Paradas Romero, sobre el trato a los árbitros en la RFEF: "Muchos tenían miedo a hablar porque perdían 150.000€"
El excolegiado salió del arbitraje por desencuentros con la Real Federación Española de Fútbol.

"Sé directo, yo siempre soy claro", empieza tajante José Luis Paradas Romero (Antequera, 16 de octubre de 1972). Lo dice con un tono cálido pero que no resta un ápice de firmeza a su mensaje. Es cercano pero no deja lugar a la duda entre sus palabras. El que fuese árbitro de Primera, hace ya una década, sigue aferrado a ese sentido de justicia con el que empezó a aplicar las normas de este deporte.
Empezó a jugar al fútbol en el barrio malagueño de Ciudad Jardín, pero pronto se dio cuenta de que su futuro estaba en el arbitraje. Aunque no eran pocos los que dudaban de él por ser bajo: "Oye, tú lo vas a tener difícil para llegar a Primera División porque mides 1,70m", le decía más de uno. "Pero si esto se trata de acertar…", pensaba para sus adentros, mientras no dejaba de escalar categorías. De hecho, todavía hoy recuerda ver a los jugadores acorralando al danés Kim Milton Nielsen, de casi dos metros de altura. "Yo siempre que pité un penalti me quedé firme en mi sitio", dice para acabar con el debate.
Acumula 292 partidos oficiales, tras cinco fugaces temporadas en la antigua 2ªB y siete en Segunda, en la 2006/07 acabó siendo elegido el mejor árbitro en la división de plata y subiendo de categoría. "Hubo temporadas incluso mejores que esa, pero tenían que darse las circunstancias. Sólo te enseñaban tus informes arbitrales, no sabías los de los demás, "existía ahí un índice corrector, o 'corruptor', como decíamos nosotros", asegura rotundo. Como otras muchas veces reclamó dentro del colegio de árbitros. Un ascenso que celebró en una multitudinaria comida con los árbitros de Málaga, donde estaba colegiado: "Aquello fue como haber aprobado unas oposiciones".
En la máxima categoría debutó con dos viejos conocidos, Levante UD y Real Murcia, dos equipos que, al igual que él, habían estado en Segunda el año anterior. Fue un partido soñado por cualquier árbitro: empate sin goles, ni sobresaltos. Al menos, en el terreno de juego, porque horas antes, en la caseta, sí sucedió algo inesperado. "Recuerdo que llevaba dos silbatos y el que siempre utilizaba, no sé qué pasó ese día, no funcionaba. Se había roto y tuve que sacar el de repuesto". Ese instrumento le había acompañado hasta la élite y dijo basta justo antes del primer partido de Primera.
El 'Caso Negreira'
Cuando un árbitro subía o bajaba de categoría, como fue su caso, el encargado de llamar y comunicar la decisión era José María Enríquez Negreira. El ahora investigado por posible corrupción deportiva fue el vicepresidente del CTA desde 1994 y hasta 2018. Tiempo de sobra para haber tenido contacto con Paradas Romero. "Recibí oficialmente su llamada para comunicarme mi ascenso. Además, su relación con nosotros, los árbitros, siempre fue bastante fría. Te decía: 'Enhorabuena, pero ya sabes que igual que te llamo para subir te puedo llamar para bajar'", reproduce José Luis, imitando el tono seco de Negreira. "Poco más", finaliza casi encogiéndose de hombros. Era un trato "muy en la distancia" en el que "apenas había diálogos".
"Pongo la mano en el fuego, y espero no quemarme, por que ningún árbitro ha estado involucrado"
exárbitroAl preguntarle por el reciente 'Caso Negreira' muestra estupor. "Evidentemente, fue una sorpresa desagradable", afirma mientras tuerce el gesto, "pero pongo la mano en el fuego, y espero no quemarme, por que ningún árbitro ha estado involucrado". Cree Paradas Romero que, sin embargo, este asunto fue "un negocio particular de este hombre con alguien del FC Barcelona". Y por si no había quedado claro el exárbitro lanza una imagen para hacerlo aún más nítido: "En la banca esto sería como cuando se vendieron las preferentes a personas mayores. Lo hacían directores sin escrúpulos". Pero, al repreguntar por si pudo haber influido en resultados no se va por las ramas de los símiles, no da rodeos: "No, para nada. Yo entiendo que absolutamente no".
El arbitraje actual y el VAR
La principal diferencia del fútbol de ahora con el de su época es sin duda alguna la tecnología. Ve al VAR como una herramienta "excelente" y que, según él, "ha venido para quedarse". Asegura con rotundidad que le habría gustado disponer de ella porque "los árbitros somos seres humanos y como tal nos equivocamos. Además, los clubes se están jugando muchísimo dinero en cada fuera de juego o en un penalti. Puede irles un descenso en ello".

Lo que más claro tiene es que, a diferencia de otros colegiados de su época como Carlos Velasco Carballo, él no se veía en una sala VOR. "No, nunca me ha atraído", afirma esbozando una mueca de satisfacción, "una vez dejas el arbitraje, ganas tiempo para la familia, para la vida". Sin embargo, ve como "bueno para el arbitraje" que se pudiesen escuchar las conversaciones que se producen en las revisiones de las jugadas: "No hay que ocultar nada, hay que hacerlo todo con naturalidad, como la propia vida. Hay que abrirse a la sociedad, es algo que muchos reclamamos estando en activo". Una idea que resume al comentar que el arbitraje "tiene que ser más humano".
Pese al clima de crispación actual, el debate sobre las numerosas interrupciones del juego para revisar jugadas, el protocolo del VAR o los enormes tiempos de añadido, cree que el nivel de los árbitros españoles es "excelente". Destaca a Gil Manzano o a Sánchez Martínez, pero sin duda se detiene a hablar con cariño de Alejandro Hernández Hernández. "De sus primeros partidos como cuarto árbitro en 2ªB vino conmigo, en Tenerife", dice sonriendo sobre uno de los colegiados señalados por Real Madrid TV, y destacando que además de parecerle un buen juez es "un chaval extraordinario".
Mourinho, caminos cruzados
El paso de Mourinho por el fútbol español, si ya venía precedido de polémicas como la de mandar callar a la afición del Liverpool en una final o correr como loco entre los aspersores del Camp Nou en unas semis de Champions, aquí no iba a ser menos. El destino quiso que el primero en expulsarlo en España fuese precisamente Paradas Romero. Fue contra uno de los equipos con los que se estrenó pitando en LaLiga: el Real Murcia. Pero en este caso en Copa del Rey, en un partido de vuelta en una plácida eliminatoria de dieciseisavos.
El equipo blanco ganó por goleada (5-1), pero la noticia no fue ni la clasificación del Real Madrid, ni la goleada; fue la expulsión del luso. "Yo ya te garantizo que a quien escuchaba un insulto, lo expulsaba", afirma antes siquiera de hablar de este asunto. Tras pitar una falta sobre Marcelo en la banda, advirtió a Mourinho con amonestarle si reiteraba en sus protestas, a lo que siguió un "vete a la mierda" del portugués. Su cuarto árbitro también se dio cuenta y José Luis pensó: "Es que no me lo puedo comer". Aunque es cierto que el técnico le pidió perdón a posteriori y apenas pasó de puntillas sobre el tema en rueda de prensa, no sería la última vez que se cruzarían.
El año que Mou levantó su único título de Liga con el Real, logrando 100 puntos, Paradas Romero tuvo que volver a mandarlo a la caseta. En El Madrigal, en un partido caliente, no solo por el empate final 1-1, el portugués lo volvió a hacer. Era la jornada 29, los blancos se quedaron líderes pero solo seis puntos por encima del Barça a falta de 10 partidos y el Villarreal de Lotina rozando el descenso. En el minuto 83, Ramos veía la segunda amarilla tan solo un minuto después del gol del empate de falta directa de Marcos Senna. José Mourinho explotó. Le llamó "filho da puta". "Es verdad que luego se magnificó todo, como cuando pasa algo con un jugador importante. Pero te puedo decir que cuando coincidí con él en otros partidos no había ningún tipo de rencor, ni por su parte, ni por la mía", dice Paradas. Ese día también acabarían expulsados Özil y Rui Faría.
Villar, Sánchez Arminio y el adiós a «una organización corrupta»
El carácter de Paradas Romero ya lo conocían en la Federación mucho antes de que hablase para los medios. "Yo creo en la autenticidad pero, a veces, muchas, cuando estás en una organización hay gente que es políticamente correcta para no pelearse con uno o llevarse bien con otro", dice para contextualizar sobre las aguas entre las que se tenía que mover un árbitro de su época. No era para menos en un organismo que presidió con plenos poderes Sánchez Arminio durante 25 años ininterrumpidos.
Otra vez el destino fue caprichoso y quiso que el mismo nombre se cruzase en su camino: José Mourinho. Esta vez por todo lo contrario que en las dos veces anteriores, por no enseñarle tarjeta roja. En un Real Madrid-Rayo Vallecano (2-0) de febrero de 2013, tras una protesta airada del portugués, José Luis decidió seguir con el juego y no expulsarle. Y sin saberlo, lo que sí detendría y, definitivamente, sería su carrera como árbitro.
Desde hacía años, en las numerosas pruebas físicas que pasaban a lo largo de cada temporada, el director técnico de los árbitros, Díaz Vega, se empleaba con extrema dureza: "El trato que tenía con nosotros en las concentraciones no era el deseado, aquí no se podía estar chillando como en una dictadura". El propio Paradas ya lo había comentado de puertas hacia dentro de la organización, en la que asegura que "mucha gente, la mayoría de los árbitros, hablaba entre pasillos pero se tenía miedo. ¿Pero por qué miedo? Porque perdías 150.000€ de sueldo si hablabas dentro del colegio y dejabas de ser árbitro".
"Mucha gente, la mayoría de los árbitros, hablaba entre pasillos pero se tenía miedo. ¿Pero por qué miedo? Porque perdías 150.000€ de sueldo"
exárbitroEstas quejas internas no iban a ser pasadas por alto y menos por alguien, a priori, encargado de impartir justicia. "A mí me pasaron factura", afirma José Luis, que días después de no expulsar a Mou recibió una llamada de Díaz Vega para "recriminarle" de una forma "fuera de lo normal". De nuevo, Paradas fue claro y directo: "¿Cómo que tú me vas a decir a mí que no soy valiente? ¡Que he sido el único que lo ha expulsado dos veces!". El árbitro malagueño, además de por sus quejas hacia el propio Díaz Vega, también alberga otras dudas detrás de los motivos para ser perseguido: "En esa época había otro árbitro en el candelero, que era Muñiz Fernández y que podía bajar. Eran uña y carne". Asturianos ambos, Paradas Romero denuncia "el corporativismo" entre ellos. "Fue a provocar, sabía que yo soy de mecha corta", apostilla.
Todo terminó ese mismo mes de febrero de 2013, en una reunión entre José Luis Paradas Romero; el entonces presidente de la Federación, Villar; el presidente de los árbitros, Sánchez Arminio y el presidente de la Federación andaluza, Eduardo Herrera. "Yo sólo les dije que me dejasen explicar lo que allí pasaba", afirma. Villar y Arminio se quedaron "mirándose en silencio", porque todo "ya había trascendido a los medios, la cuerda se tenía que romper por la parte más débil" y antes de echar a Díaz Vega, decidieron descender a José Luis. "Y por eso les dije que me iba con la cabeza bien alta, pero que no eran una organización transparente y sí una organización corrupta", finaliza aseverando con una mezcla de contundencia y desazón.
De colgar el silbato, al sector inmobiliario pasando por la política
Su retirada deportiva coincidió de pleno con el auge de nuevos partidos en el panorama político nacional, con la transparencia recurrentemente en el foco del debate. Él volvió a su Málaga natal, decidió meterse en política y se unió a las filas de Ciudadanos. "Entonces veía un partido con el que me sentía identificado". Fue cuando el proyecto de Albert Rivera logró 57 escaños.
Encuentra similitudes entre la política y el fútbol: "Cuando trabajas mucho y haces las cosas bien hechas, generas envidias entre las propias personas que están dentro de la organización", sentencia. Su salida del partido, al igual que de la Federación, no estuvo exenta de polémica y debates internos.
Ahora, se vuelca en su empresa, dentro del sector inmobiliario y muy alejado de los terrenos de juego. Pero sigue igual que cuando empezó, tratando de ser justo con sus principios: "No me arrepiento para nada", sentencia. Mientras, sigue tratando de acertar, aunque ahora lo haga pensando en inversiones en vez de en faltas, tarjetas o fueras de juego.