SEVILLA FC - REAL BETIS

Así fabricó el Sevilla la tormenta perfecta para el derbi de Navas: el broche final lo puso... ¡Pablo Alfaro!

El entrenamiento a puerta abierta, clave para inculcar a una plantilla nueva la importancia de un partido así. El enfoque fue más en busca de una victoria para el capitán que el propio derbi.

El Sevilla celebra su victoria en el derbi con Navas a la cabeza./EP
El Sevilla celebra su victoria en el derbi con Navas a la cabeza. EP
José Manuel Rodríguez

José Manuel Rodríguez

Las palabras más repetidas en la resaca del derbi sevillano son "saber" y "gestionar". El Sevilla volvió a llevarse el partido más especial de una ciudad tan peculiar como única. Los de García Pimienta, contra todo pronóstico debido a los múltiples cambios producidos este verano, lograron entender mejor lo que significa un encuentro así para su club y su gente. En este sentido, el reconocimiento del trabajo llega a prácticamente todas las parcelas de la entidad hispalense, que prepararon con mimo una semana especial.

La semana comenzó aparentemente tranquila, pero fue cogiendo temperatura con el paso de los días. "Se ha calentado a un nivel alto al final", comenta a Relevo una persona allegada al club. Y es que la estrategia del Sevilla era esa. El primer golpe sobre la mesa fue sacar a Jesús Navas a la ya instaurada rueda de prensa intersemanal. En semana de derbi, al gran protagonista del mismo. El palaciego, en cada pregunta, demostró todo lo que le inculca diariamente a sus compañeros: sevillismo y sevillanía. Ese mismo día, después, hubo otro pistoletazo de salida para prepara el derbi. Una comida de conjura en la que tomaron la palabra los capitanes -el propio Navas, Suso y Gudelj-, el presidente Del Nido Carrasco y algunos trabajadores del club que llevaban muchos derbis a su espalda. Un primer mensaje hacia el capitán y también para dejar claro lo que representa este partido para los aficionados.

Pero el mejor regalo a su eterno capitán se lo hicieron sus compañeros. García Pimienta dio con la tecla al momento: la clave era que el grupo, al que ha conseguido convencer de sus ideas y en el que ha montado una familia, mirara a Jesús Navas el domingo. No hacía falta mucho más. Que esos ojos azules, repletos de pequeñas y tímidas lágrimas, guiaran al vestuario. Y así fue. El jueves, todos -desde los canteranos hasta los más nuevos- reconocieron pública y privadamente que querían ganar el derbi por él. "El último de nuestro capitán", resonaba por las paredes de toda la ciudad deportiva.

Sin embargo, el club y el cuerpo técnico querían algo más. Un punto extra. La motivación grupal, con Jesús Navas a la cabeza, ya la tenía, pero faltaba dar ese último paso de acercamiento a una afición que en el último año y medio le ha tocado más llorar por sufrimiento que por victorias. Y así, también, lo hizo. Abrió las puertas del último entrenamiento previo al derbi. Como antaño. En busca de empapar de sevillismo un vestuario que ve como nuevos líderes comienzan a sacar la cabeza: Isaac, Carmona, Juanlu... e, incluso, aquellos jugadores extranjeros que en apenas un año entienden el escudo como suyo.

La decisión fue todo un acierto. El sevillismo respondió y prometió a los suyos llevarlos en volandas al día siguiente. El vestuario se dio un festín. No había vuelta atrás. El Sevilla estaba, como dicen en esta bendita ciudad, 'engorilao'. Más aún viendo que el Betis, tras regresar de Polonia, descuidó este tipo de detalles que en un derbi terminan marcando la diferencia.

Todos los ingredientes para esa "noche soñada" de García Pimienta estaban sobre la mesa, pero nunca está de más añadirle una especia extra. El club, con el presidente a la cabeza y con el beneplácito del entrenador, le ofreció la última voz cantante a una leyenda de la entidad: Pablo Alfaro. Fue el encargado de dar una última arenga el día del partido. Unas palabras de verdadero líder, que cayeron como energía extra sobre un Sevilla que entró mejor al partido. También volvió a hablar Navas, dándole una última lección a sus compañeros: le daba igual no salir de titular, para él, el Sevilla está, siempre, por encima de todo.

También tiene culpa, seguramente más que ninguna otra pata anteriormente mencionada, la comunión con su afición. El Ramón Sánchez-Pizjuán ha madurado tanto en este siglo de oro de su historia, que ha sido capaz de entender que ante un derbi, las rencillas con el palco se deben dejar a un lado. El momento del himno fue, de nuevo, un espectáculo, con un tifo de dimensiones gigantescas y que se acercó más a una obra de arte que a un espectáculo de fútbol. Numerosas referencias artísticas y un último detalle para que nunca se le olvide a su remodelado vestuario: José Antonio Reyes y Antonio Puerta. El que mejor sabía jugar los derbis y quien le abrió la puerta de la gloria a los suyos gracias a un zurdazo antológico.

Y con todo eso, se explica mucho mejor el sentido de la victoria del Sevilla. Un equipo que se esforzó más que su rival en hacer entender a su vestuario qué significa un derbi. Porque este tipo de partidos comienzan a jugarse mucho antes del domingo, y cada detalle, cada minúsculo momento que se pueda utilizar a su favor, es una pequeña victoria. La responsabilidad de todo un club, desde los trabajadores del día a día hasta los más responsables en la parcela de la dirección. Un triunfo de entidad.