OPINIÓN

Sevilla ¿Sin Rumbo? Club

Peque se lamenta tras la derrota del Sevilla en Pamplona./EP
Peque se lamenta tras la derrota del Sevilla en Pamplona. EP

Esta vez ha sido fácil el juego de palabras. Tan sólo hay que sentarse a ver un partido del Sevilla Fútbol Club para saber que de Sevilla le queda el escudo, de 'Club' tiene poco y de 'Fútbol' cero. Pero más difícil es ponerse a escribir algo así. Un equipo centenario, campeón de la Europa League en siete ocasiones y Supercampeón de Europa en una. Que ha puesto contra las cuerdas a medio viejo continente y este siglo ha contado los meses de mayo a base de finales. Qué fácil se destruye lo que es casi imposible de construir.

Pero de nada vale resignarse en tiempos anteriores. La realidad del Sevilla es tan cruda como dura. Y el que no quiera verlo, que se espere un mes. Esta opinión comienza con una cuestión: "¿Sin rumbo?". Es una entidad que quema los 'planes de regeneración' en apenas meses y no sabe ni qué hará la semana que viene. Reúne todas las características para explotar por todos los lados. Un presidente con cero credibilidad ante una afición que le tira billetes con su cara a un metro de distancia. Un director deportivo que tiene como apellido la palabra 'error'. Un entrenador que ha venido a salvar unas papas que están fritas. Una plantilla con poco alma y menos fútbol, donde cualquier jugador se cree lo más mínimamente importante como para darse golpes en un pecho que queda helado en los momentos más delicados.

En definitiva, un equipo sin rumbo. O no. Porque el Sevilla tiene un rumbo muy claro: la Segunda División. Eso de salvarte porque hay tres equipos peores una temporada se acaba. Y puede ser esta. Tan real como duro. Tan delicado como cierto. Porque caer en Pamplona con uno menos -la expulsión a Lukebakio no hay por donde cogerla- y compitiendo hasta el final no puede ser motivo de orgullo. Eso es mediocridad. Aunque no sé de qué me extraña, porque cuando tú pierdes élite en cada uno de los estamentos de tu club... Siempre diré lo mismo: el césped es un mero reflejo del palco.

Y lo del Sevilla se explica fácil hablando de los de abajo. No están ordenados, nadie levanta la mano para construir juego -tan sólo un Suso que no está para más de veinte minutos- y si atrás son endeblitos, arriba son una calamidad. Es el Sevilla donde Diego Hormigo, que no es ni de los cuatro mejores canteranos, es titular. Donde García Pascual, que en dos meses estará en tierras gaditanas, tiene que salir antes de un Isaac Romero desquiciado con el gol. Donde Agoumé ha pasado de no quererlo nadie a ser el que mejor rinde. Donde Saúl es capitán con menos de treinta partidos y acumulando poses en las fotos de goles rivales.

Donde Joaquín Caparrós debe hacer más de psicólogo que de entrenador, porque es muy fácil hablar de plantilla buena cuando estás fuera, pero cuando te tienes que comer el marrón de dirigir a unos jugadores que no dan la talla, compadeces al anterior. Porque a García Pimienta se le cayó el equipo, pero no era mal mayor. Al igual que la plantilla. Porque el responsable directo es el que la confecciona. El encargado de elegir a unos jugadores que están más cerca de Segunda División que de mitad de tabla. Víctor Orta. Nombre y apellido. Aunque para culpable aquel que sigue manteniendo en el cargo a una persona que cuenta sus decisiones como errores. José María del Nido Carrasco. Nombre y apellidos.

Y ese es el Sevilla actual. Un club sin rumbo. Pero con un rumbo muy fijo. Ojalá el Sánchez-Pizjuán quiera obrar un milagro para que esto no se convierta en un final de temporada histórico. Que los nervionenses alienten sin pensar en culpables durante las finales que les quedan. Porque no ganar ante Leganés y Las Palmas sería la estocada definitiva para un toro que saltó cojo y ciego al ruedo. Aunque si no es este año y todo sigue igual, será en los próximos. No. La respuesta es no. Este equipo sí tiene rumbo. Al hoyo.