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Para tensión en un banquillo, cuando Aragonés zarandeó a Eto'o y Luis le dijo al portero suplente: "¡Cójame las gafas!"

Miki Garro formó parte de uno de los rifirrafes más célebres en los banquillos de la liga española.

Eto'o es recriminado por Luis Aragónes. /
Eto'o es recriminado por Luis Aragónes.
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Era el 3 de diciembre de 2000 y el Mallorca iba empatando en La Romareda, Luque acababa de meter el 1-1. Corría el minuto 55 y Luis Aragonés, como tantas otras veces, decidió cambiar a Eto'o y meter en el campo a Stankovic. La cosa no le gustó nada al camerunés, que se fue refunfuñando, dio una patada a una botella y alguien le oyó decir "siempre cambias a los mismos", según la versión de la prensa de la época.

Ahí empezó la tormenta, una que recuerda a la de Latasa y Luis Pérez estos días, una de esas escenas de banquillo que no son tan habituales y que, de algún modo, pasan también a la historia de LaLiga.

Miki Garro fue un espectador privilegiado de aquella situación. El portero del Mallorca, que hoy ejerce como representante después de años en el cuerpo técnico de Luis García y en la fundación del club bermellón, se solía cambiar en el vestuario junto al camerunés y en aquel instante estaba en la silla del banquillo más cercana a la escena. Él no recuerda del todo bien lo que dijo Eto'o, estas cosas van siempre muy rápidas, pero sí la primera frase que le espetó, a él, no al delantero camerunés, el legendario técnico.

"Cójame las gafas, cójame las gafas". Hablando de usted, por supuesto.

El caso es que Aragonés, con toda la experiencia del mundo, sabía también que ir con gafas a una refriega no era lo más inteligente, que tenían tendencia a caerse y, si iba a zarandear a Eto'o, necesitaba un poco de ayuda logística por parte del guardameta suplente.

"Le cogió por la pechera, le dijo lo típico 'te voy a matar, como me hables así te reviento...' no recuerdo literalmente, pero fue algo así", añade Garro, que vio la escena de cerca, pero tampoco se inmutó demasiado, porque llevaba el tiempo suficiente con Aragonés para que estas cosas formaran parte de su repertorio.

Cuando lo explicaba el técnico tras el partido se notaba que la historia estuvo cerca de desmadrarse: "Pasó por delante de mí y tiró la botella. 'Conmigo no, ¿se entera? Míreme a la cara, conmigo no puede ser'. No he estado a punto de darle un cabezazo de puro milagro".

"Samuel siguió hablando y yo, me parece, hay un momento dado que le digo 'Samuel, cállate, que la vamos a liar más", rememora el portero que, en el momento del zarandeo, prefirió casi ni mirar. En ese tipo de secuencias siempre es difícil quedarse parado con los ojos fijos en el tema.

"Estas cosas siempre las tenía Luis, manejaba el vestuario así. Cuando sabía que había alguien que estaba enfadado con él por lo que sea decía 'pues ahora vamos a montar un ring de boxeo en el vestuario con unos guantes y nos vamos a pegar de hostias', cosas de estas. Él lo que mejor sabía hacer era manejar el vestuario, especialmente a los veteranos", resalta Miki Garro.

"Samu era jovencito y tenía un potencial enorme, y el otro tenía el palo y la zanahoria. Yo creo que le debe mucho, porque lo que le llevó es a saber que en un vestuario hay alguien que tiene más aura que tú, más ascendente que tú, aunque él fuese muy importante en el Mallorca. En ese momento lo recondujo de esa manera, y lo recondujo bien. Lo que pasa es que ya se veía lo que Samuel iba a ser", explica.

El guardameta no recuerda a Aragonés como el técnico más sofisticado en el plano táctico, su éxito difícilmente discutible se forjaba alrededor del carácter, de la capacidad de entender lo que necesitaba el vestuario anímicamente. "Luis lo que sabía era cuándo tenía que apretar y cuándo no, cómo manejarnos. El jugador se sentía muy defendido, a mí me tocó debutar con él en Primera, y eso que yo tenía por delante a Leo Franco, a Roa y el Mono Burgos, que era imposible que yo tuviera una oportunidad. Tuve que hacerlo por las circunstancias y a mí me dijo 'Tú tranquilo, que no tienes ninguna responsabilidad, la responsabilidad es mía', y eso te ayuda, claro, que una persona tan grande asuma la responsabilidad... pues eso hacía siempre, descargaba todo en él, pasaba cualquier cosa y se culpaba él, no tiraba mierda sobre los demás", señala.

"Siempre consideraba que su equipo era el mejor, eso lo manejaba bien y hacía que el grupo estuviese a gusto. Sabía cuándo apretar, si tenía que decirlo en público o en privado. Si se hacía algo bien decía algún chascarrillo, como 'hoy tiene multa quien no salga'. Era de la vieja guardia, sabía manejar la prensa, al presidente, al director deportivo y a los jugadores, porque era una figura tan grande que era como un paraguas, como puede ser ahora Simeone en el Atlético", explica.

Tenía cierta lógica que él y Eto'o, joven impetuosísimo y de ambición desmedida, no siempre entrasen en la misma sintonía, por más que el camerunés siempre le haya recordado como una figura capital para entender su carrera e, incluso, su vida personal.

"Yo me vestía a su lado siempre, era el típico fantasma, se lo decíamos todos. Viene del barro más barro y cuando empezó a ganar dinero le gustaban todas las tonterías, relojes, bolsos de marca... yo le decía que no se gastase tanto, que ahorrase, pero él me decía que iba a ganar cuatro veces más. Y luego tuvo razón, claro. Era un chico con mucha hambre, ni bebía ni salía, venía de abajo. Estaba dispuesto a comerse el mundo, se iba al Bernabéu y allí sabía que no lo quisieron, así que si podía hacer algo lo hacía. Era competitivo a más no poder", cuenta su excompañero.

Los dos protagonistas de esta historia podían ser volcánicos, lo eran de hecho, pero la mecha corta no dejaba huella más adelante. Así termina aquel zarandeo: "Si fueron 10 o 15 segundos... después del partido ya no hubo nada más, Samuel se dio cuenta y punto. Al día siguiente todo siguió exactamente igual o incluso mejor. No pasó nada".

Esa facilidad para deshacer el entuerto se entiende mejor con la frase que dijo Eto'o tras el partido en zona mixta, porque todavía era un tiempo en el que los protagonistas de las secuencias menos gratas daban la cara. Algún periodista le preguntó si quería marcharse del club, y él solo pudo descartarlo y explicar por qué no pasaba nada: "¿Dónde viviré mejor que en Mallorca? Lo nuestro no es para preocuparse, somos como un padre y un hijo".