OPINIÓN

La pelota no se mancha

Messi, en los festejos de Argentina por el Mundial./

Esta Navidad va teniendo un denominador común. Estés aún de resaca tras la Nochebuena o estés comprando más género para el Año Nuevo. Hagan su encuesta y compruébenlo. Casi nadie, por no decir absolutamente nadie, sabe cuándo y contra quién juega su equipo del alma de nuevo en LaLiga, qué clubes y en qué orden se disputan las semifinales de la próxima Supercopa de España en Arabia Saudí y dónde demonios se celebra y qué candidatos hay al trono en el Mundial de Clubes en el que el Real Madrid volverá a llevar la bandera de España.

Catar nos ha dejado exhaustos y, más que eso, nos ha venido a confirmar que estamos bastante saturados. El fútbol, que hace nada era el opio del pueblo para muchos y lo más importante de las cosas que menos importan, empieza a ser un accesorio caro, cuando antaño era una felicidad que venía de serie. No es una cuestión de edades, sexos o estratos sociales. Es una generalidad preocupante de la que todos participamos.

No consigo detectar el punto de inflexión de la nueva normalidad, el problema real ni la solución exacta. Tampoco me obsesiona la verdad, porque hablamos de pasiones y no de ciencia. Ni siquiera culpo a alguien en concreto de este cambio de paso, aunque el mundo capitalista en el que nos movemos no ayuda a comportarnos con decencia. De momento, sólo intento hacer autocrítica. Que no es poco, sencillo ni agradable porque supone demostrarte a ti mismo que ya no llevas el timón de tu vida.

He pasado de ver Italia 90 sin pestañear, de seguir al Alba codificado en Canal Plus y de simular que estaba malo en el colegio para poder ver en casa al Atleti contra el Timisoara o a la Quinta en mitad de la nieve de algún rival ruso, a no encender la televisión y ponerme a leer como si nada en un día libre de este Mundial. A vosotros igual os parece un detalle más sin importancia o creer que son rachas. Lo respeto. Yo, que me dedico a esto, me siento sucio, como tantos otros, y no me reconozco.

Si estas líneas las leyera Florentino, diría que por dudas existenciales así debemos abrazar cuando antes a la Superliga, ya que hasta las eliminatorias de Champions en febrero no hay tela que cortar. Si este texto cayera en manos de su 'amigo' Tebas, sacaría una tabla repleta de datos para replicarme con que ese supuesto estado abúlico no sólo no existe sino que, además, es una falacia. Diría que, por ejemplo, la afluencia del público a los campos y las audiencias se han disparado. Puede que tengan su parte de razón. Otra cosa es que, con su parcial lectura del mundo, me convenzan.

Para mí, tras sopesarlo mucho y preguntar, creo que este mal que nos afecta se debe a tres cosas fundamentalmente: cualquier tiempo pasado fue mejor y así lo sobrevaloramos, el presente nos exprime y el futuro nos agobia. Y así no hay quien viva ni pueda centrarse en disfrutar de los placeres diarios entre tantas obligaciones.

Lo importante es detectarlo, poner remedio y saber perdonar. Por eso, estoy cumpliendo a rajatabla un plan de reinserción deportiva para estos días. He visto el 'Informe Robinson' de Prosinecki para volver a conectar con mi yo de crío. He decidido no perderme ni un solo segundo más de Messi para aliviar esta ansiedad, aunque tenga que piratear la señal de Francia. Y pienso tragarme toda LaLiga Promises para contagiarme de tanta ilusión y ser partícipe del porvenir.

No hay nada como la Navidad para detenerte y reflexionar. En definitiva, para saber qué no quieres en tu vida y a quién nunca olvidarás. Pase lo que pase, y estés como estés, ya sabes: la pelota no se mancha.