Si no se puede cambiar a Benzema por Haaland en marzo, ¿por qué sí a Ancelotti?

Noticia de última hora: el Valencia anda descontento con el rendimiento de Edinson Cavani y ha decidido poner fin a su contrato a finales de marzo y fichar a otro delantero en su lugar. Impensable, ¿verdad? Pues eso ha ocurrido esta misma semana con Pablo Machín y Jorge Sampaoli. Exactamente lo mismo. Ser entrenador es profesión de riesgo.
Los jugadores tienen blindados sus contratos al menos por seis meses. Llegan en verano y se quedan en el club, sí o sí, hasta invierno. Si un equipo planifica mal y no cuenta con una plantilla de garantías, debe esperar al menos seis meses para arreglarlo. Pero los técnicos vienen y van. Que se lo digan, por ejemplo, a Voro, que ha cogido el banquillo del mencionado Valencia hasta en ocho ocasiones.
A los entrenadores no se les deja trabajar. En el deporte de élite no hay peor enemigo que las expectativas. Voy a utilizar un tópico de los seleccionadores: "Prefiero hablar de los que están a hacerlo de los que no están". En especial, quiero destacar tres nombres: Rubi, Sergio y Pacheta. Los tres son discutidos. Dos derrotas consecutivas les podrían costar el puesto. Pero los tres siguen en pie tras 26 jornadas. Y están realizando un trabajo magnífico.
¿Alguien pensaba que a estas alturas de la película alguno de los tres no estuviera en la batalla por no descender? Nadie. No conseguir la excelencia de Iraola o Arrasate no es sinónimo de suspender.
Pep Guardiola se estrenó en el Barcelona con un punto en dos partidos ante Racing y Numancia. Venía del filial. Recuerdo que los comentarios de los lectores en la web de diarios de gran tirada nacional ya insinuaban que estaba donde estaba por su pasado como futbolista. ¡E incluso apuntaban que merecía un despido inminente!
El mundo agradece que la directiva blaugrana, en ese momento, aguantara.

Planteo un nuevo formato. Los entrenadores se pueden cambiar en el período de mercado en verano y en invierno. Y una encrucijada total a los clubes: llega enero y deben reflexionar si seguir con su proyecto o cambiarlo radicalmente. Ahí deben valorar si hay trabajo más allá de los resultados y ser conscientes de que ya no habrá vuelta atrás.
Descubrirían, probablemente, que el día a día tiene un valor incalculable. Y salvo casos muy drásticos, como la enorme diferencia entre la salvación y la puntuación del Elche, se dejaría trabajar a los capitanes. También sería un respiro para los entrenadores que llegan: tienen tiempo para imponer su idea.
Pensarán, con razón, que lo que no funciona hay que cambiarlo. Es posible. Y que los clubes merecen una segunda oportunidad si no han acertado en el mercado. También es cierto. En el baloncesto así sucede. También se destituyen entrenadores, aunque la posibilidad de incorporar jugadores está abierta durante todo el año. Igualdad de oportunidades para los dos grandes gremios protagonistas a pie de césped/cancha. Es lo justo.