OPINIÓN

La sonrojante ola de Montjuïc debe arrastrar a Laporta, Xavi y dos joyas

Joan Laporta, presidente del Barcelona. /EFE
Joan Laporta, presidente del Barcelona. EFE
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

Llevaba un tiempo en el que me había autoimpuesto -por salud, convivencia familiar y equilibrio profesional- centrarme más en las cosas positivas que suceden en torno al Barça. Y, pese a los continuos baches y la tozuda realidad, aún prometo no desfallecer. Hago grandes esfuerzos por quitarme febrero de encima para anticipar la primavera. Aunque sólo sea por conservar la magnífica relación con mi padre y por volver pronto a La Boqueria sin que nadie me dé la espalda o me aliste en la misma caverna de tanto periodista de bufanda.

El Caso Negreira, el agujero económico -que ya es un socavón- y la infinita debacle deportiva desde el día que se cargaron a Ernesto Valverde me estaban convirtiendo en un especialista en obituarios. Y eso, sumado a la Belle Èpoque del Real Madrid a lomos de Vinicius y Bellingham, que hay que poner en valor con justicia a diario, me está haciendo pasar por alguien que realmente no soy o que no pretendo ser.

Antes escribía del Barça con el pitido final y ahora he empezado a probar a hacerlo después de salir a correr un rato y dejarme en el asfalto, junto a las tibias y rodillas, las reprimendas. Estoy abierto a todo tipo de experimentos cada vez más desesperados en esta nueva vida, para rumiar más y vomitar menos cosas gruesas en torno a este club en ruinas. La idea es centrar el foco en Lamine y otros brotes verdes, pese a que tampoco hay muchos más. De hecho, hay momentos en los que creo reunir fuerzas para ponerme a redactar con otro aire. Hasta ahora sólo encuentro recaídas. 

Me digo que se puede hasta que recuerdo a todo un estadio haciendo la ola con 1-0 ante el Granada, obviando un pésimo juego, sin importar que el liderato es un objetivo inalcanzable y avalando que este Barça juegue con un central de lateral derecho, con un centrocampista en el izquierdo y con un defensa puro en la creación. Es ahí cuando vuelve el eclipse y la oscuridad se aparece en forma de losa.

El Barça que admiré de niño ya no está, con Johan Cruyff retorciéndose en el cielo, y el que nos espera en la era de los achaques será si se refunda cuanto antes o estoy seguro de que no será. Es imposible que no cale el hecho de que los referentes del mejor equipo que han visto mis ojos ande estos días así: Guardiola levantando Champions con otra camiseta, The Best Messi de retiro activo en Miami, el nuevo diez y la supuesta promesa de Ansu Fati malviviendo en la Premier, Alves en la cárcel y el futuro presidente Piqué entre Andorra y la Kings League. Normal que escriba mucho más alegre ahora mismo la declaración de la renta o la lista de la compra.

No me rendiré. Soy manchego. Así que tirando de optimismo, aunque haya que hacer de tripas corazón, uno siempre encuentra sus motivaciones. La mayor de todas es que ya queda un día menos para que Xavi deje el Barça y dedique un buen tiempo a repasar los apuntes de aquel curso exprés de entrenador al que asistió en Las Rozas. Ser una leyenda de corto no basta en este oficio. Puede ser bueno, pero hoy no lo es. La única duda que queda por resolver es si alguien que sienta este escudo como lo sentía Casaus pondrá fin a esta huida hacia adelante antes de junio o si permitirá que el equipo llegue dando más vergüenza ajena que la actual. Cada día que se pierda en tomar la decisión de quitarle el juguete de las manos son 24 horas de retraso para proclamar el Renacimiento. La era que proclama Deco con las palabras equivocadas.

Puestos a sacar el lado bueno de las cosas, que las habrá entre tanto tedio, encuentro otra ilusión: ya queda tachado otro día en el calendario para abrir las urnas y que aparezca alguien con sensatez. Si Laporta tira incluso la comida en el palco cualquier cosa es posible en estos meses. Ya remangados para encontrar brotes verdes y alguna que otra solución, creo hoy más que nunca que el club debe hacer dos ventas millonarias -se llamen Ter Stegen, Araujo, Pedri o De Jong- por dos motivos sin debate: porque entre tantas palancas de paja es la única vía hacia la salvación y porque absolutamente nadie en este equipo ha demostrado ser indiscutible salvo el psicólogo.