OPINIÓN

A Ocampos no le llamarán 'zorra'

Lucas Ocampos durante el partido ante el Rayo./Efe
Lucas Ocampos durante el partido ante el Rayo. Efe

Ayer asistimos a un nuevo bochorno dentro de un terreno de juego. Lucas Ocampos fue agredido por un aficionado del Rayo Vallecano, al parecer menor de edad, que decidió que era divertido tocarle el culo con el dedo mientras el jugador se disponía a sacar de banda. Ante la sorpresa de todos, el aficionado continuó entre risas sentado en la grada hasta el final del encuentro.

El futbolista al término del partido quiso explicar lo que había pasado y fue muy contundente: "Las imágenes se vieron por sí solas. Ojalá que LaLiga lo tome con seriedad, como toma el racismo. No creo que toda la gente del Rayo sea así, pero siempre hay un tonto y ojalá que no pase en otros ámbitos. Si ocurre en el fútbol femenino ya sabemos lo que puede pasar. Yo me contuve porque tengo dos hijas y ojalá que en el día de mañana no le pase a ellas", apuntó el extremo. "No sabía quién era, tenía ganas de pegarles. Tengo dos hijas, y no quería que mis hijas fueran a la escuela y les dijeran que su papá pegó a alguien", declaró minutos después.

Un discurso impoluto salvo por la eterna comparación. ¿Es necesario volver a poner en el foco a sus compañeras para censurar lo que había ocurrido? Lo que pasó ayer en Vallecas es lamentable, algo que no debería ocurrir ni en un terreno de juego ni en ningún otro lado y ante lo que deben reaccionar con contundencia tanto la competición como ambos clubes. El mensaje ha de ser firme. No puede haber ninguna duda sobre eso. Sea un futbolista mujer u hombre, pues en cuestiones de dignidad el género es insignificante.

Sin embargo, las declaraciones del jugador despertaron a muchos aletargados hasta el punto de que Jenni Hermoso, que este verano padeció también lamentablemente una de las grandes manchas de nuestro deporte, fue tendencia en las redes sociales. La futbolista, tal y como ha compartido en su perfil de Instagram, sigue sufriendo las consecuencias. Fue víctima de un acoso por parte del máximo dirigente de nuestro fútbol -que la Audiencia Nacional investiga- y, a pesar de ello, sigue sufriendo las consecuencias. Tampoco ante similar tropelía el discurso de rechazo es unificado.

"Puta, que no te toco ni con un palo no vaya a ser que denuncies. Hija de puta. Trozo de pescuezo. Te han comido la cabeza bien los illuminati, eh? Trozo de mierda, drogadicta, hija de puta" es el mensaje de voz que un anónimo dejó a la jugadora acompañado de "la denuncietis" o "asesina". Ante tal barbaridad, Hermoso tiró de ironía: "Claro que sí, no hay que cambiar nada en esta sociedad".

Yo me pregunto si cualquier persona por ejercer su profesión tiene que aguantar que un aficionado le meta el dedo en el culo, el presidente de su federación le bese en los labios en el mejor momento de su vida deportiva o le envíen mensajes tan execrables como los que recibe la reciente campeona del mundo. Me pregunto qué estamos haciendo mal como sociedad para que esto sea algo recurrente. Me pregunto también si Ocampos, ojalá que no, tendrá que aguantar insultos sexistas después de lo ocurrido ayer en Vallecas. Si se animará a denunciar -desde aquí todo mi aliento para que lo haga- o le llamarán puta durante los próximos meses.

Quizás ahí está la diferencia a la que ayer se refería el propio jugador: "Si ocurre en el fútbol femenino ya sabemos lo que puede pasar". Claro que lo sabemos. Si ocurre con una jugadora, el escarnio no se acaba en el acoso sufrido, sino que continúa. Se la cuestiona, se la exige denunciar, se la insulta por hacerlo, se la expone y se le discute cualquier decisión que tome porque lo que se espera de una víctima es que lo aparente.

Me pregunto si hoy, apenas 12 horas después del bochorno de Vallecas, también se cuestionará a Ocampos por haberlo denunciado públicamente y si habrá silencio en la profesión, entre los futbolistas hombres, como hubo tras lo que hizo Luis Rubiales. De momento, quien sí se ha pronunciado ha sido una de sus compañeras, Virginia Torrecilla, de forma contundente en Twitter: "Pues ya sabe lo que tiene que hacer, denunciar".

Por contra, uno de los jugadores que ayer se pronunció fue Sergio Camello. A pesar de que entendía el enfado de Ocampos, tachó lo ocurrido como una "chiquillada". Posiblemente lo sea, pero con la consecuente gravedad que tiene que un joven entienda como diversión tocar el culo de un jugador en un terreno de juego. Definitivamente, algo estamos haciendo mal.

Encuentro un paralelismo sobre el debate cultural al que asistimos esta semana sobre la canción que representará a España en Eurovisión. La letra de 'Zorra' no deja de ser una sátira sobre lo que se encuentran muchas mujeres en su día a día. Pero a muchos no les gusta. Les ofende el título. Les retuerce los oídos. Eso sí, sin ánimo de generalizar y lanzando una opinión que nos ayude a reflexionar, me temo que a esos que no les gusta son también aquellos que no suelen pronunciarse - y lo hemos comprobado en los últimos meses- cuando a una mujer de forma constante la llaman 'zorra' por plantarse ante una situación repugnante. Lo de ayer en Vallecas es repulsivo, no hay duda en ello, pero me temo que Lucas Ocampos no le llamarán 'zorra'. Porque "si ocurre en el fútbol femenino ya sabemos lo que puede pasar".