OPINIÓN

Ni el Sevilla ni Monchi: al mito debieron tratarlo mejor

Monchi, en su último partido con el Sevilla./EP
Monchi, en su último partido con el Sevilla. EP

Apenas cuatro días duró la alegría de los fastos por la séptima Europa League. El posible adiós de Monchi sacudió al Sevilla y al sevillismo. El arquitecto de la época dorada ponía en duda su continuidad tras el desgaste acumulado en una temporada que será recordada como exitosa, pero en la que se temió lo peor durante muchas semanas. Hasta ahí todo tenía su lógica pese al dolor que podría suponer la marcha del director general deportivo. Todo lo que vino después, ese vodevil de reuniones y apariciones por Nervión no han estado a la altura ni del Sevilla ni de Monchi. Al menos, el de San Fernando sí se despedirá en el antepalco del estadio, como corresponde a una figura de su importancia en la historia de la entidad.

La verdad absoluta no la poseerá ni uno ni otro. Lean esa magnífica intrahistoria sobre el adiós de Monchi para entender muchas de las claves que fueron erosionando una relación que parecía hasta familia. "Hermano", esa palabra tan pronunciada en Nervión, pero que dejó de tener valor cuando se sintieron traicionados. Quizá que no corra la sangre lo diferencia y el sevillismo no fue suficiente para darle normalidad al adiós.

Nadie es eterno y menos en el fútbol. El legado de Monchi es colosal, incluso mirando únicamente su segunda etapa tras volver de Roma. Dos Europa League más para las vitrinas y cuatro clasificaciones para la Champions -tres vía LaLiga-. Casi nada. Incluso sin sus mejores planificaciones, sobre todo en los dos últimos años, el Sevilla alcanzó la excelencia. No sólo es fichar, claro que no. Pero también el de San Fernando acumuló demasiadas rencillas. Motivadas o no, que cada uno tendrá su versión. Pero se fue distanciando como ese matrimonio que no habla las cosas a la cara. Y eso duele, hace daño y provoca reacciones de las que luego es complicado dar marcha atrás.

El Sevilla necesita aprender a vivir sin Monchi. Es una asignatura pendiente de estos 18 años de éxitos. La mayoría de edad ayuda a la emancipación. Y ahora ha llegado la hora en un momento, además, crucial para sus dirigentes, acosados también en la institucional por esa sombra que es José María del Nido Benavente. Toca acertar con los cambios y para eso habrá que hacerlo mucho mejor que con este enrevesado adiós al que le ha costado llegar a su punto y final.

Y es que en Monchi se distingue la persona del símbolo. De ese portero que llegó de San Fernando al demiurgo que llevó la gloria a Nervión. De la persona al personaje, aun sin devorarlo como le hubiera gustado a más de uno. Esa distinción obligaba a darle una despedida con honores, o un hasta luego, que nunca se sabe. Algunos habrán respirado aliviados con su adiós, quizá también con su tiempo consumido. El de San Fernando se va, pero el Sevilla se queda. Los sevillistas merecían esa gran despedida para su mito. Y Monchi, la persona que tendrá que ofrecer sus explicaciones, también salir por la puerta principal de ese club y de esa afición que tanto lo han querido.