OPINIÓN

Prefiero a Ansu Fati que otra Liga o la Champions

Ansu Fati, en un entrenamiento del Barça ante la mirada de Hansi Flick. /GETTY
Ansu Fati, en un entrenamiento del Barça ante la mirada de Hansi Flick. GETTY

Ansu Fati, para los que no le recuerden o piensen que apareció en uno de sus sueños de verano, debutó con el Barça en agosto de 2019 y con la Selección, en septiembre de 2020. Lo hizo con 16 y 17 años, respectivamente. Y ahora sólo tiene 21.

Aunque parece que lleva media vida en la nuestra, no hablamos de un futbolista retirado. Sigue siendo un crío. Y, por tanto, tiene todo el mundo por delante para completar la carrera que preveíamos y que comenzó a torcerse -provisionalmente- de mala manera. Por si alguien ha olvidado quién fue y quién se espera que sea, que apunte simplemente un par de datos: llegó a tener un valor de mercado de 80 millones de euros y Messi, que de esto sabe un rato, le cedió a dedo el 10 cuando se fue rumbo a París llorando.

Las lesiones, y también las malas decisiones para recuperarlas, han hecho perder a Ansu unos años mágicos y, por el camino, parte de los poderes que le elevaron: un uno contra uno mágico, ese cambio de ritmo vertiginoso y la capacidad de aparecer por el área con ese don de los artistas. Ansu no fue Lamine, pero se le parecía. El día que se presentó en sociedad, y con sólo una arrancada y un zarpazo, se hizo el silencio antes del estruendo, como sólo ocurre cuando aparecen las estrellas. Recuperar esas sensaciones es responsabilidad de todos, por el bien del fútbol, del Barça (o de la Selección si no eres culé) y por nuestro beneficio propio. Si el Bernabéu corea a Vallejo, que Montjuïc se caiga con este jabato.

En mitad del pesimismo, urge otro recordatorio. Aunque todo es recuperable con trabajo, Ansu mantiene sin temer a que se haya esfumado aquello por lo que algunos pagarían millonadas: el talento y el olfato. Y esa es la base sobre la que debe reconstruir su figura y resurgir. Esa resurrección no es una cuestión de fe. Creer o no en que puede volver a ser aquel niño prodigio. Es una tarea que lleva horas y requiere paciencia. Y en este Barça faltarán cosas, sobre todo euros, pero no el hambre, las ganas y el amor propio. Yo confío. Pero eso sirve de poco. Se necesita que él aparque ese gesto apocado y muerda como Gavi.

Flick sólo tiene el mandato de Laporta de que su equipo compita de verdad y saque el mayor rendimiento posible a su plantilla. Sin excusas del césped, las lesiones o el sol y, sobre todo, sin sonrojos. Pero sabe que si algo le haría ilusión a su presidente, más allá de los títulos, es recuperar a un genio de La Masia como Ansu. No creo que sea el único trabajador del mundo que no quiere ganarse a su jefe. Rendirse y cederlo, como perpetraron otros antaño, lo hace cualquiera. Puestos a pedir un socio que ilusione durante la próxima década junto a Lamine, convendría mirar hacia casa -que nunca falla- y no tanto hacia fuera. Nico Williams, por poner sólo un ejemplo, tiene un año más que él y algún título menos. Por no hablar de lo que costó uno y lo que costaría (o costará porque huele a pactado) el otro

Flick, el pasado 18 de septiembre: «Ansu está listo para jugar 45 minutos».EFE

Se han visto cosas mucho peores por complejas. Isco, sin ir más lejos, ha estado a un paso de ir a la Eurocopa cuando ya apuntaba en picado hacia la Kings League. Y no hace falta que esta vuelta a la normalidad de Ansu, la de los goles y las portadas que merece, se produzca de la noche a la mañana. En su caso, conviene la cautela. Hoy, convocado. Mañana cinco minutos en el descuento. Pasado, 15. Luego media hora. Una titularidad en Copa. Y, ya fuerte y sin miedos a recaídas, directo a algún once de gala.

Queda mucha temporada. Y un año y medio hasta el Mundial 2026. Igual peco de optimista. Pero yo, cuando hay juventud y tanta calidad, no descarto nada. Flick carga a uno de esperanza. Si ha logrado devolver a Íñigo Martínez o Eric García a la vida, lo de catapultar a Ansu a su pedestal es una chorrada.