Pasión, emoción y unas tablas que celebra más el Sevilla

Como si el vaticinio de Joaquín Caparrós de principios de la semana se convirtiera en ley, el Sevilla se llevó otro dulce empate del Benito Villamarín. Ni el tanto inicial de Isco, tras un discutido penalti de Lukebakio, le bastó al Betis de Pellegrini para romper su racha como local en los derbis. A base de casta y sin salirse del partido, una acción a balón parado fue suficiente para que el Sevilla igualase el partido. Emergió Kike Salas, un chaval de la casa, para superar a la zaga bética y establecer una igualada que sabe mejor en Nervión.

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Once derbis de LaLiga sin conocer la victoria, la mayor racha histórica, acumula el Betis, a quien ni siquiera la presencia de Manuel Pellegrini le ha dado ese plus en los duelos de rivalidad. Un Sevilla que está lejos del brillo de tiempos recientes se creció en Heliópolis para al menos sacar el orgullo de los suyos, que acabaron entre cánticos en un Villamarín que se marchó resignado.

Para los verdiblanco el valor del punto tendrá que esperar a final de temporada, cuando Pellegrini saque su calculadora y apunte al objetivo europeo. No cambia el chileno los derbis por las competiciones continentales, o al menos eso siempre manifiesta en sus discursos públicos, y quizá ese mensaje se asume de manera interna por los suyos, que acumulan otro derbi más sin poder doblegar a su rival.

Lo decía la estadística y así fue una vez más. El Sevilla del siglo XXI compite mucho mejor en los partidos de rivalidad. Hasta siendo inferior sobre el terreno de juego, sobre todo en cuanto a ocasiones de gol, los sevillistas se fajaron para llevarse un punto de Heliópolis. Da igual quien se siente en el banquillo visitante, esta vez el novato Quique Sánchez Flores, que el resultado acaba siendo beneficioso para los de rojo, que también suelen celebrar mejor estos empates. Los abrazos al final del partido de los jugadores sevillistas reflejaban ese sentimiento de cada equipo con la igualada.

El arbitraje del murciano será de los que eleven los decibelios en los debates de la barra de los bares de esta semana en Sevilla. Desde la primera tarjeta a Fornals se vio que el murciano iba a tener protagonismo en el partido. Con el paso de los minutos esa sensación se convirtió en realidad, lo que generó tensiones en ambos equipos. Desde el penaltito de Lukebakio al que después el VAR lo tuvo que ayudar a revisar pasando por numerosas fricciones que no dejaron contentos ni a unos ni a otros.

Ni sacando seis tarjetas consiguió Sánchez Martínez gobernar el partido. Casi tan acelerado como los jugadores, cuando su posición requiere poso, sobre todo en un colegiado de su experiencia, el murciano contribuyó a que se elevara el nivel de nerviosismo en el partido.

Toda la ilusión de un canterano en su primer derbi de mayores se desvaneció en cuestión de segundos. Un pase atrás y un grito de dolor. Las lágrimas de Isaac Romero mientras la camilla lo sacaba del campo reflejaban el sentir del sevillismo. Una enorme pérdida en el momento más inoportuno, en un derbi en el inicio de un derbi que no había empezado mal para el Sevilla. Sin demasiadas intervenciones hasta ese momento, la movilidad de Isaac sí dejaba entrever que sería un quebradero de cabeza para la zaga bética, que respiró mientras el lebrijano abandonaba el terreno de juego para que entrase Lukebakio.

De la tristeza de Isaac a la de Bakambu. Se ponía en pie el Villamarín con la carrera del congoleño, que parecía que se plantaría en solitario ante Nyland cuando casi se frenó en seco. Otro latigazo muscular que lo dejará fuera varias semanas y una oportunidad de gol que se fue al limbo pese a su esfuerzo final. "Paciencia, delanteros, que el fútbol os debe una", se le podría escribir a ambos, que pusieron las notas más negativas del derbi.

Aunque no era un derbi tan trascendente como en otras ocasiones, el ambiente sí fue el de siempre. Colorido por parte verdiblanca, con un mosaico espectacular antes de que comenzase el duelo, y también apoyo incondicional de esos casi 600 sevillistas que pudieron estar presentes en el Benito Villamarín. Sin mayores incidentes, con esa sevillanía que hace que el fútbol se viva con la máxima intensidad, y con gritos de ánimo para apoyar a los suyos cuando más lo necesitaban. Los 55.570 espectadores que acudieron al encuentro disfrutaron de una jornada festiva, aunque quizá la sonrisa acabase esta vez del lado sevillista.

Era el derbi de Isco. Incluso más que el de la primera vuelta en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Se ha ganado el corazón del beticismo y también él se siente como en casa. Nada más que Sánchez Martínez señaló el punto de penalti, el de Arroyo de la Miel agarró la pelota. Ese lanzamiento era suyo y sólo suyo. Le pegó con el alma para hacer estéril la estirada de Nyland y la celebración fue el rito de la comunión con los béticos. Mirándose el escudo y llevando el delirio a la grada. Pero esas molestias musculares que viene arrastrando desde hace algunas semanas lo fueron sacando del partido hasta que Pellegrini lo retiró del césped para que se llevase la ovación de los béticos.

1 - Betis: Rui Silva; Sabaly, Pezzella, Chadi Riad, Miranda; Guido Rodríguez, Johnny Cardoso; Fornals (Fekir, m.73), Isco (Abde, m.83), Ayoze (Rodri, m.83); Bakambu (Willian José, m.50) .

1 - Sevilla: Nyland; Jesús Navas (Kike Salas, m.53), Badé, Sergio Ramos, Acuña, Ocampos (Juanlu, m.84); Suso, Agoumé, Soumaré; Isaac Romero (Lukebakio, m.15) (Lamela, m.84), En-Nesyri.

Goles: 1-0, M.38: Isco, de penalti. 1-1, M.53: Kike Salas.

Árbitro: José María Sánchez Martínez (C. Murciano). Amonestó a los locales Fornals (m.6), Isco (m.40) y Johnny Cardoso (m.94), y a los visitantes En-Nesyri (m.16), Soumaré (m.61), Suso (m.74), Acuña (m.81) y Kike Salas (m.94).