A Mbappé se le pone cara de Mbappé... y Vinicius sigue siendo un caso
El francés jugó su mejor partido en San Sebastián. El brasileño, como Rodrygo, continúa lejos de su plenitud.

Pocas veces una simple celebración reflejó tanto. Mbappé, al transformar el penalti del 0-2, buscó a Vinicius, miró afable a la cámara y se fue al banquillo a dedicarle el gol a Brahim, uno de sus grandes amigos y lesionado en la primera parte; Vini, tras firmar el 0-1, se llevó el dedo a la boca, mandó callar al Reale Arena por motivos que aún se desconocen y no encontró ni la protección de Ancelotti ("de esto no opino; prefiero guardármelo para mí"). Kylian jugó su mejor partido de blanco y el brasileño todavía no se encuentra.
El Real Madrid tiene en puntos distintos a sus dos estrellas. No se duda (ni se dudará) de ninguna, pero Mbappé ha arrancado bastante más enchufado que el máximo favorito al Balón de Oro que se entrega en octubre. Fue él quien tuvo que adaptarse a una posición que le limita (la de delantero centro) y, aun así, presume ya de cifras notables (cuatro tantos en seis encuentros) y de ir hacia arriba semana tras semana. Se estrenó con nota en la Supercopa de Varsovia, sufrió en alguna cita liguera, le sacó la tapa al kétchup con su doblete al Betis antes del parón y ayer lució a un nivel extraordinario en Anoeta.
"Cada día me siento más cómodo", confesó. "Voy entendiendo lo que necesitan el equipo, el míster y mis compañeros. Para mí no es importante quién tira los penaltis, sino convertirlos", declaró en Real Madrid TV. Pese al pobre rendimiento del colectivo, el francés presumió de frescura para moverse por izquierda, derecha y centro, volver locos a los centrales, rozar el 0-1 con un latigazo que repelió Remiro y otro chut que besó el palo y aclarar pasillos para que percutiesen los extremos. Nadie remató a portería ni regateó más. Ancelotti también le elogió ante los medios.
"Le veo más ligero, activo y peligroso cuando tiene el balón. Está creciendo. Su partido me ha gustado mucho", dijo el entrenador, consciente de que el desarrollo de su escuadra pasa por que el campeón del mundo se haga con el liderazgo definitivo. Toda vez que su adaptación al vestuario ha pasado de positiva a total ("Vini es un grandísimo futbolista; estoy encantado de jugar con él"), su poderío le encamina a asumir la bandera del ataque. Por él, omnipresente en Donosti, y porque su rival por el trono sigue sin brillar.
Menos de Vinicius
El brasileño demostró de nuevo por qué opta de manera clara a ponerse la chaqueta de mejor futbolista del planeta el mes que viene en París: amenazó poco y participó menos, pero abrió el marcador y provocó la pena máxima que lo cerró. Aunque su inteligencia y desborde mantengan inalterable su capacidad de marcar diferencias, Vini no parece el mismo que coronó el curso pasado con Liga y Champions y que descerrajaba a las defensas con una chispa que aún no brota. Ante la Real sólo dirigió entre los tres palos uno de sus cinco disparos y apenas protagonizó un quiebro.
Su actuación contra la Atalanta elevó unas expectativas que luego no se han cumplido. Continúa sin marcar en jugada (sus dos dianas en ocho duelos han llegado desde los once metros) y no desquicia como antes. Va en descenso (molestó y asistió contra el Mallorca y dejó frío a Carletto ante Valladolid, Las Palmas, Betis y ayer) y el parón no le ha ayudado: naufragó contra Ecuador y Paraguay y en su país le llovieron los palos ("no puede jugar sólo por el nombre ni quedarse quieto en la izquierda; es nulo con la selección").
Ayer, además de por su menor incidencia en el juego y alguna acción que quizá le sobró (un empujón sobre Kubo sin balón), también recibió críticas de leyendas del madridismo como Mijatovic, que manifestó su incomprensión ante su festejo del 0-1 en Carrusel: "Tiene que tranquilizarse un poquito. Estoy muy decepcionado. ¿Por qué hace eso? Le perjudica y mucho. Todos con los que hablo están decepcionados con su comportamiento". El ruido sobrevuela en pleno runrún árabe (le tentaron y mantienen abierta la ofensiva para el verano que viene) y con sus declaraciones sobre el Mundial 2030 ("si las cosas no evolucionan en España habría que cambiar la sede") todavía calientes. En la planta noble del club, que apoya con palabras y hechos su cruzada contra los lamentables episodios de racismo que aguanta en numerosos estadios, no gustó que desviase tanto el foco (el Bernabéu levanta desde hace tiempo la mano para acoger la final del Mundial).
Algo similar en lo deportivo ocurre con Rodrygo, que ayer ingresó en el 24' por Brahim y pasó de puntillas por el choque contra los de Imanol: ni un regate ni un centro ni un remate. Mientras reclama por WhatsApp ser miembro del tridente o finalista del Balón de Oro, sus partidos no acompañan al verbo y el cuerpo técnico le pide un paso más. La lesión de Brahim le dará, salvo giro extraño, la oportunidad de cambiar su destino desde el inicio este martes (21:00) contra el Stuttgart en el Bernabéu.
Europa como medicina
Por ese estreno en Champions pasan las esperanzas del staff de cambiar el rumbo y que sus brasileños vuelvan a la versión que les hizo alzar al Madrid hacia la Decimocuarta y la Decimoquinta. Ancelotti ya tranquilizó con Vinicius antes de visitar a la Real: "No está en su mejor versión, pero sigue siendo muy importante para nosotros; no hay prisa. Mi última preocupación es su estado. Siempre lo da todo. Es cuestión de tiempo". Europa es su lugar fetiche, como el de Rodry, y puede servir de bálsamo.

Mbappé también reveló sus ganas por estrenarse en Champions de blanco: "Vine al Madrid para vivir ese tipo de noches. Debemos estar concentrados en lo que tenemos que hacer. Hay que ganar para comenzar bien". Ya mira al Stuttgart para alargar su racha… y Ancelotti confía en que el objetivo de aniquilar a los alemanes, que han empezado regular en la Bundesliga, despierte a Vini.