pedían para él el Balón de Oro; un aclamado Bellingham sorprendió con su discurso de Primero de Castellano prometiendo la Decimoquinta; Joselu se emocionó cuando le pidieron con energía que no se marchara; Rüdiger enloqueció; y los miles de aficionados que les admiraban desde el asfalto lanzaron dos gritos unánimes que sonaron a ruegos: ¡"Modric, quédate"!, "¡Kroos, quédate!".
El aire ya era cálido y sonoro. La música que desde primera hora de la mañana envolvía Cibeles se colaba en el Ayuntamiento cuando los campeones ofrecieron el título al altético José Luis Martínez Almeida. El alcalde de Madrid, amigo del humor y tendente a dardos y guiños, no desaprovechó la ocasión para lanzar variedad de ellos. Recordó que el Atleti es el único equipo al que no ganaron los de Ancelotti en la Liga, reconoció una premonición que tuvo contra el Bayern [y que ya asalta a todo rival blanco cuando toca remontada] y 'coló' a Mbappé en la reunión: "Los niños lo gritaban ahora y los niños siempre dicen la verdad". El nombre del astro francés 'molesta' entre el champán y el deber del 1 de junio contra el Borussia Dortmund en Londres.
Cuando el sol ya estaba en todo lo alto, el staff y la plantilla se deshicieron del corsé de la chaqueta, se enfundaron la camiseta del Real Madrid con el '36' y la leyenda de 'Campeones', se montaron en el bus descapotable y protagonizaron una rúa multitudinaria, festiva y plena de confidencias hasta llegar al epicentro de la capital, donde le esperaba su diosa y cientos de miles de aficionados que disfrutaron de sus ídolos, de un título sufrido, de un Nacho agradecido ("Solamente por lo que he vivido hoy, jamás me arrepentiré de haber renovado un año más") y de un Ancelotti que es el perejil de esta salsa.